Brisa Fenoy (Algeciras, 1991) ha vivido desde dentro algunos de los fenómenos más destacados de la música actual española. Su éxito ‘Lo malo’ se convirtió en 2018 en la bandera del movimiento feminista en España gracias al impacto que consiguió en el reality televisivo ‘Operación Triunfo’. Pero reniega del mundo de la moda del que formó parte y este verano consiguió la carta de libertad para escapar de una de las grandes discográficas, donde se sentía enjaulada. Acaba de publicar ‘Amor o Poder’ (Temas de Hoy, Planeta), el manual de sabotaje de una artista que aspira a cambiar el sistema desde dentro.
- Con este libro has levantado ampollas, ¿no tienes miedo a que esa actitud kamikaze te pueda cerrar puertas?
- Vivimos en la autocensura, reconozco que me lo pensé mucho antes de publicar algunas cosas. Pero si no las decía me iba a engañar a mí misma. Un hombre de mi antiguo sello -el gigante Universal Music- me dijo: "Eres demasiado guapa para tener credibilidad en el mundo de la música, no vas a poder defender tu discurso, no te pega ser activista". Para mí escuchar eso fue demasiado heavy, te das cuenta de que no todo es color de rosa y las cosas no van a ser tan fáciles como habías pensado. Al denunciarlo, al menos siento que puedo ayudar a otras chicas y que se dejen de normalizar las actitudes machistas. Ojalá a partir de ahora esta gente se lo piense dos veces antes de decir esas burradas. Mi objetivo es hacer recapacitar y molestar un poquito al poder.
- ¿Cuándo empiezas a ser activista?
- Desde muy pequeña sentía dolor al ver la injusticia por televisión. Me indignaba y le preguntaba a mi padre si el mundo se podía cambiar. Él, que ha estado vinculado con la lucha social desde el sindicalismo anarquista, me decía que cada uno podía aportar algo. Esa semilla se me plantó desde pequeña. Vengo de una familia culta y solidaria. Soy de Algeciras, un lugar de frontera que conecta Europa con África y donde cada día está presente el problema de la migración. Eso te da una consciencia de lo privilegiados que somos algunos sólo por haber nacido en un trozo de tierra. Con el tiempo me he dado cuenta de que vivimos en Matrix. La lucha es contra una misma. No puedo cambiarlo todo pero haré lo que esté en mis manos.
- ¿Algún día te arrepentirás de haber dado la espalda a la industria?
- Aún hay gente dentro de mi antiguo sello a la que quiero mucho, incluso me ayudaron a luchar por mi carta de libertad. Comprendo que son multinacionales que necesitan conseguir beneficios. Si no alcanzas ciertos números, dejan de invertir en ti. Es normal, lo comprendo. Por suerte me di cuenta pronto de que yo no pertenecía a ese mundo y no he desperdiciado diez años enjaulada como le sucede a otros artistas.
- Tu primera experiencia profesional fue en la moda, ¿cuándo te diste cuenta de que eso no era la tuyo?
- Nunca quise ser modelo pero un fotógrafo me descubrió en Sevilla y me dijo que yo valía para posar. Quiso hacerme unas fotos. Acepté, pensé que algún día mis nietos podrían verlas. Tardé un año hasta que me atreví a ir a una agencia en Barcelona que se interesó por mí. Me prometieron que ganaría bastante dinero y sólo tendría que trabajar tres meses al año. Y empecé a viajar. Es un trabajo esclavo, basado en las relaciones de poder, te convierten en un maniquí, en un trozo de carne, o peor, en un envoltorio de plástico. Pero también aprendes el valor del esfuerzo, lo que cuesta ganarse la vida, conoces a chicas jovencísimas de Rusia o Rumanía que están 17 horas seguidas con un vestidito pasando frío, con fiebre y resfriadas. Yo siempre iba con un pianito en la maleta y cuando tenía un rato libre grababa mi música. Hasta que me di cuenta de que estaba perdiendo el tiempo porque no hacía lo que me gustaba. Y dije basta.
- Tras vivir los dos mundos en primera persona, ¿dónde has sufrido más actitudes machistas, en la moda o en la música?
- Mucho más en la moda, quizá porque entonces yo no era conocida. Ahora cuando voy a un shooting para alguna de las marcas con las que colaboro me tratan genial, me ofrecen cosas, me preguntan cómo estoy. Antes ni me dirigían la palabra, ni siquiera me daban un vaso de agua. Pero no creo que sea cuestión de hombres contra mujeres, sino de relaciones de poder. Sí es cierto que al ser mujer estás más expuesta al acoso, incluso con otros artistas. No te tratan de tú a tú, aunque no te conozcan intentan seducirte, algo que debería estar fuera de lugar en un entorno profesional. Te siguen en las redes sociales, te escriben mensajes privados. Sientes que tu creatividad y tu arte quedan en un segundo plano, lo que prima es el sexo. Yo no soy para nada así, un tío nunca me va a gustar porque sea el rey del pop y tenga millones de seguidores. Por eso les corto el rollo a los hombres y me convierto para ellos en la chica borde. Me da igual, que piensen lo que quieran.
- Llama la atención tu percepción de la belleza como una jaula en una época donde la imagen es lo más importante para la sociedad.
- Precisamente por eso. Hoy sólo se ve lo de fuera. Vivo en una cárcel que es mi cuerpo, lo que pienso por dentro no concuerda con la imagen que se tiene de mí desde el exterior. No estoy cómoda con el estereotipo que se asocia a la belleza, el de alguien arrogante y seguro de sí mismo, no me considero superior a nadie. Me he sentido siempre muy juzgada.
-¿Cómo es tu relación con otras mujeres en la música?
- Por desgracia siento que también entre las chicas se establecen relaciones tóxicas, donde la envida, la competitividad y los celos están por encima del compañerismo. El ego lo mueve todo en la industria, te venden que es necesario pisar al otro para triunfar. Eso lo veo muchísimo en la música. La fama genera una sensación de insatisfacción constante, siempre va a haber alguien que tenga más poder, éxito y dinero que tú. Hay mucho vacío, me siento bastante sola, es triste. Me llevo mejor con los artistas mayores, generalmente hombres homosexuales.
Vivo en una cárcel que es mi cuerpo, lo que pienso por dentro no concuerda con la imagen que se tiene de mí desde el exterior
- “Uno abusa sólo cuando hay alguien que se deja abusar”, dices en un pasaje del libro.
- Las mujeres no nos tenemos que dejar abusar. Antes no había esa conciencia colectiva, éramos muy sumisas, en mi ámbito lo veía: la mujer siempre debe decir que sí, agradar, poner la comida en la mesa al marido, cuidar al niño, estar perfecta como una muñequita. Hay que romper con todo eso, y estamos en ello, ya hay muchas mujeres destrozando estereotipos. En la música mainstream hay chicas que siguen fomentando una imagen híper sexualizada, ellas también son víctimas, creen que ese es el empoderamiento femenino y la libertad, pero para mí no lo es. Deben prevalecer nuestros logros en lugar de nuestra imagen. Por decir cosas como estas me han llamado “feminazi”.
- También abogas por superar esa guerra que divide entre dos bandos: los hombres malos y las mujeres buenas. Es un punto de vista muy original desde dentro del movimiento feminista hoy día.
- El feminismo es la libertad entre hombres y mujeres. Es una lucha de todas y todos, a mí no me vale ese discurso que se usa desde ciertos sectores de que los hombres tienen que permanecer callados. Todo lo contrario: tiene que haber voces de hombres en el movimiento. Ellos tienen que estar igual de informados y ser proactivos, porque es una lucha de los dos. Es por eso que yo hablo más de humanismo que de feminismo, la idea es la igualdad de todos en este planeta. Hay gente muy cerrada en ese sentido.
La fama genera una sensación de insatisfacción constante, siempre va a haber alguien que tenga más poder, éxito y dinero que tú
- En el libro te atreves a denunciar situaciones que muy pocos artistas han criticado antes, como por ejemplo el linchamiento de los fans por redes sociales.
- Un día te convierten en una estrella y al siguiente te masacran. Es horrible, te pueden llegar a hundir psicológicamente. A mí me han llamado de todo: gilipollas, hija de puta, me han dicho que les doy asco. Pero lo que más me dolió es que me llamaran racista por una campaña de fotos que hice. ¿Racista yo, acaso saben de dónde vengo? ¿Han escuchado canciones como 'Jericó'? ¿Saben que colaboro con el Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes de Barcelona para defender la dignidad de todas estas personas que tuvieron que huir de su país? Es demoledor, te genera ansiedad, te sientes mal contigo misma, no me quiero imaginar cómo lo sufrirán otros artistas que tienen muchos más fans que yo. Por eso es importante denunciarlo, para que la gente se dé cuenta de que no está bien insultar libremente, al otro lado hay una persona real que sufre.
Los fans un día te convierten en una estrella y al siguiente te masacran. Es horrible, te pueden llegar a hundir psicológicamente
- Tu canción ‘Lo malo’ se popularizó cuando la interpretaron las concursantes de ‘Operación Triunfo’ Aitana y Ana Guerra. ¿Cuál es tu visión de estos concursos musicales para televisión?
- Todo tiene su cara y su cruz. En general no lo veo positivo, no es algo que me guste promover porque perjudica a la industria y fomenta productos rápidos, ocupando el espacio de otros artistas que llevan más tiempo trabajando. Es cierto que da una oportunidad a los aspirantes a dedicarse a su vocación pero debe ser jodido psicológicamente para ellos, de la noche a la mañana te suben al cielo y al día siguiente te destruyen. Es imposible asimilar esa presión cuando eres tan joven. Además fomenta la competitividad más feroz, sólo puede ganar uno, me gustaría que primaran otros valores como el de la cooperación pero comprendo que eso no da morbo a la audiencia.