“Primer jardín”, “Segundo jardín”, “Tercer jardín”: esos tres capítulos son los que conforman el libro El tercer paraíso, con el cual el periodista Cristian Alarcón, conocido por sus crónicas de Cuando me muera quiero que me toquen cumbia y como fundador de la revista Anfibia, obtuvo el premio Alfaguara de novela 2022. Del origen de esos jardines habló cerca del cierre de la Feria del Libro de Miami, durante una presentación con la periodista Gisela Salomón.
Surgió a partir del ensayo “Nuestro futuro”, recordó Alarcón, sobre las esperanzas y el porvenir una vez que acabara la pandemia de covid-19. En ese momento, él tenía otro proyecto de libro, pero se sentía asfixiado por la incertidumbre de los contagios, el encierro, los planes postergados. Escribió dos párrafos que envió a su editora, quien se los devolvió con una nota: “Ahí tienes un proyecto de libro”.
Los párrafos describían a la perfección escenas que luego ampliaría en El tercer paraíso. “La novela honra lo real”, asoció. Y para ellos se inspiró en su madre, en su abuela y en la propia historia de su vida. Volvió a remover sus recuerdos, a rescatar las remembranzas más guardadas.
Fue un regreso a la raíz. “El origen de un libro es siempre un misterio”, aseguró. Este, en particular nació “del agotamiento, de mucho tiempo de poner el cuerpo en las historias más crudas”. Sus dos proyectos anteriores estuvieron relacionados con temas de narcotráfico, y sintió que necesitaba escribir algo que lo acercara más a sus entrañas.
Del periodismo a la ficción
Entonces se aficionó a la botánica. Leyó y aprendió cuanto pudo de tierras, abonos, los mejores períodos de siembra, cómo sacar más beneficio del espacio.
“Nos han enseñado que hay un paraíso terrenal, un paraíso celestial. Pero no nos dicen que hay un tercer paraíso que ansiamos, que queremos construir, un laberinto en el que nos podemos perder y del cual no es necesario salir”, sugirió.
Y ese paraíso, el tercer paraíso, puede comenzar en un jardín de dalias.
En busca de un tono preciso para la novela, Alarcón leyó mucha poesía, escuchó música y se sumergió en la literatura mapuche. Eso subyace a la narrativa que logró.
Sobre el lenguaje de la obra y el detalle de la descripción, aseguró que no le interesa ser leído solamente por sus amigos: “Si mi novela, que es sobre mis ancestros, no pudiera ser leída por mujeres que solo cursaron el nivel básico de estudios, yo no me sentiría bien”.
La novela se lee se sin parar, pero con el ansia de que no se termine. Quizá por eso el jurado que le otorgó el XXV Premio Alfaguara de Novela, destacó que: “La novela abre una puerta a la esperanza de hallar en lo pequeño un refugio frente a las tragedias colectivas. Como dice el autor: ‘La belleza comienza en la maravilla de las flores, tan hermosas como finitas, en las que siempre veremos el misterio que no puede ser resuelto’”.
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