El 19 de mayo pasado, la reina Isabel II dio la bienvenida oficialmente a un nuevo miembro de la corona británica cuando Meghan Markle, de 37 años, vestida de blanco por la casa Givenchy, se convirtió en la esposa del príncipe Harry (34 años) en la Capilla St. George. En su camino al altar de la mano de Carlos (su padre tuvo que ausentarse de la boda en medio de un gran escándalo), la actriz divorciada se convirtió en la primera mujer de ascendencia afroamericana en ingresar a la familia real británica. Pero ese fue solo el principio.
En sus primeros seis meses, la duquesa de Sussex se instaló en su nuevo papel con gran naturalidad y ganó popularidad. En octubre, al anunciar su embarazo en el comienzo de una extensa gira por Australia y Nueva Zelanda, se robó toda la atención de la prensa. Los looks que eligió en los eventos oficiales y los momentos en que se tocaba su incipiente panza eran comentados por todos.
A un año de su compromiso, Markle fue bien recibida en el Palacio de Kensington (al contrario de lo que sucede con su propia familia, que no se para de avergonzarla públicamente). Tanto la reina, los duques de Cambridge, el príncipe William y Kate Middleton, como Carlos y Camilla Parker Bowles la llenaron de sonrisas y gestos de cercanía. Incluso los despiadados tabloides británicos han mostrado cierta benevolencia con ella.
Pero, al parecer, este tiempo de halagos está llegando a su fin.
Pero los celos, las envidias y los enojos son inevitables en cualquier ámbito de poder. Y nunca faltaron en la casa Windsor. Querer ser siempre protagonista tiene su precio. De hecho, el "huracán Meghan", como fue apodada por los empleados del palacio, también ha ganado antipatías, burlas y comentarios por lo bajo a raíz de ciertas actitudes, exigencias y traspiés.
Desde el quiebre de reglas del protocolo hasta los atuendos que elige, pasando por sus excesivas demostraciones de cariño con su marido y con los súbditos, todo está bajo la lupa.
Vestida para matar
Desde que se casó con el príncipe Harry, la ex actriz busca su propio estilo con atuendos que rompen el riguroso protocolo real, algo que ha disgustado a la reina Isabel II, que no coincide en sus elecciones de vestuario. Markle recibió órdenes de la propia monarca para comenzar a vestirse "más como una integrante de la realeza y menos como una estrella de Hollywood".
Cuando asistió a una presentación benéfica de la obra Hamilton en agosto, con el príncipe Harry, llevaba un sexy esmoquin corto, que desafiaba doblemente la tradición: el dobladillo estaba muy por encima de la rodilla por lo que sus piernas quedaban al descubierto, y era negro, un color que la monarquía solo usa para representar luto.
Los roces por la vestimenta ya habían comenzado en la misma boda, cuando la actriz quiso usar una tiara que no era la más apropiada y un vestido completamente blanco, algo que a la reina Isabel no le parecía del todo correcto al tratarse del segundo matrimonio de Markle. Ella, en cambio, siguió adelante.
El espíritu rebelde provocó el enojo de la reina, que ama y defiende las reglas. Si bien se cree que ella y la monarca tienen una relación cercana, se habló de un cortocircuito entre ambas durante su viaje a Runcorn, Cheshire, en junio. Las malas lenguas dejaron trascender que Meghan se negó a usar un sombrero pese a conocer que la reina usaría uno y lo correcto para el protocolo real sería seguir su ejemplo. Pero Meghan se dejó dejó ver con el pelo suelto.
Mensajes a las 5 de la mañana
Es madrugadora. Se levanta a las 5 de la mañana y comienza a enviar mensajes a los empleados con ideas y solicitudes sobre cómo destacarse en en este nuevo rol. No obstante, la tenacidad de la estadounidense para tener un rol protagónico se le está volviendo en contra y ya tuvo los primeros roces con su personal.
Su fuerte carácter le habría valido a la duquesa de Sussex ganarse el apodo de "Huracán Meghan" en los pasillos de Kensington, y ya sufrió la primera baja en su staff: su principal asistente.
Los tabloides británicos sugieren que las formas y exigencias que tiene Markle con su equipo de asistentes determinaron la partida de su mano derecha de forma inesperada.
Además, no faltan quienes marcan la gran diferencia entre los modales de Markle y Kate Middleton, quien mantiene un trato más distante y cuidadoso puertas para adentro.
El gesto sutil que generó adhesiones
En su primera actividad oficial en soledad, se destacó con un acción que para cualquier mortal es de lo más normal, pero para la corona británica no fue un hecho más.
La esposa del príncipe Harry llegó a la Royal Academy of Art en Londres y, cuando bajaba del vehículo negro que la transportaba, cerró ella misma la puerta de su propio auto.
Isabel II y la duquesa de Cambridge, por ejemplo, esperan que alguien lo haga por ellas.
Ese simple gesto generó un alud de comentarios en las redes sociales. Algunos elogiaron a la duquesa por ese comportamiento que consideraron de una mujer "sencilla" , mientras que otros señalaron que le pudo haber costado el trabajo a alguien.
Feminismo
La duquesa quiere mostrar que se toma muy en serio su nuevo "trabajo" y quiere mostrarse involucrada en los proyectos que le fueron delegados. Para convencer a quienes la escuchan, redacta sus propios discursos. Algo que puede no parecer llamativo, pero que es muy poco habitual en la familia real británica, que cuenta con empleados que se dedican exclusivamente a ello.
También ha llamado la atención por la temática feminista de sus discursos: el empoderamiento de las mujeres y las oportunidades educativas para las niñas suelen estar en el centro.
En Wellington, Nueva Zelanda, la duquesa habló en público sobre la igualdad educativa, uno de los temas que más le apasiona, haciendo hincapié sobre la importancia de que las niñas puedan acceder a la educación en todo el mundo.
"Proporcionarles acceso a la educación es la clave para el desarrollo económico y social. Porque cuando a las niñas se les dan las herramientas adecuadas para tener éxito, pueden crear futuros increíbles, no solo para ellas mismas sino también para quienes las rodean", fueron algunas de las poderosas palabras que Markle pronunció sobre el escenario.
Entrar en un mundo completamente nuevo también ha traído una nueva serie de desafíos.
La familia real se abstiene de expresar sus opiniones políticas en público. Sin embargo, Markle decidió compartir sus convicciones durante un viaje oficial a Irlanda.
La estrella de Suits apareció en los titulares tras una visita a la residencia del embajador británico en Dublín, cuando la senadora Catherine Noone dio a conocer en Twitter que Meghan se mostró "muy contenta" con la despenalización del aborto en dicho país.
Su postura generó controversia, pero la familia real decidió no hablar el respecto.
Selfies y mucho amor en cámara
Meghan y Harry se muestran muchos más cercanos a sus súbditos que los duques de Cambridge o el propio Carlos, futuro rey de Inglaterra. Se dejan sacar fotos y hasta bromean con las personas que se acercan a expresarles su cariño.
La futura mamá es hoy más que nunca el centro de las miradas por el bebé que está esperando y recibe muchos regalos tanto para ella como para su hijo, que nacerá a mitad del año próximo.
Su "humildad" en el trato con la gente en lugares públicos es uno de los puntos a favor de Markle. Su creciente popularidad no parece gustarle mucho a Kate Middelton, quien hace siete años es parte de la corona y se muestra más distante y constreñida por las reglas establecidas.
Ya se habla de tensiones entre Meghan y Kate. Es más, la prensa británica menciona que la reaparición de la duquesa de Cambridge, que estaba de licencia por el nacimiento de su tercer hijo, fue para reafirmar su lugar, ya que se siente opacada por la recién llegada. En las últimas semanas, tanto ella como su esposo William se han mostrado cariñosos ante las cámaras, una actitud novedosa en ellos.
Los pequeños gestos de Meghan en estos seis meses han generado comentarios de aprobación o reprobación, pero nunca han pasado desapercibidos. Pese a los primeros contratiempos, la duquesa de Sussex parece estar decidida a dejar su huella, y no tiene intenciones de ceder ni siquiera ante la dura mirada de Su Majestad.