El fallecido músico mexicano conoció al escritor colombiano en un museo de Monterrey (Video: Imagen)
Con la muerte del músico mexicano Celso Piña a los 66 años por un ataque al corazón, se revivió la anécdota que lo unirá para siempre con el escritor colombiano Gabriel García Márquez.
La fusión de ritmos con la cumbia colombiana convirtió al "Rebelde del acordeón" en un fenómeno musical, pero también cultural. Todas las clases sociales bailaron con sus canciones, y hasta García Márquez no se resistió.
Ocurrió en el 2 de septiembre de 2003 en Monterrey, Nuevo León, México, en el Museo de Arte Contemporáneo.
En una entrevista de 2014 con el periodista Gustavo Adolfo Infante, Celso Piña recordó el momento y relató la anécdota que incluyó hasta las palabras que le dijo García Márquez después de haber bailado.
"Fue algo inesperado. No fue buscado. Fue inesperado para él y para mí. La razón es que cada vez que él iba a presentar alguna de sus obras, a algún museo, le llevaban música de acordeón, pero alguien de por ahí se le ocurrió hablarme", comenzó a contar.
Me dijeron: ‘Oye, Celso, ¿no te gustaría venir a ambientar el museo Marco?, viene García Márquez. Yo tenía unos 4 o 5 días libres. Al otro día le hablé a mi hermano y llegamos. Me pusieron en una esquina, probamos audio y me dijeron que tocara.
"Yo estaba tocando, cuando se abre derepente la cortina mágica y se viene la bola de gente, y en medio, el maestro. Seguí tocando, entró el maestro con la crema y nata de Monterrey, Nuevo León. Le indican su mesa, y antes de llegar a su mesa, voltea a donde estábamos nosotros, se nos queda mirando, siguió caminando, llega, sienta a la esposa y él se va en medio del salón", recordó con una sonrisa.
Se desabrocha el último botón de la americana que llevaba y comienza a bailar. Bien sabroso que se movía el maestro. Obligados o no obligados, todos tuvieron que bailar.
Celso Piña, quien murió este 21 de agosto, relató que tras bailar la primer canción, el escritor le me mandó a pedir otra, conocida como la 'Reina de cumbias'. "Como que traía ganas el maestro, y luego me pidió 'La madre de todas las cumbias'. Dudé, pero él me dijo que me escuchó tocarla cuando llegó al lugar".
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Después de bailar, se sentó y me habló. Me tomó de las manos y me dijo: 'Celso, gracias por poner muy en alto nuestro folclor musical, y procura ser siempre un buen hombre'. Fue algo que se me quedó en la cabeza siempre y nunca lo había dicho.
En otra entrevista, Celso Piña había comentado con más humor:
"En el 2003 me topé a García Márquez en el Museo de Arte Contemporáneo allá en Monterrey, el Marco; de ahí empezó su interés de cómo se debe tocar el acordeón, la caja y la guacharaca. Como yo se lo dije, entonces le impactó lo mío y creo que de seguro pensó: ¡Pero si yo vengo de donde está la crema y nata de la cumbia y del vallenato, y mira qué bueno es este pelao de aquí del norte…!", dijo en entrevista con la revista Proceso.
Celso Piña sabía que la fusión de estilos en su música, y tocar ritmos de Colombia, siendo mexicano, era el toque particular que lo llevó a la cima. "Yo creo que eso es lo que me ha dado el favoritismo ante la gente, de que siendo un regio, haga esto, que no tiene nada que ver, aparentemente, con Monterrey. Pero la música es música. La música no tiene fronteras, ni idiomas, es el idioma de Dios".