Fue un niño obeso que debió soportar las crueles burlas de sus compañeros en la primaria, pero ese mismo sobrepeso -años después- sería el encanto de los personajes que lo volvieron famoso en toda Latinoamérica. Édgar Vivar triunfó al lado de Roberto Gómez Bolaños, Chespirito, gracias al señor Barriga y a Ñoño.
Como ocurría con el mismo Ñoño, Vivar era un constante objetivo de las bromas y ataques de otros niños, pero él no respondía como su personaje, con la famosa frase “míralo, eh, míralo eh”. El actor prefirió refugiarse en la lectura y hacer de los libros sus amigos inseparables.
“Sufrí de bullying en la primaria. Fue terrible, no fue fácil. No me quedaba más que pelearme con todo el mundo o aguantarme, me refugié mucho en la lectura, aprendí que el mejor compañero que podría tener era un libro”, recordó en una entrevista para La caja de Pandora, en YouTube, en diciembre de 2017.
Édgar Vivar, nacido el 28 de diciembre de 1948 en la Ciudad de México (y no en 1944, como se asegura en Wikipedia), supo también que la risa era una gran cura, y es que, como lo recordó en la misma charla hace un par de años, una de las anécdotas que más le quedaron grabadas fue durante su último día de la escuela primaria.
Su habilidad para la escritura lo llevó a ganar un concurso para redactar algún pensamiento sobre lo que significaba terminar esa etapa escolar.
Vivar subió al escenario en medio del patio y frente a la audiencia reunida leyó su escrito. Hasta ese momento, todo bien, pero, relató: “Al bajar del estrado me caí y me empecé a reír. Rompí con la solemnidad del momento”, explicó.
Aún sin saberlo entonces, Vivar experimentó por primera vez lo que significaba provocar risas sobre un escenario, pero tendrían que pasar algunos años hasta que hiciera de eso su profesión.
La vida había puesto a Vivar en otro camino. Estaba estudiando la preparatoria cuando -para cubrir unos créditos obligatorios- tuvo que inscribirse en una actividad estética. La clase de fotografía estaba llena y solo le quedaba la opción de teatro, así que entró a ese curso, aun cuando el profesor -Gonzalo Correa- no le caía nada bien, por su actitud y por ser popular con las chicas.
“Fui a la clase de teatro y me escuchó hablar, y pues tuve que subir al escenario, y me pidió tanto que subiera que ya no me volvió a bajar. Fue una experiencia muy determinante en mi vida”, recordó en una entrevista con Notimex en 2013.
Vivar siguió con sus estudios e ingresó a la Facultad de Medicina, de la Universidad Nacional Autónoma de México, sin que el gusto por el teatro fuera opacado, porque -según explicó- la actuación le había dado la “oportunidad de interpretar otra vida diferente a la de uno, memorizar, pretender ser otra persona, enfrentarse a un auditorio, poner las ideas en orden, ser consciente uno de su cuerpo, [lo que] es una ayuda maravillosa que da el teatro, aunque no seas actor”, recordó en la charla para YouTube de hace un par de años.
Cuando un cazatalentos lo descubrió y lo invitó a participar en un comercial, llegó el momento en que Vivar tomó una nueva decisión que cambiaría su vida. Por un solo comercial le pagaron 2.000 pesos, mucho más que lo obtenía en su internado, así que se arriesgó a ser “un mal actor de tiempo completo” que un mal médico.
De ahí, la historia de cómo conoció a Chespirito la ha contado en varias ocasiones. Durante su trabajo publicitario conoció a Nacho Brambila, director de comerciales que era muy amigo de Roberto Gómez Bolaños.
En la época que despuntaba ya la carrera de Chespirito, requería sumar gente a su equipo, e invitó a Brambila, pero este declinó la oferta y recomendó a Vivar.
Así que un día, el futuro señor Barriga contestó el teléfono en su casa, y del otro lado del auricular escuchó decir: “Quiero hablar con Édgar Vivar, habla Roberto Gómez Bolaños, Chespirito. Nacho Brambila te recomendó muy bien”.
Vivar tenía idea de quién era por los programas de los comediantes Viruta y Capulina, pues Gómez Bolaños era el guionista, pero más allá de eso, resultaba intrigante el motivo de su llamada.
Chespirito le preguntó si conocía el canal 8 de Telesistema Mexicano, y, muy seguro, Vivar le dijo que sí, aunque no tenía ni idea de lo que hablaba.
“Fui a verlo y me dijo: ‘Te vi en los comerciales, aquí vamos a hacer un programa de tv (Sábados de la fortuna)‘”, rememoró Vivar, quien además señaló que al presenciar las grabaciones, y ante la gracia de las escenas, se rió a todo pulmón en el foro, lo que provocó que tuvieran que cortar.
Gómez Bolaños se acercó a un apenado Vivar y comenzaron a charlar. Entonces, Chespirito le advirtió que en esa producción no usaban chícharo (el apuntador electrónico), y Édgar le preguntó qué era eso. “Estás contratado”, le respondió el comediante. Nació así la unión laboral que daría como resultado, precisamente, los entrañables personajes del señor Barriga, siempre recibido por algún golpe en la vecindad del Chavo, y quien nunca pudo cobrarle la renta a don Ramón; o el inolvidable Ñoño, el niño gordito víctima de las bromas del Chavo y de Quico.
Pero más allá del trabajo, entre Vivar y Chespirito se forjó una amistad de la que está orgulloso. “Agradezco siempre que haya tenido esa confianza de aceptarme y, lo mejor de todo, que me distinguió con su amistad, que es lo más valioso”.
Su momento más difícil
El éxito de El chavo del 8 lo llevó a ser reconocido en gran parte de América Latina, pero esa fama no lo salvó de vivir una difícil situación cuando dejó de transmitirse en Televisa el programa Chespirito, en donde Vivar interpretaba al famoso ladrón apodado el Botija, esposo de la Chimoltrufia (Florinda Meza).
“Cuando terminó el programa, la empresa con la que trabajaba sí me dio las gracias, y ya. Fue un buen aliciente, porque me había vuelto comodino al saber que tenía yo un salario trabajase o no, entonces, cuando se terminó el programa, pensé que se había acabado todo, pero no fue así. Pensé: ‘Se acaba el programa, pero no se acaba Édgar Vivar’. Tomé mis cosas y me fui a Sudamérica, a España, produje. El reto más difícil fue convencer a los productores de que podía hacer cosas diferentes”.
Sus problemas de salud
Esos kilos de más que lo caracterizaron durante décadas de pronto se volvieron en contra de Vivar, quien enfrentó serios problemas de salud, y por ello hoy agradece cada día.
“He estado cuatro veces en terapia intensiva”, recordó Vivar, quien llegó a pesar 160 kilos (que para su estatura de 1,68 representaban un sobrepeso de unos 100 kilos).
Aunque siempre fue un niño gordito, el verdadero problema comenzó cuando tenía unos 30 años, pues su obesidad mórbida lo llevó a tener serios problemas de salud.
“Tuve dos tromboembolias pulmonares (infartos pulmonares). Tengo funcionando solamente un pulmón, tengo un filtro en la vena cava”, explicó al periodista Gustavo Adolfo Infante en una charla en la que dijo que llegó un momento en el que pensó que hacía algo o se moría.
Vivar llegó a un punto en que se movía en silla de ruedas y dependía de un tanque de oxígeno, por lo que recurrió incluso al médico colombiano que operó a Diego Maradona, quien le advirtió de los riesgos de someterse a una cirugía bariátrica.
Desanimado por la idea de tener que bajar 20 kilos solo para poder operarse, el actor buscó la opinión de otro experto. Conoció al médico Buenaventura Leal, que finalmente lo operó y le permitió tener una nueva vida, ya sin tantos kilos de más.
El cuidado de su vida privada
Para Vivar su mayor logro es seguir con vida, y su mayor bendición, poder escoger el lugar donde quiere trabajar, llegó a comentar en alguna ocasión el hombre para quien el amor es su gran motor. “Amo a mi familia, a mis seres queridos, a personas con las que tú escoges compartir tu vida. Amo mi carrera, al público. Amo la vida en todas sus manifestaciones”.
Eso sí, lo que no se puede esperar es que comparta detalles de su vida íntima. Desde hace años trabaja en un libro de memorias que solo se publicará una vez que haya muerto, pues desea evitar así cualquier reclamo o demanda.
Cuando le preguntaron si lamentaba no haberse casado o no tener hijos, Vivar respondió “Nunca hablo de mi vida privada porque considero que es eso, privada”, así que solo desea que su público se quede “con el personaje”.
Vivar, admirador de películas como Ciudadano Kane y King Kong, dice ser consciente del tiempo: “Después de haber estado en terapia intensiva, el tiempo que estoy viviendo es extra”. Su único deseo ahora es “hacer cosas bonitas y compartirlas con la gente”.
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