Carrie Goldberg fue la abogada de Lucia Evans, la cantante que en 2017 dijo a la revista The New Yorker que el magnate del cine Harvey Weinstein la había obligado a realizarle sexo oral en su oficina de la ciudad de Nueva York, en 2004. La bomba que explotó con esa denuncia, acompañada también por más casos de abuso sexual o violación en la misma nota de Ronan Farrow y en The New York Times, viralizó el hashtag #MeToo, y creó un movimiento. Pero la fiscalía desestimó el caso de Evans en 2018. La cantante se sintió traicionada. Goldberg ni siquiera se asombró: “Una de las razones más famosas por la que los delitos sexuales no se procesan tanto es porque los fiscales tienen miedo de perder".
Por eso ahora que Weinstein ha sido encontrado culpable de abuso sexual en primer grado y violación en tercer grado, la abogada cree que comienza un cambio histórico. “En aquel momento era una lucha que los fiscales siquiera considerasen seriamente un arresto. Si hace dos años me hubieran dicho que habría dos condenas por delitos muy graves, me habría quedado atónita”, dijo a The Lily.
Ese es, probablemente, el significado principal de la decisión del jurado de Nueva York: “Vale la pena pelear por estos casos”, sintetizó Goldberg, "y se pueden ganar”. Lo cual significa, para las víctimas o sobrevivientes, justicia en un ámbito comúnmente hostil.
“Condenar a alguien por ataque sexual requiere que se lo pruebe más allá de una duda razonable, lo cual es difícil, porque en la mayoría de las situaciones se trata de sólo dos personas en una habitación. Esto demuestra que es posible establecer esa prueba”, agregó Deborah Tuerkheimer, ex fiscal auxiliar de Manhattan y profesora de la Northwestern University. Con ella coincidió Carol Tracy, directora del Proyecto Legal de Mujeres: “A las víctimas de violación se las ha visto históricamente como mentirosas, y para probar su caso debían demostrar que no mentían. “El foco se ponía en la conducta de la víctima en lugar de en la conducta del sospechoso. Así que, sin dudas, ha habido un cambio cultural”.
En los 28 meses que pasaron desde el comienzo de #MeToo, “cientos de personas poderosas —hombres en su mayoría— han sido acusadas de crímenes sexuales”, analizó Axios. Sin embargo, aunque 201 de ellas perdieron sus posiciones encumbradas, “el movimiento ha tenido escasas consecuencias legales para los acusados”.
Entre las personas a las que se les probaron delitos se destacan el comediante Bill Cosby, condenado en 2018 y hoy encarcelado y en apelación; el médico del equipo olímpico de gimnasia de los Estados Unidos, Larry Nasar, sentenciado a 125 años; el ex decano de la Universidad Estatal de Michigan, William Strampel, por haber permitido las acciones de Nassar; el fotógrafo francés Jean-Claude Arnault, enarcelado en 2018; Keith Raniere, líder del culto Nxivm; la actriz Allison Mack asociada a Nxivm. El multimillonario Jeffrey Epstein, en cambio, apareció muerto en su celda antes de que se lo juzgara.
Hay también casos en desarrollo, como el del cantante R. Kelly (actualmente detenido sin posibilidad de fianza), el del chef Mario Batali (procesado), o los juicios contra el actor James Franco (sin procesamiento) o el ex director del Ballet de Nueva York Chase Finlay (sin procesamiento). Muchos procesos terminaron con un acuerdo de partes, como las denuncias contra el presentador de CBS Charlie Rose, la actriz Asia Argento y el actor Michael Weatherly. Y muchos otros se extinguieron sin lograr la atención de un tribunal, como el famoso caso del actor Kevin Spacey, el del ex agente de Hollywood Tyler Grasham, el del ex ejecutivo de Disney Jon Heely o el del actor Gérard Depardieu. Hay, por último, nuevas denuncias, como las que apuntan al cantante lírico Plácido Domingo.
Para aquellos casos en desarrollo o en apelación, la condena de Weinstein es una señal poderosa. Y también para los otros casos que el productor estrella de Hollywood enfrenta en California.
Según informó Los Angeles Times, los fiscales de esa ciudad van a esperar a que el tribunal de distrito de Manhattan dicte la sentencia de Weinstein, el 11 de marzo, antes de continuar. Pero —especuló el periódico— la decisión del jurado “probablemente los ayude a garantizar una condena en el caso” en la costa oeste de los Estados Unidos. La profesora de la Universidad del Sur de California (USC) Susan Estrich, autora de muchas investigaciones sobre casos de ataques sexuales, explicó: “La defensa que Weinstein intentó ha fallado. Y si no funcionó en Nueva York para violación, no va a funcionar aquí por agresión sexual”.
No sólo los fiscales de Los Ángeles conocen ya las estrategias de la defensa, y se pueden preparar, sino que el jurado deberá considerar esta condena como antecedente. Eso endurece también el margen de sentencia para el juez. Por otra parte, el hecho de que Weinstein esté en una cárcel al otro lado del país dificulta su defensa.
Ante este escenario, la profesora de derecho de la Universidad de Loyola Laurie Levenson, quien también es ex fiscal, dijo al Times que “es posible que los cargos del condado de Los Angeles se negocien y se haga un acuerdo de declaración de culpabilidad para evitar el juicio”.
Si bien los delitos que se le probaron a Weinstein se encuentran entre los menos graves de los que se lo acusó (fue exculpado de los más graves: agresión sexual depredadora y violación en primer grado), el veredicto es igualmente “una victoria enorme para las mujeres y las víctimas de ataques sexuales”, dijo la profesora de Derecho de la Universidad de Stanford Michele Dauber. “Mostró que los ciudadanos comunes comprenden la gravedad y el peligro de la violencia sexual mejor que muchos miembros de la profesión legal”.
Desde el punto de vista simbólico, agregó Tracy, la decisión del jurado “es una manifestación del cambio cultural que ha traído el movimiento #MeToo”. Pero también desde el punto de vista legal le parece relevante: “Había pruebas fuertes, pero a las mujeres históricamente no se les ha creído. El hecho de que se iniciara la acusación, en primer lugar, fue muy importante”.
En ese punto el significado del juicio contra Weinstein se amplía: sienta precedentes.
“Este es un caso que se ha observado en el mundo entero”, concluyó Tuerkheimer. “Creo que los sobrevivientes lo han observado, los fiscales lo han observado, los jurados potenciales de futuros casos lo han observado”. Y el mensaje que dejó es que este tipo de casos “a los que históricamente el sistema de justicia penal no ha respondido bien”, porque las partes no son extraños ni hay armas ni hay una denuncia inmediata, “también pueden ser procesados hasta la condena”.
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