Cuando se está por cumplir un año de su desembarco en la realeza británica, la figura de Meghan Markle aparece incómoda: despierta suspicacias en la familia real, genera más odios y pasiones en la población que el mismísimo Brexit y obsesiona a la prensa al nivel que alguna vez lo hizo la Princesa Diana.
Lo cierto, por el momento, es que la presencia de esta actriz estadounidense de 37 años, ex estrella de la serie Suits, divorciada, feminista y mitad afroamericana, ya ha sacudido a la familia real, y lo más probable es que continúe haciéndolo. Aunque puede que a un costo demasiado alto.
Mientras sus esfuerzos por encajar aparecen como insuficientes, los pocos gestos en los que ha mostrado su personalidad han sido cuestionados, magnificados y convertidos en escándalo.
"Será condenada si hace, y será condenada si no hace". Con esta frase que aplica a casi todas sus acciones a lo largo de los últimos meses, el periodista especializado David Jenkins resume el fenómeno que se desarrolla detrás de la Duquesa, en un artículo publicado en Tatler y titulado "Un año de Meghanomanía".
Markle contrajo matrimonio en mayo de 2018, casi seis meses después de anunciar su compromiso, y tras dos años de relación con el príncipe Harry. La danza que aceptó bailar al compás de la partitura real la terminó en octubre pasado, al anunciar su primer embarazo.
Pero no se trata sólo de cumplir con el protocolo. La duquesa también cumplió con las exigentes tareas que vienen con su título nobiliario: más de cien actos de la agenda oficial, la obediencia ante los pedidos de la reina Isabel II -entre ellos el reciente viaje de la pareja a Marruecos-, sus frecuentes colaboraciones benéficas, patronazgos reales y, con un embarazo casi a término, la realización de apariciones no agendadas -aunque siempre bien valoradas- en eventos juntos a los más desfavorecidos.
En la balanza de la monarquía británica, sin embargo, ninguna de esas acciones parece alcanzar. Algunos fallidos -que van desde cruzar las piernas en un acto oficial, pronunciar palabras indebidas, hasta tocarse 'demasiado' la panza de embarazada (¿cuántas veces serían acaso las adecuadas?)- le han valido gestos desaprobatorios y susurros maliciosos.
A eso se ha sumado la enorme dedicación de la prensa en su supuesta rivalidad con su concuñada, Kate Middleton, a la aparente desaprobación de la reina Isabel II, al presunto odio de la esposa del Príncipe Carlos, Camila Parker Bowles… Y la lista de los rumores continúa con apodos, comentarios sobre su mal carácter, sus ambiciones, y su despilfarro.
Gastos desmesurados, deserciones en el personal y enfrentamientos familiares
Uno de los episodios que ha salpicado en forma de escándalo a la ex actriz ha sido el viaje de 5 días que realizó en el mes de febrero a la ciudad de Nueva York, donde un grupo de amigas organizó un 'Baby Shower'. De acuerdo con los medios británicos, los 5 días en la Gran Manzana habrían costado nada menos que USD 500.000.
La suma incluiría el vuelo a bordo de un jet privado, la estadía en un penthouse suite del hotel The Mark, en el Upper East Side, y la contratación de la exclusiva arpista Erin Hill, quien habría deleitado a los asistentes con su música. No obstante, la corona británica salió a defender a Markle y aclaró que fue un viaje "financiado de manera privada".
Unas 15 personas asistieron al exclusivo evento, todas del círculo íntimo de la ahora duquesa, quien quizás apenas buscaba compartir el especial momento de su embarazo con sus seres queridos. Sus íntimas amigas, la tenista Serena Williams y la abogada Amal Clooney estuvieron allí, además de la estilista Jessica Mulroney; la diseñadora Misha Nonoo; la presentadora Gayle King; Abigail Spencer, la actriz y compañera de Meghan en Suits, y el maquillador Daniel Martin.
Antes de eso, la Duquesa de Sussex había sido tapa de los tabloides británicos debido a la renuncia de Samantha Cohen, de 50 años, integrante clave del personal que habría rechazado continuar en su puesto después del nacimiento del primer hijo de los duques, previsto para fines de abril.
La noticia, que en otro contexto podría parecer trivial, ha alimentado los rumores de que no es nada fácil trabajar para Markle, y refieren a su supuesto mal carácter y sus actitudes despóticas.
Puede que sea uno de los motivos por el que, según filtraciones a la prensa recientes, en los pasillos del Palacio de Buckingham se comenta que la llaman "Me-Gain", que a través de un juego de palabras con su nombre se traduce al español como "Yo gano".
El aluvión de ataques mediáticos y comentarios negativos en las redes sociales fue más fuerte, sin embargo, desde que se habla de la presunta enemistad de Meghan Markle con su concuñada, Kate Middleton.
Una mudanza que alejó a las parejas de los príncipes, un cumpleaños al que Markle no fue invitada, varios meses en las que no se las vio juntas y supuestos 'duelos de estilos' entre ambas. Todo ha alimentado el a veces morboso deseo de un enfrentamiento entre las dos bellas y jóvenes mujeres, que además comparten su origen plebeyo.
En el último tiempo, con todo, ambas han vuelto a hacer apariciones en público, en las que se han mostrado sonrientes y simpáticas, demostrando lo que ya habían adelantado varias personas de su círculo íntimo: que la supuesta distancia entre Middleton y Markle quizás sólo fuera un problema de agendas ajustadas.
Todo lo anterior sugiere que posiblemente "el choque cultural" haya sido el principal detonante de ciertas tensiones -o quizás sea más apropiado hablar de roces- con la nueva integrante de la familia real. La mentalidad estadounidense, más ajena a la búsqueda por guardar las apariencias, puede resultar incompatible con una familia sujeta a estrictas tradiciones, al tiempo que la estructurada vida que propone la monarquía naturalmente podría desorientar a una mujer de 37 años.
Pero las dificultades para la adaptación no han sido ajenas a nadie: cuando había transcurrido la misma cantidad de tiempo desde el matrimonio de la princesa Diana con Carlos, la madre de Harry le confió al escritor y biógrafo Andrew Morton que se sentía "exhausta". Habrá que dar una nueva oportunidad a Markle y a la familia real para por fin acostumbrarse a lidiar con sus diferencias.
MÁS SOBRE ESTE TEMA: