Edith González no perdió la sonrisa ni siquiera cuando su médico le dijo que no se podía hacer más por ella en su lucha contra el cáncer.
Con la misma sonrisa con la que solía ofrecer entrevistas a los medios de comunicación, o con la que posaba en sus fotografías de Instagram, Edith miró al doctor y se despidió de él moviendo la mano.
Sabía que a partir de entonces su estado sólo iría empeorando y por ello trató de arreglar cualquier asunto pendiente. Aunque no llegó a cumplir el sueño de la fiesta de XV años para su hija Constanza, sí le dejó una carta y dio algunas instrucciones a su familia y amigos cercanos respecto del cuidado de la adolescente.
Reservada como era, Edith comentó a muy pocas personas lo que estaba ocurriendo. El público y la mayoría de quienes la conocían creían que la batalla contra el cáncer de ovario era un asunto superado.
Sin embargo, a principios de este año algo comenzó a andar mal de nueva cuenta con Edith, quien se sentía muy cansada, con un dolor de espalda y oclusión intestinal.
También con una sonrisa fue como Edith ingresó a un hospital de la Ciudad de México, para seguir luchando por su vida, como lo hizo desde 2016, cuando le fue detectada la enfermedad.
Parecía que aún había opciones para Edith, pero cuando el sistema inmune falló, los médicos no le dieron más esperanzas.
Aun sabiendo que sus horas estaban contadas, Edith se mostró valiente. “A mí me apantalló. La manera de enterarse y decirle al doctor (adiós, con un gesto de la mano y una sonrisa). Fue impresionante. Te puedes ir con lágrimas o te puedes ir con ‘dios, ¿por qué yo?’ Nada”, recordó su hermano Víctor Manuel en el programa Ventaneando.
Tampoco hubo lágrimas ni lamentos cuando le dieron el diagnóstico de cáncer. “Órale, ya está, tengo cáncer. ¿Qué vamos a hacer, cómo procede el asunto? ¡Vamos todos a atacarlo!”, recordó que dijo al saber su estado de salud.
Con esa actitud positiva y amor por la vida enfrentó la batalla, pero el final para Edith llegó el 13 de junio de este año. Temprano en la mañana el rumor comenzó a circular en el medio sólo para confirmarse horas después: la protagonista de Doña Bárbara murió en la Ciudad de México. Tenía 54 años.
Para quienes la conocieron, para el público que siguió su trabajo en televisión desde finales de los años 70, el recuerdo de Edith permanece intacto.
La actriz nació en la ciudad de Monterrey el 10 de diciembre de 1964. Este martes habría llegado a los 55 años, pero no pudo celebrar un cumpleaños más junto a sus seres queridos, tampoco pudo estar presente en el festejo de los XV años de su hija Constanza, la ahora adolescente que nació en agosto de 2004, fruto de su relación con el político Santiago Creel.
Quien nunca ha dejado de recordarla ni de rendirle homenaje es Lorenzo Lazo, su viudo, el hombre que la acompañó en las buenas épocas, pero también en los tiempos oscuros de la enfermedad, el amor.
En varias ocasiones Lazo ha compartido imágenes de los últimos meses en la vida de Edith y apenas hace unos días participó en una subasta a favor de las causas benéficas que la actriz apoyó.
En una de sus últimas entrevistas, Edith sólo pudo aconsejar a sus seguidores: “Sueña muy alto, no te pongas techos de cristal. Los techos de cristal se los pone uno, y yo me puse varios por sentirme fea”.
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