Para quienes gustan del cine italiano de los años 60, el de glorias como Fellini, Visconti, De Sica y Rossellini, la escena es inolvidable: Sophia Loren aparece con un vestido medio abierto, pone música mientras un expectante Marcello Mastroianni la observa en un rincón de la cama. Sophia comienza a quitarse el vestido al ritmo de la música. Aparece entonces su escultural figura en lencería. Se quita una media ante Marcello, quien solo atina a aullar. Continúa con su striptease lleno de sonrisas y seducción. Cuando está a punto de quitarse el sostén, recuerda que hay un asunto por el que no puede seguir, y el coqueteo termina ante un incrédulo Marcello.
La escena es de Ayer, hoy y mañana (Ieri, Oggi e Domani), la cinta cómica estrenada en Italia en 1963. Sophia tiene entonces 29 años, está en el punto más alto de su fama y también en pleno esplendor de su legendaria belleza.
Nacida en Roma el 20 de septiembre de 1934, Sophia siempre se sintió y se definió como napolitana. Cuando se estrenó Ayer, hoy y mañana, la estrella tenía en su carrera ya unas treinta películas, algunas bajo el nombre de Sofia Scicolone o Sophia Lazzaro.
También entonces había superado ya una difícil infancia, marcada por la guerra y la pobreza y una distante relación con su padre, quien solo le dio el apellido pero nunca se hizo cargo ni de ella ni de su hermana.
"Mi vida no es un cuento de hadas. Cuando eres pequeña y vives en una guerra es muy doloroso. No puedes dormir a causa del sonido de las bombas, de los disparos, de oír que tus cercanos han muerto. Y piensas que debes estudiar para salir de aquello. Pero regresas al colegio y el sonido de los disparos vuelve a retumbar en ti, y piensas por momentos que tu vida va a ser siempre igual, que nunca saldrás de aquello", declaró a Harper's Bazaar el año pasado.
Hija de una madre soltera muy atractiva, Sophia lo pasaba mal cuando iba a la escuela, por ella. "Rezaba a Dios para que mi madre no viniese a buscarme al colegio: su belleza exagerada me hacía sentir vergüenza. Era demasiado rubia, demasiado alta y, sobre todo, no estaba casada. Yo, en cambio, era morena y delgadísima. Me llamaban Palillo".
Fue también su madre, Romilda Villaldi, quien impulsó la carrera de Loren. Cumplió su sueño de convertirse en actriz a través de su hija.
Romilda animó a su hija a participar en concursos y pruebas de belleza, y a los 14 años Sophia ya era Princesa del Mar, y con solo 15 se presentó en Miss Italia.
A los 16 fue con su madre a los estudios de Cinecittá para conseguir un papel de extra en Quo Vadis. Sophia ganó por ese trabajo algo así como 800 euros actuales, y pudo alimentar a su familia por dos semanas.
Supo entonces que ahí estaba su futuro. Pero, como ella misma lo declaró, para ser actriz hay que tener mucha fe y soportar los golpes. "Ser capaz de entrar en una profesión difícil requiere de un anhelo de fe en uno mismo. Debes ser capaz de mantenerte bajo los golpes que te hacen tambalear. No existe un código de conducta que ayude a los principiantes. Esto explica por qué algunas personas con un talento mediocre, pero con un gran impulso interno, llegan muy por delante de las personas con un talento enormemente mayor".
Tres años antes de Ayer, hoy y mañana había hecho historia al alzarse con el Oscar a la mejor actriz por su trabajo en La Ciociara (Dos mujeres), una adaptación de la novela de Alberto Moravia.
La fuerza y garra que Sophia dio a su personaje de Cesira convenció a los miembros de la Academia de Hollywood para darle la estatuilla. Era la primera vez que una mejor lo conseguía por una actuación en un idioma distinto al inglés.
En Sophia se combinan un innegable talento para la actuación, pero también una belleza incuestionable que parece no extinguirse.
Siempre sencilla, la actriz llegó a declarar sin tapujos sobre la sensualidad:
El sex appeal está compuesto 50% por aquello que una tiene y el otro 50% por lo que los otros piensan que una tiene
Así, divertida y bromista, la eterna pareja de Marcello Mastroianni en el cine dedicó su vida a su carrera, pero también a la familia que formó con el productor Carlo Ponti, con quien protagonizó un romance de escándalo.
Se conocieron cuando él estaba casado y tenía 39 años. Sophia era entonces una joven de 17 años. Como en Italia no estaba permitido el divorcio, la relación entre ambos parecía estar destinada a lo clandestino.
Pero el amor fue más fuerte, y viajaron hasta México para casarse en 1957. Solo la muerte de Carlo Ponti, en 2007, los separó.
Ningún galán del cine europeo ni de Hollywood pudo arrebatar a Sophia de los brazos de Carlo, con quien estuvo medio siglo y quien fue el padre de sus hijos, Carlo y Edoardo.
En su libro de memorias, llamado precisamente Ayer, hoy y mañana y publicado con motivo de su cumpleaños 80, Loren recordó -por ejemplo- el acercamiento que tuvo con Cary Grant. "Era alto, gallardo y guapísimo. Era un hombre fascinante con una mirada cálida y tierna al mismo tiempo, que en el plató me hacía sentir protegida".
Aunque Cary trató de conquistar a la estrella italiana, Sophia se mantuvo fiel a Carlo, al igual que lo hizo cuando Peter Sellers quedó cautivado con su belleza y buscó en ella consuelo ante su reciente divorcio.
"Estaba dejando a su mujer y necesitaba consuelo. Él me miraba con sus grandes ojos llorosos de perro apaleado y yo correspondía a su mirada con afecto. Y esto le bastaba para reconfortarlo".
Con quien no hubo nada de química fue con Marlon Brando. Ambos trabajaron en La condesa de Hong Kong (1967) y cuando él trató de ir más allá con Loren, ella le puso un alto. "Lo miré y con calma, mucha calma, le solté: 'Ni se te ocurra. No tienes ni idea de cómo puedo reaccionar: debes tenerme miedo".
De Marcello Mastroianni, su compañero en 12 películas, Sophia no tuvo más que buenos recuerdos. Aunque la prensa siempre trató de ver un romance ahí, lo cierto es que para la actriz él fue un gran amigo.
"La química era tan palpable que la gente se preguntaba si había algo entre nosotros. La respuesta es no… He rodado con él tantas historias que puedo decir que he pasado veinte años de mi vida trabajando junto a él. Para mí él ha sido el más insustituible y maravilloso amigo de mi vida."
Para Loren la vida es un proceso de descubrimiento y nunca ha tenido temor a equivocarse. "Después de todos estos años, todavía estoy involucrada en el proceso de descubrirme a mí misma. Es mejor explorar la vida y cometer errores que estar seguro. Los errores son parte de los impuestos que uno paga por una vida plena".
A quienes le preguntan sobre su belleza eterna, Loren les aconseja: “Hay una fuente de juventud: está en tu mente, en tus talentos, en la creatividad que traes a la vida. Cuando aprendas a aprovechar esta fuente, habrás vencido a la edad”.