Me da mucha alegría exponer en el Centro LGBT de la Gay and Lesbian Chamber of Commerce de Miami-Dade porque siento que es un espacio donde la diversidad de ideas, de formas y de perspectivas tiene lugar. Y la diversidad es algo bueno. Es algo esencial a esta constante evolución de la que todos formamos parte.
La historia de la humanidad nos enseña que lo único que permanece es el cambio. Venimos con una gran variedad de intenciones, de perspectivas. Nuestra exposición a la vida difiere de uno a otro. Nuestra comprensión varía, del mismo modo que lo hace nuestra percepción de la realidad.
Somos diversos en nuestros talentos, en nuestra singularidad, en nuestra capacidad de crear. Es interesante observar cómo nuestras diferencias producen transformación, lo cual permite el progreso. De la diferencia nacen nuevas ideas. Lo distinto, lo desigual, lo diferente: ese es el motor que genera el movimiento necesario para crear un nuevo orden.
Territorio de metáforas, la muestra que presento, alude al potencial de cambio. Refleja mi interés por el universo de las ideas, por los procesos de transformación interna y externa, por la constante fluidez de la mente, el cuerpo, las emociones y la materia. Incluso la idea de belleza cambia.
Estoy feliz de jugar en ese juego: siento que la creatividad es simplemente lo más natural.
Creo que lo relevante es el proceso creativo: la singularidad que, en todas sus manifestaciones, nos permite alcanzar un nuevo equilibrio. Y eso incluye a quien mira la obra. Otra persona percibirá algo distinto de lo que percibo, y para mí será otro añadido a la diversidad, otro descubrimiento.
Recuerdo que una vez una mujer me comentó que en una de mis obras veía “el último respiro” de alguien. Nunca se me había ocurrido esa posibilidad hasta que la escuché. Porque lo que uno ve habla de uno, de lo que vivió, de su historia y de lo que pasa en ese específico momento. Toda experiencia humana —incluidas la sexualidad y la identidad— es tan ilimitada como personas existen.
Una foto de Cicatrices, número 5, de una de las obras que expongo en Miami Beach —que es mi casa tanto como México, donde trabajo—, me reveló la sombra de la escultura en la pared. Esa sombra, detrás, me mostró otra vida. Otro instante en el camino sin destino, la continua evolución de la conciencia.
No hay cambio sin divergencia. De la diferencia nacen nuevas ideas que servirán de base para crear nuevas oportunidades de expansión. Una nueva unión.
Yo formo parte de esa diversidad. Somos todos distintos, y esa es la maravilla.
El artista Walter Marín emigró de Buenos Aires a México, donde trabaja, y luego se enamoró de Miami Beach, donde reside. Esa multiplicidad cultural forjó su obra, de la cual se pueden ver, como parte de Miami Art Week, varias esculturas de las series Ámame partid@, Cicatrices y Amor sin presencia.
Dónde: MDGLCC, 1130 Washington Ave, Miami Beach
Cuándo: 28 de noviembre (inauguración abierta al público a las 6 de la tarde) hasta abril 2023
Actividad gratuita
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