Un sol pleno incendia las espaldas y nucas de trabajadores y arqueólogos en alguna ruina milenaria en Hatra, al norte de Irak. Hurgan entre los restos de una ciudad perdida tesoros de otra era. Un niño corre en busca de quien dirige las operaciones. “Encontraron algo. Cosas pequeñas”, dice el menor, a quien una tela roja y blanca le cubre su cabeza. Le habla al Padre Lankester Merrin, quien trabajando sobre sus cuclillas en su propio rincón se levanta para caminar hacia la novedad que analizan otros exploradores.
Una moneda llama apenas la atención del sacerdote que se agacha, toma una herramienta, revuelve un pequeño sitio y toma con sus manos lo que parece una pequeñísima escultura aún abrazada a la arcilla y la tierra. La limpia y logra rescatar lo que parece la cabeza de un ser demoníaco. Su rostro se transforma. Es Pazuzu, rey de los demonios del viento en la cultura asirio babilónica. Malos augurios, piensa.
Así es la primera de las escenas de una de las películas que más conmovieron al público en la historia del cine: El Exorcista. Fue estrenada el 26 de diciembre de 1973 en las salas de los Estados Unidos y Canadá. En total la secuencia en Irak dura alrededor de diez minutos, suficientes para vincular el estado paranormal en el que estaba inmerso Merrin con lo que sucedería después.
Dirigida por William Friedkin y basada en el libro de 1971 de William Peter Blatty, el film impactó de tal manera en la audiencia que muchas personas sufrían desmayos, ataques de llanto, crisis nerviosas. Algunos no podían terminarla por el terror vivido. “Es muy muy real”, “no me gusta, mejor me voy a casa”, “dio vuelta mi cabeza”, “es muy terrorífica”, “hizo que mi corazón latiera muy rápido”, “estoy muy asustada, nunca me ocurrió estar tan asustada". Las declaraciones se multiplicaban y repetían en cada una de las presentaciones. El Exorcista se convertía rápidamente en un fenómeno norteamericano que ganaba titulares en diarios y revistas e incontables informes en cadenas televisivas. Su destino estaba sellado y pronto se transformaría en un éxito mundial.
La película se basó en la novela del mismo título de Blatty, una obra de ficción, inspirada en un artículo periodístico del The Washington Post que el autor había leído cuando era estudiante en la Universidad de Georgetown, en Washington en 1949. La novela se convirtió en un best seller que vendió 13 millones de ejemplares. El autor había decidido cambiar el género del protagonista al que lo impactó en 1949 y adaptó algunos pasajes. En el film y en el libro es Linda Blair la que encarna a una niña de 12 años -Regan MacNeil- que está poseída por el diablo, diagnóstico al que se llega luego de que fuera sometida a toda clase de estudios psiquiátricos y neurológicos.
A medida que la extraña conducta de la pequeña aumenta, Friedkin presenta las miserias y rincones psicológicos de los personajes que completan la obra. Es así como el Padre Damien Karras (interpretado por Jason Miller, muerto en 2001) atraviesa la muerte de su madre que lo coloca de rodillas ante su fe, haciéndolo dudar no sólo de sus creencias sino también de cómo obrar respecto a la niña. En el trascurso del rodaje otros protagonistas cobran vuelo: el ya nombrado experimentado Padre Merrin (Max Von Sydow), el teniente William Kinderman (Lee J. Cobb), el Doctor Samuel Klein (Barton Heyman), y finalmente Chris MacNeil (en una brillante Ellen Burstyn).
Burstyn encarnó a una actriz -Chris MacNeil- que se mudó a Georgetown donde rodaba una película sobre activistas universitarios. De novia con otro actor, Burke Dennings (Jack MacGowran) se instaló junto a su hija en una gran casa atendida por dos empleados que los acompañaban todo el día. La pequeña de 12 años, Regan, comienza a mostrar conductas inapropiadas luego de jugar una noche con una tabla de Ouija. Chris se muestra cada vez más preocupada por su comportamiento y decide someterla a diversos análisis médicos y psicológicos. Pero nada anormal aparece en su cuerpo.
Una noche, mientras Burke cuidaba a una sedada Regan apareció muerto en la calle luego de lanzarse, en apariencia, por la ventana de la habitación de la niña. La Policía, en la piel del teniente Kinderman, tomó cartas en el asunto y comenzó a investigar el extraño deceso del actor y productor cinematográfico. Hombre de experiencia, el detective sabía que algo raro había ocurrido en aquel cuarto en apariencia infantil.
Acorralada por la angustia y la desesperación, Chris recurre al Padre Karras para que la asesorara. Los médicos ya no podían hacer nada y la situación crecía en dramatismo. El sacerdote analiza a Regan y concluye que estaba posesa luego observar cómo la joven hablaba idiomas que nunca había estudiado, levitara en su cama, retorciera su cabeza y finalmente le hiciera referencia a su madre, ya muerta, y cómo esto había impactado en su vida reciente. Karras sabe que el caso está fuera de sus capacidades y convoca a Merrin para que también lo ayudara ante la inminencia de un enfrentamiento con el demonio que la estaba matando. El veterano religioso tenía experiencia en otros exorcismos, pero creyó que nunca más debería combatir con una presencia semejante. Pazuzu volvía a escena en su vida.
El clásico de Friedkin tuvo tal impacto que se convirtió en un éxito monumental no sólo en los Estados Unidos y Canadá, sino en todo Europa y el resto del continente americano. Programas de televisión gastaban horas analizando cada uno de los personajes y las escenas y tejiendo teorías diversas respecto a la emisión. Todo el planeta hablaba de las partes más impresionables del film: desde la masturbación de la niña -quizás la escena más polémica- hasta su levitación. Al emplear efectos mecánicos innovadores, títeres de tamaño real, trucos de edición, iluminación y otras técnicas, Friedkin creó escenas que siguen icónicas para la industria cinematográfica.
La película fue nominada a diez premios Oscar en 1974, algo inédito para una de su género, incluyendo Mejor Película. Se quedó con dos estatuillas, Mejor Guión Adaptado y Mejor Efectos Sonoros. Pero los premios no terminaron: se hizo con cuatro Golden Globes a Mejor Película, Mejor Director, Mejor Atriz de Reparto (Linda Blair) y Mejor Guión. El Exorcista fue elegida como la mayor producción de terror de la historia, posicionándose por sobre El Resplandor en una encuesta realizada en línea realizada por HMV entre 6.500 personas. El Halloween de John Carpenter ocupó el tercer lugar por delante de Pesadilla en Calle Elm.
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