Por Mariana Dahbar
Luego de dos años ausente de los escenarios de México, Ricardo Montaner se reencontró con su público el 8 de mayo, en el imponente Auditorio Nacional. Una hora antes del show, el artista recibió en exclusiva a Infobae México en su camarín. Descalzo y de buen humor, habló de su nuevo disco, que saldrá el próximo 24 de mayo, y de su gira de conciertos por Latinoamérica.
A la hora de conversar sobre Venezuela, se puso serio y afirmó que ya es hora de dejar de hablar y de cumplir con los venezolanos, y aseguró: "La única manera de que Venezuela se salve de esta hecatombe es con la ayuda de militares internacionales".
Criticó la tibieza del Papa ante la realidad del dolor de sus hermanos venezolanos: "La tibieza duele, es como un 'no estar', como si no doliera del todo. Francisco es el jefe del Estado de la Iglesia, y la Iglesia tiene que estar ahí".
Con solo diez minutos de atraso, el espectáculo abrió con el tema "La chica del ascensor", y continuó con el mejor repertorio del cantante. La noche contó con dos momentos muy especiales: cuando subió al escenario el joven uruguayo Braulio Assanelli, ganador de La Voz Argentina en 2018, y cuando, en el cierre del show, subió al escenario su hija Evaluna y cantaron juntos.
Con su voz indiscutible y con una humildad que lo potencia, Ricardo Montaner otra vez lo hizo: revalidó con creces su título de "embajador de la emoción sin límites ni fronteras".
—¿Dónde encontramos a Montaner hoy?
—Es mi regreso a México luego de casi dos años de que no vengo al Auditorio. Vamos a hacer Auditorio y Monterrey, y luego continuaremos la gira por toda la república mexicana, que es un país inmenso.
—Hace horas se acaba de conocer tu nuevo sencillo, "No me hagas daño", ¿de qué se trata?
—"No me hagas daño" es una canción muy triste. Es la primera de todo el disco nuevo que compuse, junto con unos amigos. Es una historia, como bien lo dice la letra, de prácticamente un final. Pero él le dice a ella que él es muy fácil de engañar, que entonces no le hace falta demasiado trabajo para dañarlo.
El video lo dirigió Marlen, como siempre, en donde el invitado protagonista es Nicky Jam, con una presentadora venezolana, Patricia Zavala.
—¿Qué te hace daño, en lo personal, hoy?
—Tengo una lista grandota para hacerte, pero, quizá, lo primordial, es la gente. Es la misma gente que no es considerada consigo misma y mucho menos con los demás, con el planeta en el que vive, con el país y con su pueblo. Gente que destruye más que construir. Gente
que está para criticar en vez de para aportar.
—¿Por ejemplo?
— Cuando tienes una iniciativa y quieres ayudar a la niñez, como en nuestro caso, que tenemos nuestra fundación, lejos de venir y aportar, no solamente dinero, lo más importante es que vengan y digan: "Yo estoy contigo en este proyecto". Y las organizaciones y los Gobiernos te ponen último en la fila a la hora de dar ayuda. La gente es muy rara, nosotros somos muy raros.
"Ya es hora de dejar de hablar y de cumplir con los venezolanos"
—¿Cómo viviste el tema de la Operación Libertad en Venezuela?
—Lo que pasó siento que es un capítulo, uno más de esta lucha que ya lleva muchos años. Un capítulo en donde le parece a la gente que no se ha avanzado, pero sí se ha avanzado. Parecerá una ilusión óptica ver a Leopoldo López parado en una autopista después de casi 6 años de estar preso, a la gente puede parecerle una fantasía, pero no lo es. Ahora está refugiado, "entre comillas", porque sabe que su vida y su integridad corren peligro. Pero está en Caracas, está en Venezuela. Y el presidente Guaidó está haciendo todo lo que tiene que hacer.
—¿Qué sientes ante la situación de Venezuela hoy?
—Creo que ya es hora de dejar de hablar y de cumplir con los venezolanos. Toda la comunidad internacional, que si bien apoya moralmente con ayuda de comida y de medicinas, ahora se tiene que poner pilas y tiene que tomar un rol mucho más protagónico.
La única manera de que Venezuela se salve de esta hecatombe en la que está entrando es con la ayuda, definitivamente, internacional, con la ayuda de militares internacionales.
—¿Sientes que todos los países del mundo están apoyando lo suficiente a Guaidó?
—Hay más de cincuenta países que reconocen a Guaidó como el presidente constitucional encargado. En todo caso, ese apoyo moral tiene que, ahora, pasar a los hechos.
El otro día escuché a un señor que dijo que debería, por ejemplo, entre otras cosas, la Asamblea Nacional decretar la anulación de todos los pasaportes venezolanos del planeta. Anular esos pasaportes que son del antiguo gobierno. Hoy hay muchos venezolanos que están sin papeles, a mi esposa se le vence en cuatro meses su pasaporte.
—¿Y que van hacer cuando pasen esos cuatro meses?
—Estamos tratando de hacer mil cosas, una de ellas es que se va a nacionalizar argentina, porque yo le doy mi nacionalidad. Pero los venezolanos están desamparados en todo el mundo.
—Ante esta realidad, ¿cuál piensas que sería una posible solución?
—Anular los pasaportes actuales y decretar[los] con el nuevo personal que va a haber en las embajadas y en los consulados de Venezuela, que son de la nueva administración del presidente interino, la autorización de un pasaporte. Estoy seguro de que todos los países lo van a aplaudir y la gente va poder trasladarse a todos lados.
—¿Crees que el Papa debiera haber intervenido con un poco más de vehemencia ante la realidad de Venezuela?
—Yo no creo en la tibieza. La tibieza es algo doloroso, es como no estar. Es como que no te doliera del todo. Siento que la participación del papa Francisco como la cabeza de la Iglesia católica en el mundo entero debió haber sido desde un comienzo mucho más firme y mucho más apegada a los dolores del pueblo.
Reconozco que muchas veces, porque él es un jefe de Estado, se protege de no intervenir, pero él no es el jefe de un Estado común y corriente, él es el jefe del Estado de la Iglesia, y la Iglesia tiene que estar ahí.
Cuando él fue elegido papa, me alegré mucho, pues porque tenemos las mismas raíces, nacimos en el mismo país, y lo aplaudí tanto y me emocioné tanto cuando lo vi ya abrir la ventana y asomarse ahí en el Vaticano. Me emocioné porque es un papa latinoamericano. Me gustaba que usara los mismos zapatos de antes.
Pero a mí me hubiera encantado que un día se tomara el avión de manera imprevista y llegara a Venezuela a abrazar a los pobres de allá. A abrazar sin previo aviso.
Él tiene inmunidad, puede entrar como cualquier otro presidente, podría haber llegado allá aunque sea dos horas a abrazar a la gente que está sufriendo y a constatar con ojos propios la desgracia en la que el pueblo venezolano está sumergido.