De a poco, Hollywood se está convirtiendo en una ventana con vista a los rincones más desconocidos donde los famosos prestan su voz para generar un cambio. Es como si el revolucionario #MeToo se hubiera transformado en otro estilo de epidemia que cambió también la mente de las estrellas como Joaquin Phoenix con su discurso vegano o Leonardo DiCaprio y el recalentamiento global. Ahora es el turno de Cate Blanchett que siendo Embajadora de Buena Voluntad de las Naciones Unidas, filmó para Netflix la serie de TV ‘Stateless’ (Apátridia) sobre el cuestionamiento del trato internacional de los inmigrantes y la serie ‘Mrs America’ para Hulu, sobre la revolución femenina de los años 70 detrás de la lucha por la igualdad de derechos de la mujer. Y en un mundo donde el coronavirus aleja a la gente de las salas de cine, resulta una buena opción para contagiar algo bueno, desde el televisor, en casa.
- ¿El trabajo como actriz te lleva a analizar ciertos temas sociales desde afuera, con más objetividad?
- La mayor parte del tiempo vivo como una 'impostora' pero es cierto, en cierta forma veo todo desde afuera para reflejar mejor como es la sociedad. De un modo bastante extraño, como una fotógrafa, suelo dar un paso atrás para ver mejor lo que pasa adentro. Es una experiencia que suelo tener arriba del escenario, cuando estoy totalmente concentrada, pero también me doy cuenta que la persona en la fila F se está durmiendo o se enciende la luz de algún teléfono celular. Digamos que cuento con un tercer ojo. Sí, definitivamente.
- ¿Y se puede evitar el mensaje político al momento de abordar en una serie de TV el debate sobre temas sociales tan diferentes como la inmigración y los derechos de la mujer?
- Es muy difícil generar un mensaje que no sea politizado cuando por ejemplo la conversación se basa en la democracia de la mujer. Es una polarización que surge antes de que te des cuenta. Es lo malo de los medios sociales donde todo se reduce a una simple frase. Lo bueno del cine es que trata el lado humano y es lo que tanto me inspira. Cuando tratas con emociones intensas, a veces las palabras fracasan. Y por eso el cine cuenta con un espacio que puede ocupar, mostrando los rostros de la gente, sin la necesidad de una sola palabra. Es también una buena forma de contagiar cuestionamientos que requieren respuestas de apoyo, de todos.
- ¿Cuál fue tu primera reacción cuando conociste por ejemplo la verdad detrás de la historia de ‘Mrs America’ y las manifestaciones de mujeres que en la década del 70 defendieron la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, como si fuera hoy?
- Cuando las mujeres reclamaban su espacio en los años 60 y 70, surgió un debate público en Estados Unidos y Australia, de disconformidad y descontento. Pero la aceptación y la idea de encontrar una forma humana y digna de vivir juntos era parte de la democracia, aunque aquel espacio parece que se cerró increíblemente rápido. 'Mrs America' es tan diferente… te transporta adentro de las protestas, donde también podemos leer mejor lo que pasó. Es algo que muy poca gente experimenta fuera de mi privilegiada experiencia. Yo sentí que estaba ahí. Me sentí muy triste y enojada al ver que trataban de extinguir la energía de toda una generación. Me pareció emocionante ver a las mujeres, entre el público, diciendo “Esta es mi historia este es mi momento.” Pero de verdad trataron de extinguir las esperanzas y el sentido de construir un futuro. Es algo global también. Hay demasiados gobiernos democráticos corruptos de poder que no ceden y es bastante interesante ver que el ser humano se resiste a quedarse sentado. Será por eso que siento una increíble energía con un enorme sentido de esperanza por la situación desesperanzada del pasado que generó la revolución femenina.
- ¿Y cómo fue que elegiste el mundo de Netflix o Hulu en vez del cine para entablar los diferentes debates sociales?
- Estamos viviendo la era de oro de la televisión. Y también creo que muchos de nosotros disfrutamos las series con el sistema de streaming, en casa. Desde el lado creativo, cuando hablamos de historias, surgen como un lugar natural para expresarnos, porque siento que la televisión es una plataforma donde realmente se puede hablar desde el corazón y la mente, en especial con proyectos tan grandes. Me pareció que era una buena oportunidad de llamar la atención con cierto cambio creativo, ayudando a generar diferentes perspectivas.
A pesar de haber nacido en los suburbios de Melbourne en Australia (14 de Mayo, 1969), no hay dudas que Cate Blanchett conquistó el mundo entero con sus siete nominaciones al Oscar, incluyendo los dos trofeos que ganó en el 2005 por 'The Aviator' y el 2014 por 'Blue Jasmine'. Será por eso que gracias al público apoyo a las Naciones Unidas también fue nombrada como Embajadora Global de la UNHCR (la agencia de refugiados de las Naciones Unidas) en Mayo del 2016.
En el 2018, cuando era Presidente del Jurado del Festival de Cannes también impulsó internacionalmente la revolución femenina del movimiento Time’s Up, liderando la histórica noche en que al compás de la música de ‘Pretty Woman’ subió en silencio las escaleras del Teatro Lumiére con Salma Hayek, Kristen Stewart y otras 80 mujeres en representación de las únicas 82 películas dirigidas por mujeres en los 71 años del festival. Era la mejor forma de demostrar que la mujer no es ninguna minoría en el mundo del cine, en la época en que el #MeToo también había cambiado el rumbo de la diversidad en Hollywood. Y demostrando que la lucha femenina no es nada nuevo, con la serie de Hulu ‘Mrs America’ Cate Blanchett trae a la luz la famosa revolución femenina de los años 70, cuando se agregó un artículo en la Constitución de Estados Unidos que garantizaba la igualdad de derechos para todos por igual, imponiendo el final entre la distinción entre el hombre y la mujer.
Lo curioso es que ella representa a la verdadera Phyllis Schlafly que se oponía al feminismo, el aborto y las reformas constitucionales que amenazaban con quitarle los privilegios a la mujer, como el seguro social para las amas de casa, baños separados o la exclusión al servicio militar obligatorio. Y sin bajar los brazos en la lucha social desde un televisor, de la mano de Netflix, Cate Blanchett muestra los otros problemas sociales de los inmigrantes despojados de otro estilo de derechos, en la serie ‘Stateless’ que tanto tiene que ver con su rol de Embajadora de Buena Voluntad de las Naciones Unidas.
- ¿La idea detrás de la serie ‘Stateless’ de Netflix tiene que ver con tu verdadero rol como Embajadora de la Agencia de la ONU para los Refugiados?
- Sí. Yo había empezado a trabajar en el año 2014 con la Agencia de la ONU para los Refugiados. Me habían propuesto un plan de diez años para erradicar el problema de la apátrida, la gente que no tiene ciudadanía en ninguna parte del mundo. Gente que se ve afectada toda la vida, sin acceso a ninguna educación o el cuidado médico mas básico siquiera pueden moverse tampoco porque no tienen pasaporte para viajar. No cuentan con ninguna esperanza de construir un buen futuro, son invisibles. Y nuestra campaña se llama “Pertenezco” porque ellos no pertenecen a ningún lugar y todos tenemos el derecho de pertenecer.
- ¿Pero la serie de ‘Stateless’ solo plantea el problema con Australia?
- Creo que es un problema global. La crisis es mundial. Hay millones de personas afectadas, en un silencio total. No se habla de las condiciones inhumanas que viven o como trabajan. El silencio del trauma es asombroso y es nuestra responsabilidad romper el silencio de mostrar la falta de dignidad en gente que no que no tiene identidad.
- ¿Qué porcentaje de realidad y ficción hay en la historia?
- Es muy difícil definir exactamente pero te diría que un 80% está basado en una historia verdadera. La serie sigue a cuatro personas muy diferentes, con antecedentes distintos, pero culturalmente en un buen nivel socioeconómico. Y todos se enfrentan a un cambio eterno cuando son reunidos en un mismo centro de detención, en el medio de la nada, al límite con el desierto australiano, que resuena con la imagen de un famoso documental donde alguien corría por el desierto tratando de encontrar algún lugar donde contar su historia.
- ¿Y en qué se diferencian del documental?
- A nosotros nos interesaba lo que sucede con la cultura y nuestro sentido humanitario cuando tratamos a la gente de una forma inhumana y lo que pasa con esa gente en la que estamos implicados. Si no hablamos de esos temas y tratamos de encontrar soluciones, solo causamos más problemas para esas personas. Y nosotros mostramos el problema de tratar con la perspectiva del Dios de los burócratas, además de una familia de refugiados que buscan asilo en Australia y Alemania; una mujer perdida entre el sistema de salud y la falta de justicia cuando acusan falsamente a alguien como inmigrante ilegal. Buscamos historias en centros de detención de inmigrantes y en el camino nos dimos cuenta que Australia no es el único país que lo hace. Ahí es donde la ONU ayudó en informarnos sobre los derechos humanos. Tuvimos una experiencia con un barco llamado Tempo que llevaba niños abordo desde 1977. A partir de ahí, el Departamento de Inmigración se convirtió en Departamento de Inmigración y Protección de Frontera. Nosotros lo empezamos a desarrollar en el año 2013 y estoy segura que fue el principio del mundo cinematográfico en que vivimos donde la gente está desesperada por contar su vida.
- Quiere decir que ya habías empezado con la historia de la serie mucho antes de la crisis que hubo en Europa con los refugiados en el año 2015... ¿En qué crees quedó la sociedad de nuestros abuelos que solían dar la bienvenida a todos los inmigrantes?
- Como actriz, al trabajar tanto en teatro, tengo un gran respeto por el lenguaje. Me parece que es una forma increíble de comunicarnos. Yo crecí con un país como Australia que se caracterizaba por darle la bienvenida a múltiples culturas. Solíamos celebrar el factor que al conocer la invasión colonial, éramos positivos en construir la bienvenida para aquellos que buscaban asilo y refugiados. Y creo que Australia mejoró así su cultura, sin duda, cambiando el lenguaje. Esa fue la idea que también nos interesó.
- ¿Hubo alguna historia en particular que impulsó la idea de filmar una serie de TV en vez de un solo largometraje?
- Supongo que el proyecto tomó forma por un artículo que publicó The Guardian sobre un especialista en traumas que se fijó en el trauma de los derechos humanos, de los guardias que tenían que administrar las peores reglas que no tienen ningún sentido. Y empezamos a verlo todo desde esa perspectiva, donde es muy fácil decir que una persona es diabólica, que una persona es mala, pero lo difícil es saber lo que piensa o como eran cuatro o cinco años antes y por qué se alejan de la esencia humana. Después de todo, al final, todos somos humanos.
- ¿Al ser también la productora de ‘Stateless’ siempre pensaste en tu rol como actriz, más allá de la causa?
- Bueno, para conseguir la financiación, la idea original no había sido trabajar como actriz. No quería ser la protagonista. Pero había un tema muy fuerte con la identidad y la transformación. Y yo interpreto una de las dos personas que lideran una secta ficticia, porque en cierta forma creo que la forma en que funcionan las sectas es muy similar al modo en que trabajan muchas sociedades, separando la gente del sentido humano, para construir una nación, con el sentido de que la nacionalidad protege nuestras fronteras.
- ¿El miedo a la inseguridad o la situación mundial del Coronavirus no juega también en contra de abrir esas mismas fronteras?
- El miedo que escuchamos es el miedo de una época de xenofobia. Y como especie, no deberíamos permitirlo. Los refugiados que conocí trabajando con las Naciones Unidas tienen muchísima esperanza y es lo que a mí también me da coraje para seguir. Creo que cuando actuamos por miedo, con lo que vivió Alemania hace poco, tenemos que desafiar el lenguaje y el comportamiento racista. Necesitamos mostrar compasión y humanidad frente a la xenofobia porque solo arriesgan nuestro sentido humanitario
- ¿Mirando hacia el futuro crees que realmente haya alguna esperanza para un verdadero cambio?
- Por mis propias experiencias, habiendo conocido refugiados en Líbano, Jordania y otros refugiados de Bangladesh, particularmente entre los niños hay esperanza. Son los que más coraje tienen. Y yo admiro la dignidad de sobrevivir en las peores condiciones humanas. Es irónico que un país como Irán tenga más de un millón de refugiados y en Australia todavía se debate el destino de 800 personas, gastando más de 9.000 millones de dólares desde el 2013, solo para mantenerlos en el mismo lugar, sin dejarlos ir.
- ¿Y cómo crees que pueda ayudar la comunidad internacional?
- De nuevo, el lenguaje es muy poderoso. Y cuando empezamos a hablar sobre los refugiados más vulnerables que por la Declaración Universal de Derechos Humanos tienen el derecho de buscar protección, cuando empezamos a hablar de la economía de la inmigración, en vez de hablar de dar asilo, es importante. Cuando empezamos con la serie, hubo un cambio de lenguaje incluso en Australia donde las personas que no son criminales son convertidos en criminales por describirlos como inmigrantes ilegales. Y aunque no dicen que son criminales, al decir que son ilegales es lo mismo, porque insisten que están fuera de la ley. El siguiente paso es dejar de referirnos a ellos como inmigrantes ilegales. Creo que debemos usar las palabras correctas, en el lugar correcto. Suena muy poético, pero es un paso importante para terminar con el racismo.
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