Quizá impactaría enumerar la cantidad de premios y reconocimientos que ha tenido a lo largo de su carrera. O, tal vez, mencionar la multimillonaria cifra de discos que su público ha comprado. Probablemente maravillaría referir que es uno de los pocos cantantes de habla hispana que tiene nombre propio en todo el mundo. Y, sin embargo, todo eso no alcanza para introducir a un reportaje con Ricardo Montaner.
Sin dudas, lo más adecuado es decir que es un ser humano de bien. Directo, cariñoso, con mucho sentido del humor, preocupado por el prójimo, creyente en un Dios que es antes que nada amor y no juzgamiento y, muy especialmente, el padre de una familia que constituyó con su amada Marlene con quien comparte la vida desde hace casi 30 años.
Montaner es argentino y venezolano. De su patria por adopción habla con dolor: "Quiero que se vaya", afirma sobre Nicolás Maduro. "Nos va a llevar dos generaciones reconstruir Venezuela", agregó.
— ¿En qué momento, para mí glorioso, de tu vida estás?
— Este tipo de cosas que estoy haciendo ahora en La Voz, en tres países, y que he hecho en Idol varias veces y en un formato parecido que se llamaba Cantando por un sueño, en México, me acerca mucho a la gente. Me permite sembrarle a la gente un poco más que música solamente y permite que la gente me conozca un poco más adentro. Entonces en qué momento estoy, estoy en ese momento. En el momento en que puedo un poco dar vuelta lo que tengo adentro y que la gente lo pueda conocer, ¿no?
— Hay algo que vos tenés que decirle a la gente con la excusa del concurso de canto…
— Yo siento que estoy un momento de mi vida en el cual yo siento que tengo que devolverle algo a la Argentina. Yo creo que tengo una deuda que va más allá de la música con Argentina. Yo nací aquí y a los 7 años y medio, 8 años, me llevaron a vivir a Venezuela. Yo no pedí que me sacaran de aquí, yo tenía mis amiguitos, yo pensé que esos iban a ser mis amiguitos para siempre, yo tenía en mi mente que yo iba a jugar al fútbol. O sea yo tenía en mi mente que mi maestra iba a ser la misma maestra siempre. Entonces cuando te erradican, cuando te sacan, de alguna manera tienes… El primer quiebre de mi vida fue ese. Y siento que me quedé con cosas pendientes. Perdí la huella de mis amiguitos. Perdí la huella del primer amor que tuve a los 4 años. Perdí la huella de mi maestra. Y yo le decía a Marlene, bueno, de mi familia mismo, familia que veo cada cinco años y por un ratito muchas veces, y está muy mal, en un camerino que me vienen a ver al show. Entonces eso es horrible. Esta venida a la Argentina me ha permitido darme el gusto de poder pisar mi barrio de nuevo, de reencontrarme con gente, y de ver más a mi primo últimamente que lo que lo he visto en los últimos treinta años, por ejemplo.
— En uno de los capítulos contaste sobre una novia que creíste que era el amor… ¿Te reencontraste con esa mujer?
— Fue un viaje que hice como a los 7 años, 6 años, antes de irme a Venezuela. Un viaje que hice en tren con mi padre y me tocó estar en Salta. Y nos fuimos de Salta para Tucumán y en la carretera de Salta a Tucumán paramos en un pueblo por varios meses, que se llama Metán, y ahí miré a una chica que era mayor que yo, unos cuatro o cinco años mayor que yo me imagino, bailaba ballet, y me acuerdo que me quedó esa imagen de una chica que bailaba ballet que tenía el pelo muy largo, recogido con una cola, un rodete, y recordé siempre que se llamaba Verónica y lo dije en La Voz y apareció Verónica. No la llegué a ver en persona nunca pero sí supe que apareció en Salta y que la entrevistaron en un noticiero y todo.
— ¿Te acordás del momento exacto cuando tu papá te dijo nos tenemos que ir?
— Me acuerdo que hubo un amigo de mi papá que llegó a la casa, llegó ahí y le dijo a mi padre tenemos una oportunidad de trabajo en el exterior. La especialidad de mi papá eran las telecomunicaciones. Y le dijo tenemos oportunidad de irnos a vivir a Venezuela, a trabajar en Venezuela con un contrato. Y mi papá dijo bueno, dime qué hay que hacer. Nosotros teníamos una despensa, un abasto, se llamaba despensa "Mi sueño", ahí en Pilcomayo con Quirno Costa, en Caraza. Y de eso vivíamos muy humildemente. Cuando le llegó esa oportunidad a mi papá cerramos todo, papá se fue primero y nos vino a buscar a los seis meses y nos fuimos con él a vivir en Venezuela.
— ¿Lloraste llegando a Venezuela?
— Lloré yéndome. Llegando no porque era una aventura y acuérdate que era un niño. Recuerdo que llevé en vano mis bolsillos llenos de piedras jurando que podía bajar el vidrio del avión para tirar las piedritas para abajo. Viste esas cosas que se les ocurren a los niños. Llegué a Venezuela con la misma cantidad de piedras que me había llevado.
— ¿Y cómo fue al llegar?
— Todo te ilusiona. Hasta que entré al colegio. Y cuando entré al colegio fue un golpe muy duro para mí. Muy duro. Me cambiaron los próceres, pasamos de San Martín a Bolívar, me cambió la geografía, por el Norte ya no era Bolivia, ya ahora por el Norte el Mar Caribe, por el Sur Brasil, ¿me entiendes? Todo me cambiaba, todo cambió de repente. Y fue un momento muy duro de mi vida. Yo a los 9 años recuerdo que sufrí bullying por los compañeritos. Me pusieron lentes, no veía, de tanto estudiar me quedé corto de vista, me pusieron anteojos, entonces me puse gordo de la misma depresión. Entonces me molestaban, empecé a sentir el bullying en esa época. Me costaba mucho aprender la historia y la geografía de Venezuela y tenía que hacerlo en tiempo récord para poder empatarme con los demás compañeros porque llegué fuera de la hora de entrar al curso. Todo fue muy duro, ahí fue donde me pegó más. A los 14 años con todos los complejos que tenía de feo, lentes, pelo largo, cuatro pelos en la barba y todo, me metí a baterista, y ya ahí empecé a desarrollar y a darme cuenta de que a través de la música podía encontrar que se me abrieran puertas. Empecé a cantar. Me di cuenta de que la música podía ser mi excusa perfecta para aquello de la conquista y para poder sentirme un poco más lindo. La música embellece a la gente, ¿sabes?
— ¿Cuánto hace que no volvés a Venezuela?
— Desde que Maduro entró.
— ¿Extrañás?
— Pero la Venezuela que extraño no está. La Venezuela que yo extraño en lo físico obvio, sí, hay contrastes maravillosos, un país de contrastes enormes, nieves, montañas, playas, desierto, hay de todo. En lo tangible sí hay cosas que… Pero ya la gente, el pueblo ese, alegre, ya no está. El que no ha muerto de mengua ha muerto de desnutrición o por la violencia en la calle, miles de personas mueren semanalmente por la violencia. Y Venezuela está en la diáspora ahorita, Venezuela no queda ya en Caracas o en… Ahora Venezuela queda en todos lados. Inclusive queda en Argentina. Donde queda en Colombia también queda. Perú, en España.
— ¿Qué te pasa cuando escuchás a algunos que se resisten a condenar la no división de poderes, la no libertad de prensa, y la falta de comida?
— Yo lo que creo es que es una excusa para no meterle mano al asunto. Siempre pongo el ejemplo del vecino. O sea: ¿qué haces tú cuando ves que tu vecino está moliendo a palos a su esposa? Algo tienes que hacer, tú no te puedes hacer el loco, tú no te puedes quedar diciendo que es problema del vecino, que se la arregle el vecino, no te quedas mirando para el otro lado. No, haces una junta de vecinos, qué hay que hacer, botar al vecino, sacarlo, la junta de vecinos decidió que hay que sacar al vecino. Bueno, es lo mismo. Si tú ves que en Venezuela están moliendo a palos a la gente, que los están matando de hambre, que mucho protocolo, mucha política, todo muy bonito, ¿no? Desde el despacho, desde las oficinas ovales y desde todo eso se dicen cosas, pero no vamos a la práctica. O sea te mando un barco hospital, lo paro en…
— Frente a la costa…
— Con eso no nos arreglamos. Tenemos que arreglar con una sincera y drástica intervención humanitaria. Que eso conlleva a una serie de cosas que tú sabes, como por ejemplo preparar la transición dolorosa que se pueda sacando al tipo de donde está, a toda su cofradía y llevando al país de nuevo a la democracia.
— Imaginate que Maduro te estuviera viendo. ¿Te dan ganas de decirle algo?
— Yo le diría a Maduro que yo he orado por él. Honestamente te lo digo. He rezado por él como oré por Chávez en alguna oportunidad. Pero he rezado por él porque él se está metiendo con verdaderos hijos de Dios. Y si bien es cierto que Dios lo ama, como te ama a ti, a mí, con la misma fuerza, con la misma intensidad, Dios nos ama a todos iguales seamos lo que seamos, por algo es Dios, el problema que tiene él es que se ha metido con hijos queridos, amados. Venezuela es un país de gente muy amada por Dios. Entonces el problema lo va a tener muy grave. Y he orado por él porque Dios tenga en algún momento misericordia con él. Y he orado obviamente para que él entre en razón y se dé cuenta de que se tiene que ir. Y he orado porque cuando haya un desenlace, el desenlace no traiga como consecuencia más muertes alrededor, ¿no? He orado mucho por eso. Yo oro por la paz en Venezuela todos los días. Pero no hay que quedarse en la oración, hay que activarse, sabes.
— Y para tus hermanos, nuestros hermanos venezolanos, que te están viendo, que no la están pasando bien y que están sin esperanzas: ¿qué les decís?
— Que nosotros los artistas de alguna manera hemos tomado parte, somos sus voceros. En este momento empiezo a ser vocero de la diáspora, acabo de llegar a un entendimiento que me hizo la organización OEA, la Organización de Estados Americanos, junto con ACNUR, que viene a ser una especie de…
— Los refugiados…
— Ajá, para los refugiados. Y voy a ser imagen de un proyecto que arranca empezando el año un poco para lograr limar cualquier pequeña astilla que haya en contra del inmigrante o en contra de la diáspora o en contra del que llega desesperado, que lo recibamos con más empatía, con más cariño. Hay países en América Latina donde ya se los empezó a mirar como que son demasiados los que están viniendo y se están empezando a molestar. Entonces la campaña parte desde el corazón y en donde le voy a hacer entender a la gente que ahora es el momento de ellos como lo fue en algún momento el momento de los argentinos o de los españoles cuando vinieron. Ha habido migrantes toda la vida, ha habido gente que ha tenido que salir de sus países por necesidad. Entonces vamos a iniciar una campaña muy hermosa que espero que de alguna forma reivindique especialmente a los venezolanos, porque va a ser en general pero muy enfocada en lo que pasa con la diáspora venezolana.
— Infobae está a disposición tuya para eso.
— Muchas gracias. Siempre han estado muy cerca a la realidad venezolana.
— ¿Qué es el éxito Ricardo?
— Esto, estar hablando contigo en una redacción muy importante y poder hablar de todo un poco. Éxito es eso. Dormir tranquilo, llegar a casa y conciliar el sueño. Sentirte satisfecho con lo que has hecho, con lo que están haciendo tus hijos, tu familia. Eso es éxito. Tener salud.
— ¿Cuántos años hace que estás con Marlene?
— Vamos a cumplir 30 en agosto del año que viene. Nos vamos a casar de nuevo. Vamos a ir a Santorini. Vamos a invitar a los amigos, a la familia.
— Y en estos tiempos de amor líquido, de relaciones líquidas, que todo es rápido, urgente: ¿el amor para toda la vida existe?
— Es que así es, es lo normal. Lo anormal es lo otro. Lo anormal es que el matrimonio primero de lejos, ni de broma, vivamos juntos como si no fuera lo mismo, creyendo que porque no nos casamos no tenemos la misma responsabilidad entre nosotros. Yo sí creo en el matrimonio, no solamente como institución sino como creo que el matrimonio es la verdadera consolidación de un ser humano.
— Después de 40 años de profesión: ¿cuál es tu sueño?
— Siento que nosotros como familia tenemos cosas que decir y creo que uno de los sueños es consolidar una idea que tenemos como familia de tener nuestro propio programa de tele algún día en donde la gente vea cómo vivimos y que vea que se puede ser feliz y que no necesariamente es caro ser feliz.
— ¿Un reality de los Montaner?
— Algo así. Una idea donde la gente vea que tú puedes ser artista, puedes ser ingeniero, puedes ser lo que tú quieras, pero que es probable ser feliz, que no está peleado con eso, con la felicidad. Y que se puede ser feliz y se puede ser divertido, ¿entiendes? La felicidad es divertida. Se puede conversar que es posible ser feliz, de que es posible ser un ciudadano cool, progresar junto con tu país, sacar a tu familia adelante de manera divertida aunque sea con esfuerzo.
— Alguna vez escuché a una artista, Sandra Mihanovich, que decía que uno cuando está arriba del escenario está como en deuda, porque encima te aplauden. Si uno supiera que recibe más que lo que da…
— Sí, totalmente, sí. Inclusive te pagan. O sea, cuando uno sube al escenario lo que te inyectan es vida pues. Es como que subes a que te inyecten adrenalina y larga vida, eso sucede arriba del escenario. Esas dos horas son gloriosas. Es una transfusión de energía espectacular.
— ¿Para qué sirve la plata?
— Y, en el caso mío la plata sirve para yo poderme concentrar en las cosas buenas que quiero hacer. O sea, la plata sirve para sembrar, aparte de que cubras lo que tú gastas por tu ropa, por tu comida, todo eso está claro, ir al cine, todo eso está claro, tener un auto, todo eso está claro, pero si con la plata puedes hacer sonreír a la gente eso tiene un valor que no lo puedes contar en billetes.
— ¿A quién admiras Ricardo?
— A mi mujer admiro mucho. Creo que ella tiene una capacidad de manejo de situaciones de la familia. Admiro mucho a mi mujer. Y admiro a mis colegas sabes, a los que hacen lo que hago yo, los admiro. Porque sé lo que les cuesta, sé cuánto hay de sacrificio en cada vida de esas. Sé lo que les cuesta estar arriba del escenario, es el premio, pero sé lo que cada uno sufre en ausencias o sacrificios para poder llegar allá arriba.
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