Epigmenio Ibarra es productor y periodista mexicano. Fue corresponsal de guerra. Su salto de la guerra a la ficción fue porque al regreso de la trinchera le prohibieron trabajar de periodista.
Provocador, audaz, encontró en su expulsión de los medios la fórmula perfecta para hacer periodismo con cara de mujer, y eligió el formato de telenovela para contar lo que no podía.
Creó la productora Argos, con la que hace más de 20 años crea una televisión más cercana a la gente.
Sus primeras telenovelas fueron emitidas en TV Azteca. Hoy solo trabaja para plataformas internacionales.
Ingobernable I y II, El señor de los Cielos, Infames, Capadocia, Señora Acero, Mirada de mujer, son algunos de sus éxitos.
Dice que la televisión se convirtió en una tecnología obsoleta y vive el fenómeno Netflix como una bendición, pero no como un sueño cumplido.
En una entrevista con Infobae, contó qué le enseñó la guerra. Habló de los medios en la actualidad, y reveló sus secretos para contar una historia.
También habla de su amistad con el electo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y analiza la situación actual de su país: "Aquí, el saqueo es el más escandaloso del mundo."
—¿Quién es Epigmenio Ibarra?
—Uno es la acumulación de sus errores y de sus aciertos, ni más ni menos. La experiencia fundamental de mi vida, más allá del trabajo en México hasta los veintitantos años es la guerra en El Salvador. Después de ahí, todo se vuelve distinto. La guerra es un proceso que te marca profundamente, donde ves lo mejor y lo peor de los hombres y empiezas a medir la vida de otra manera.
—¿Qué fue lo mejor y lo peor que le quedó de esas experiencias ?
—Tuve la oportunidad de vivir muy de cerca actos de un heroísmo extremo y de una generosidad, de una bondad humana extraordinaria en los momentos más difíciles. Y también tuve la oportunidad de registrar el asesinato, la crueldad y las más abyectas de las villanías. La guerra es un crisol de lo humano, y ahí se produce todo al límite. Te enseña y te deja tatuada en tu personalidad varias cosas, el miedo, una repulsión brutal por la violencia y una apreciación profunda de lo humano y del valor de la vida.
—¿Cómo saltó de corresponsal de guerra a productor de televisión?
—El salto de la guerra a la ficción fue un poco debido al hecho de que al regresar a México se nos cerraron todos los canales informativos y no había posibilidades de trabajar haciendo periodismo. Y aunque llegué y me tocó hacer la primera entrevista con el subcomandante Marcos, me querían lejos de México.
—¿Cuál siente que es su profesión ?
—No soy un hombre que se haya ganado en tinta para ser periodista, ni soy un hombre del cine ni de la televisión, no pertenezco a ninguna capilla. No soy reconocido en ninguno de esos gremios. La expulsión explícita de los medios nos condujo a encontrar, junto a mi esposa (Verónica Velasco), parafraseando al historiador Clausewitz, que "la ficción es el periodismo por otros medios".
—¿Cómo empezó?
—Teníamos dos opciones: hacer un cine documental o explorar formatos que nos acercaran a millones de personas. Elegimos lo último y tomamos a el formato de telenovela para producir el cambio que nosotros buscábamos.
—¿Cómo están hoy los medios en México?
—Han cambiado bastante, pero no demasiado. Hay otro canal de televisión, pero los concesionarios siguen teniendo visión de hacendados. Concentran todo, y eso ha matado la creatividad televisiva en México.
—En sus series se representan realidades que muchas veces se quieren tapar. ¿Cuál es su compromiso a la hora de contar historias tan duras?
—Hemos venido rompiendo cada vez más los límites. Primero rompimos el control del Estado y empezamos a hablar de cosas de las que no se hablaba, pero no podíamos hacerlo con el desenfado con el que lo hacemos ahora. Hoy no trabajamos para cadenas nacionales, sino para algunas plataformas internacionales, y entonces podemos hablar con el desenfado y con la libertad de quien no tiene compromisos con nadie. Los canales y las plataformas a las que servimos no viven en absoluto de la publicidad oficial en México.
—¿Qué es lo primero que se le viene a la cabeza a la hora de escribir una historia?
—Lo que tenemos siempre es un ejercicio de búsqueda constante. Tanto Verónica como yo venimos del periodismo y, por lo tanto, nos la pasamos indagando en la realidad. Nuestras historias tendrían que tener tres objetivos básicos: primero, nos interesa informar, que la gente conozca de su entorno. Nos interesa conmover y nos interesa comprometer. Queremos que nuestras series empiecen cuando terminan, que una pareja que está viendo Ingobernable, o no importa el género, se siente, se mire en el espejo y le pregunte a su compañera: "Tú y yo ¿qué?" Nos gusta ser una conexión, que algo te deje, o que te perturbe. Que te mueva a la acción.
—¿Cómo ve la televisión actual?
—Siento que nosotros hemos confundido la tecnología con el medio. Porque la televisión es un medio poderoso. El problema fundamental de la televisión abierta es que es muy cara, es unidireccional y vive de lo que las marcas, de la publicidad. Hacia dónde va, no lo sé, pero creo que, por lo que se ve en Estados Unidos, los medios de televisión abierta van a ser más vistos por cable. Pero esos sistemas también van a sufrir una transformación toda vez que Netflix, por ejemplo, te conoce, habla contigo, te pone cosas como tú quieres verlas.
—¿El fenómeno Netflix?
—Nosotros tuvimos el primer canal de streaming en México cuando la pantalla tenía apenas dos centímetros de ancho y se frizaba todo el tiempo. De manera que Netflix para nosotros no fue sorpresa, pero hay que admitir que superó todas las expectativas. Vivimos Netflix como una bendición, pero como un sueño cumplido.
—Recientemente realizó el documental AMLO, esto soy, un retrato de la vida del electo Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. ¿Cómo es su relación con él?
—Tenemos una relación de muchos años como compañeros. He seguido su lucha con la Cámara de hace veintitantos años. No es el único documental que hice sobre él, he jugado muchos papeles en torno a su trabajo político y trabajando mucho en redes sociales.
—¿Qué punto de contacto encuentra entre el negocio del entretenimiento y la política?
—Mucho. Hay una vinculación constante entre el poder, corrupción, el drama y la tragedia. Porque son las motivaciones que tenemos siempre los seres humanos. Abrir esa puerta, esta conexión entre realidad y ficción no solamente es un deber, sino que resulta gratificante porque es exitoso. Porque a la gente le gusta ver esto.
—Teniendo la posibilidad de vivir en cualquier parte del mundo, ¿por qué sigue viviendo en México?
—Porque aquí hacemos las cosas. Lo que nosotros hacemos es para que México se conozca en el mundo, para llegar a nuestros compatriotas en los Estados Unidos. Hay cuarenta millones de mexicanos en los Estados Unidos que necesitan una conexión emocional con su patria. Queremos ser considerados; no como una productora mexicana, sino como una productora que sucede que está en México.
—¿Una productora del mundo?
—Nuestros compromisos tienen mucho más que ver con el mundo y no con el mercado local mexicano. Aquí vivimos, no tenemos nada que esconder ni nada que temer. Tenemos una vida muy sencilla de gente que trabaja. Esa es nuestra tarea.
—Cuando asuma el presidente, el 1º de diciembre, ¿va a seguir haciendo lo que está haciendo o se va a inclinar un poco más a la comunicación presidencial?
—No, si yo he sido un opositor toda mi vida, pues estaría muy mal que ahora decidiera vivir del Estado. Podría trabajar en lo que pueda personalmente para apoyar al nuevo presidente, pero no vamos a cobrar ni un centavo ni a asumir ninguna posición dentro del gobierno de López Obrador.
Trailer del documental "Este Soy", donde Ibarra retrata la vida de Andrés Manuel López Obrador
—Leí hace mucho, en un tuit que puso cuando ganó él, que no reconocía ni a Felipe Calderón ni a Peña Nieto como presidentes. ¿Por qué?
—Porque Felipe Calderón se robó la Presidencia, y Peña Nieto la compró. Y porque eran seres infames y banales en cuyos gobiernos este país ha perdido nada menos que una generación completa: doscientos cincuenta mil muertos, cincuenta mil desaparecidos, un millón de víctimas colaterales de la violencia, trescientos mil desplazados. Las cifras son bestiales. Estos dos hombres provocaron una carnicería. Para no hablar del saqueo. Aquí el saqueo es el más escandaloso del mundo.
—¿Cómo se está viviendo la transición de los poderes?
—Es una transición compleja y peligrosa. Cambiar esto, algo que está metido hasta la raíz en todas las instituciones del Estado, es muy difícil. Y además, con un régimen que mantiene el control corporativo de los medios de comunicación.
—¿Cómo imagina México a partir del 1° de diciembre?
—Todavía AMLO no se pone la banda presidencial. Otro de los asuntos es que la transición es un proceso muy largo, dura cuatro meses, es un proceso en definición, que no hace más que acrecentar los peligros.
—¿Cuál es el mayor peligro al que hace referencia?
—Si chequeas las redes sociales en México, hoy el odio y la virulencia son peores que en tiempos electorales. Las instituciones públicas están dejando las arcas vacías. Hay un clima de inestabilidad que es complejo. Hay muchas áreas donde el régimen se resiste a morir. Y esa resistencia lo torna extremadamente peligroso, es una bestia herida, pero sigue siendo una bestia con enorme poder.
—Para finalizar, cerramos la entrevista con un ping pong. ¿Qué es lo primero que hace cuando se despierta?
—Pensar.
—¿El mejor día de su vida?
—Todavía no llega.
—¿Su mejor trabajo?
—El que estoy haciendo todos los días.
—¿Una actriz?
—Sofía Loren.
—¿Un actor?
—Marcello Mastroianni.
—¿Un director?
—Luchino Visconti
—¿Un medio de comunicación?
—La red.
—¿Un productor o productora?
—No sé, eso sí no sé.
—¿Un formato preferido?
—No tengo ninguno preferido.
—¿Una película?
—La batalla de Argelia.
—¿Una novela?
—Soy un lector empedernido. De Tolstoi a García Márquez, pasando por Vida y destino.
—¿Un diario, un periódico?
—El New York Times.
—¿Un sitio web para informarse?
—Me informo con todos.
—Una frase que lo represente.
—No, no la tengo.
—¿Se arrepiente de…?
—De muchísimas cosas.
—¿Su mayor error?
—También son muchos.
—¿Epigmenio Ibarra es igual a qué?
—A terquedad.
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