El 24 de noviembre de 1992, la reina Isabel II pronunció un discurso para conmemorar sus cuatro décadas en el trono. Fue memorable por un frase que usó en latín: “annus horribilis” (“año horrible”). Los Windsor tuvieron que lidiar con la separación del príncipe Andrés de Sarah Ferguson, el divorcio de la princesa Anne, la explosiva publicación de la biografía de Diana de Andrew Morton, exponiendo su desastroso matrimonio con Carlos (la separación de la pareja se anunciaría al mes siguiente) y un incendio devastador en el castillo de Windsor, que luego se reparó polémicamente con millones de las arcas públicas. Sin demasiadas vueltas, la monarca dijo que “no era un año en el que miraría hacia atrás con placer”.
Sin embargo, este año puede ser en algunos sentidos aún más “horrible” que aquel 1992. La familia real británica no para de estar en los titulares de todo el mundo por sus malas decisiones. Todo indicaría que los únicos responsables del torbellino son los propios miembros del Palacio de Buckingham.
La estrecha amistad del duque de York con el criminal y pedófilo Jeffrey Epstein, quien se suicidó el 10 de agosto en una cárcel de Nueva York mientras esperaba un juicio por cargos de tráfico sexual, fue el último de los escándalos que explotó en Reino Unido. El daño causado por la desastrosa entrevista del príncipe Andrés en la BBC con Emily Maitlis no ayudó en nada a mejorar la imagen de la monarquía ante la opinión pública.
En ella, negó repetidamente las denuncias de una mujer que aseguró que fue abusada tres veces por él y alegó que la fotografía con la joven que lo denunció había sido trucada.
En sus declaraciones televisivas, el segundo hijo de la reina Isabel II de Inglaterra aseguró que no tiene recuerdos de Virginia Roberts, también conocida por el apellido de casada, Giuffre. “No ocurrió. Puedo decirle categóricamente que nunca pasó. No me acuerdo haber conocido alguna vez a esta señora”, insistió el príncipe, que se dijo dispuesto a declarar ante la justicia estadounidense “en circunstancias propicias”.
Giuffre, una de las denunciantes en el caso Epstein, afirmó que había sido forzada a mantener relaciones sexuales con el príncipe Andrés en Londres en 2001, cuando ella tenía 17 años, y después en otras dos ocasiones en Nueva York y en la isla privada del financista en el Caribe.
La primera vez fue en la casa de de Ghislaine Maxwell, la ex novia de Epstein, reclutadora de niñas y también acusada de violar a varias de ellas. Antes de ir a la casa de Maxwell, fueron a la discoteca Tramp Club en Londres. el príncipe Andrew, según ella, “sudó profusamente” esa noche.
Cuando Maitlis le pregunta sobre las acusaciones de Giuffre, el príncipe asegura que la historia no puede ser cierta, porque él estaba con sus hijas esa noche, y porque además, él, en ese entonces, padecía una condición que le impedía sudar, debido a una “sobredosis de adrenalina” que sufrió cuando recibió un disparó cuando sirvió en la Guerra de las Malvinas. Ya no padece la condición, dijo.
Fueron casi 50 minutos de entrevista que muchos consideran un “error catastrófico” y “un desastre mediático” para la Casa Real británica. Y el ex encargado de prensa del Palacio de Buckingham, Dickie Arbiter, describió la entrevista como “humillante” en declaraciones a la BBC.
Tanto los medios locales como los expertos reales se preguntan quién está asesorando a la familia real.
Horas más tarde , el duque de York anunciaba que se retiraba de la vida pública con el permiso de su madre. “He preguntado a Su Majestad (la Reina) si podía retirarme de mis actividades públicas por tiempo indefinido, y ella me ha dado su permiso”, anunció en un comunicado. A su vez, reconoció que sus vínculos con Epstein terminaron convirtiéndose en “un gran estorbo” para la familia real y las asociaciones caritativas que trabajan con ella. “Sigo lamentando mi errónea relación con Jeffrey Epstein”.
La reina Isabel y Felipe tienen cuatro hijos Carlos (70), Ana (69), Andrés (59) y Eduardo (55) pero el duques de York es su gran debilidad. Pese a ser muy estricta cuando se trata de modales y protocolo, la monarca perdona y permite a Andrés lo que prohíbe a sus otros hijos. En los últimos años, los asuntos personales del segundo hijo varón de Isabel II de Inglaterra lo han puesto en el foco mediático.
Otra relación del duque que molesta a la reina y en especial a su marido es la que tiene con su ex esposa Sarah Ferguson que retomó un papel protagónico en la vida de Andrew pese haberse separado en 1992 y divorciado en 1996. En la prensa británica siempre recuerdan cuando Fergie fue grabada a por una cámara oculta del ex periódico sensacionalista News of the World intentando vender a un falso empresario contactos comerciales con su ex marido a cambio de dinero.
Fergie “limpió su imagen” y en 2018 apareció como un miembro más de la familia real.
La culpa fue de Sarah Ferguson. Muchos en Reino Unido se preguntaban quién había sido el responsable de la entrevista, ya que en lugar de hacer un favor al duque de York y limpiar de alguna manera su imagen, el efecto fue completamente el contrario y resultó ser una maniobra desastrosa. ¿Quién fue la mano ejecutora? Todo apunta a Sarah Ferguson.
Así lo confirmó una fuente al Daily Mail’: “Andrés confía mucho en Sarah. Cuando surgió la posibilidad de esta entrevista, ella sintió que podría ser la mejor manera de limpiar su nombre y presentar al público una mirada del verdadero Andrew”. Muy buenas intenciones, sí, que no han tenido el efecto deseado.
Pero no fue la única entrevista que salió mal.
Meghan Markle y el príncipe Harry decidieron que su viaje oficial a Sudáfrica fuese el lugar propicio para hablar por primera vez ante las cámaras sobre el mal momento que viven en el centro de atención. El mes pasado, el duque de 35 años y la duquesa de Sussex, de 38, hablaron sobre el escrutinio público y del acoso que sufren de los tabloides en el explosivo programa Meghan and Harry: An African Journey, de la cadena ITV, en el que la ex actriz estadounidense reveló que no mucha gente le ha preguntado si ella está “bien”.
La ex actriz también admitió que está “existiendo, no viviendo” mientras lucha con las presiones de la vida real desde que se casó con Harry el año pasado. Casi al borde de las lágrimas, Markle dijo conmovida: “No mucha gente me ha preguntado si estoy bien”.
“Nunca pensé que esto sería fácil, pero pensé que sería justo y esa es la parte que es realmente difícil de conciliar”, reconocía la mamá de Archie, de seis meses.
En ese misma entrevista,Harry reconocía por primera vez las tensiones con su hermano mayor y admitía su distanciamiento con su hermano William al decir que ese momento estaban en “caminos separados” y casi no se veían. “Somos hermanos, siempre seremos hermanos, pero siempre estaré allí para él y, como sé, él siempre estará para mí".
"Mi madre me enseñó valores que siempre trataré de mantener, a pesar del papel y el trabajo que a veces conlleva. Ahora tengo una familia que proteger. Todo lo que pasó y lo que le sucedió sigue siendo increíblemente crudo todos los días. No soy paranoico, pero no quiero que se repita el pasado. No seré intimidado para llevar un juego que mató a mi madre”, fue la contundente respuesta del nieto de Isabel II sobre los ataques que tanto él como su esposa sufren de la prensa británica desde que casaron en mayo de 2018.
“Para mí y para mi esposa, por supuesto, hay muchas cosas que duelen, especialmente cuando la mayoría de ellas son falsas”, dijo Harry sobre el constante escrutinio de los medios de comunicación. “Pero todo lo que tenemos que hacer es centrarnos en ser reales, centrarnos en ser las personas que somos y defender lo que creemos", agregó.
Horas después del entreno del programa, Harry anunciaba que su esposa demandaba al Daily Mail por mentir sobre ella.
Las sinceras palabras de los duques de Sussex no convencieron al público y no recibió el apoyo público de su familia. A la reina así como a Carlos de Inglaterra no les gustó que el príncipe expusiera sus problemas personales antes las cámaras. Sin embargo, lo que más molestó fue que haya hecho público sus diferencias con William, segundo en la sucesión al trono.
Al parecer el primero en la línea de sucesión al trono está preocupado por su hijo menor y a su vez molesto porque siempre ha sido un firme apoyo de Markle, pero hay gestos de su nuera que no le gustan, como que ella canceló una reunión en el último minuto con él, o que en el verano europeo no acudieran a visitar a la Reina en Balmoral.
Pero eso no fue todo por parte de los duques. La pareja se tomará seis semanas de vacaciones y han decidido ausentarse para la celebración de Navidad con la reina Isabel II, de 93 años, para pasarla con su hijo Archie y con la madre de Meghan, Doria Ragland, en Los Ángeles. La primera fiestas que la monarca podía festejar con su último bisnieto y se le negó.
Pero la reina también tuvo problemas este año por culpa de su marido.
Desde que abandonó sus obligaciones institucionales en agosto de 2017, el príncipe elige las ocasiones en las que se deja ver en público en función de su ánimo y su salud.
Este año, en el mes de febrero, fue duramente criticado por irse de un violento accidente de tránsito que él provocó en una carretera cercana a la residencia real de Sandringham, en el condado de Norfolk, donde los monarcas residen durante gran parte del invierno.
Tras las críticas, renunció al carnet de conducir y pidió disculpas a la mujer .
“Quiero que sepa cuánto lamento mi papel en este accidente”, expresó el duque de Edimburgo a Emma Fairweather, pasajera del vehículo. “Solo puedo imaginar que no vi el automóvil que venía y estoy muy arrepentido por las consecuencias”, dice la carta, firmada de puño y letra con tinta azul por el esposo de la reina Isabel II de Inglaterra.
Su Majestad sigue con su actividad y nunca contesta personalmente a nada que involucre a su familia. El mismo día que su hijo abandonaba la vida pública a través de un comunicado , la reina celebraba 72 años de casada y se mostró de muy buen humor durante un evento. Cuando fue a firmar el libro de visitas en Chatham House, conocida también como el Instituto Real de Asuntos Internacionales, la reina preguntó por la fecha del día para poder escribirlo, a lo que rápidamente rectificó entre risas: “Bueno, claro que sé qué día es”, lo que también provocó las carcajadas del resto de asistentes. Fue un momento clave en el que el foco de atención volvió a a la Reina y se alejó momentáneamente del escándalo.
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