En parte plegaria punk, en parte cabaret, en parte concierto, en parte videoperformance, en parte mitín político: todo eso ofreció el colectivo feminista ruso Pussy Riot en una de las últimas noches de Miami Art Week, en los jardines del Instituto de Arte Contemporáneo (ICA Miami). La ocasión también era múltiple: CryptoPunks, proyecto de Yuga Labs, donó al centro artístico, para su colección de NFT, la obra CryptoPunk #305. Y Nadya Tolokonnikova, fundadora de la banda y activista, había presentado poco antes su colaboración con Judy Chicago en el proyecto abierto al público ¿Y si las mujeres gobernaran el mundo?
En la cálida noche tropical, Tolokonnikova gritó “¡Por Ucrania! ¡Por Ucrania!”, y el resto de las chicas de la banda, como el público, la secundaron. Luego dijo “Vladimir Putin es un cretino” y protestó contra la policía, que en varias ocasiones la detuvo por sus performance y protestas en Rusia. Cada aullido fue celebrado. Algunas personas pogueaban (como correspondía en una soirée punk), pero sus colores claros de Miami desentonaban con la actitud. Otros parecían pertenecer más al universo del blockchain. Todos valoraban la posición política de las artistas.
CryptoNovo recordó que “cuando era un tipo joven”, solía preferir “música impulsada por la política, cosas como Rage Against the Machine, que tenían un propósito detrás”. Su activismo se enfoca en el bienestar: “Respeto a todos quienes tienen una perspectiva positiva y tratan de hacer lo que es bueno para el mundo, bueno para ellos mismos”. Su saludo es amplio: “Le doy la bienvenida a todos mis alienígenas, mis primates y mis zombies. A todos. No importa cuál es tu género, o con quién te identificas”.
Las Pussy Riot se hicieron conocidas globalmente en 2012, cuando una performance de 40 segundos en la catedral Cristo Salvador de Moscú les costó la cárcel a dos de ellas: Tolokonnikova y Maria Alyokhina. Aquella Plegaria punk, como se llamó el acontecimiento, consistió en rezar (estilo punk) porque se terminara el poder de Vladimir Putin. También cantaron sobre feminismo y sobre las personas LGBT+, perseguidas en Rusia.
Por eso otra asistente a la velada, Alexa Wollman, subrayó la valía de las artistas: “Pussy Riot es importante en asuntos de la Primera Enmienda”, dijo en alusión a la garantía que la Constitución de Estados Unidos de a la libre expresión. “El derecho a decir tu verdad y decir lo que es real”, siguió. “Y también es importante para el feminismo, que particularmente en los Estados Unidos se ve atacado en este momento”.
El activismo de las Pussy Riot se ha ampliado. Además de proyectos como ¿Y si las mujeres gobernaran el mundo?, que Tolokonnikova desarrolla con Chicago y el patrocinio de DMINTI, plataforma que apoya a artistas con recursos Web3, la fundadora de la banda produce NFT. Sus ventas han generado más de USD 12 millones de dólares que el colectivo donó para causas como el aborto y los derechos reproductivos de la mujer, organizaciones de personas LGBT+ y acciones de ayuda a la población de Ucrania en guerra tras la invasión rusa.
Con algunas imágenes de su reciente cuenta en Only Fans, donde abrió un increíble y sólidon espacio para pregonar sobre el matriarcado y la positividad sexual, Tolokonnikova fue preparando el fin del concierto. La escena se transmutó en noche de clubbing, y sonaba hip hop y luego sonaban las Pussy Riot, y los brazos del público y los de las performers se confundían, alzados, cercanos, en la oscuridad. La última canción cumplió con la etiqueta punk y terminó con las palabras “Fuck you”.
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