La Feria del Libro de Miami incluyó en su página web algunas de las mejores conversaciones de la edición 2022, y entre ellas se destaca la de Art Spiegelman con Hillary Chute. El autor de Maus, primer premio Pulitzer a una novela gráfica, que pronto recibirá el National Book Award, habló sobre cómo realizó y publicó su famosa historieta. “La editorial Pantheon asumió un gran riesgo al publicar Maus”, dijo. “Era demasiado sui generis. Cuando salió el primer volumen no había otras novelas gráficas. Esa categoría no existía: era historia o quizá memorias”.
Ahora el género no es ya una rareza sino una forma narrativa que ha cautivado al público. Pero cuando Maus comenzó a salir serializado en la publicación Raw, en 1980, parecía una anomalía: a la vez una memoria de familia y un documento histórico sobre el ascenso del nazismo y los campos de concentración y exterminio, describía también la pesquisa de un hijo que quiere entender el suicidio de su madre y reflexionaba sobre el impacto colectivo de las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial.
“Mi propósito principal era contar una historia clara y compleja de las cosas más complejas que me daban vuelta por la cabeza”, recordó ante Chute, autora del reciente Maus Now, una recopilación de los mejores textos académicos y populares sobre la obra de Spiegelman publicados desde los ochenta hasta el presente en el mundo entero.
“Para mí realmente fue el intento de entender cómo había nacido yo, si mis padres podrían haber muerto mucho antes de eso”, continuó. “Comprenderlo y hacerlo claro: no sólo entenderlo como una suerte de grito de dolor expresionista, sino como una narrativa”. Desde Breakdowns, su primer libro, se había enfrascado en “una especie de investigación formal sobre qué podían llegar a ser los comics”.
Y de pronto vio la oportunidad de hacer un experimento a partir de esos estudios: “Con Maus quise aplicar todo eso a una narrativa”.
<i>Maus</i> en una carrera contra Spielberg
Maus salió como libro en 1986 seguido por una segunda parte en 1991, y esa división tiene una historia curiosa que involucra, indirectamente, Steven Spielberg. A mediados de los ochenta el cineasta producía Un cuento americano (An American Tail), la animación que dirigió Don Bluth sobre los Ratonovitz, la familia ruso-judía de ratones cuyo pueblo sufre el ataque de gatos feroces —una representación de los pogroms— y emigra a Estados Unidos.
Y Maus muestra al joven + intentando entrevistar a su padre, Vladek, sobre su vida en Europa, la persecución nazi, su paso por Auschwitz y la emigración a Nueva York. Ambos tienen cabeza de ratones; los polacos de la novela lucen como cerdos y los alemanes, como gatos.
Aunque la historieta era anterior a la película, el artista estaba nervioso por los parecidos. “Quería que Maus saliera de una vez, pero era imposible. Me llevó 13 años realizarlo. Entonces un amigo me sugirió: ‘Saca la primera parte tan rápido como puedas’”. Lo comentó con sus editores pero, como no esperaban que fuera un best-seller, rechazaron la sugerencia y le aseguraron que podía tomar todo el tiempo que necesitara.
El posmodernismo de <i>Maus</i>
“Entonces apareció ese artículo de Ken Tucker, un crítico cultural de ‘Fresh Air’”, un famoso programa de la radio pública estadounidense, NPR. “Lo habían invitado a hacer una reseña para The New York Review of Books, y como él tenía mucha influencia se permitió hacer una cosa extraordinaria: un ensayo sobre una obra todavía en desarrollo”.
Tucker dijo que Maus era quizá la primera obra del posmodernismo. “Yo ni siquiera conocía la expresión cuando lo leí”, se rió Spiegelman. “Y en el artículo se mencionaba que Pantheon lo iba a publicar”.
Los teléfonos de Pantheon comenzaron a sonar y no pararon: “Llovieron pedidos a la editorial. Entonces, de pronto, mi idea de sacar un primer volumen les pareció bien. Lo hicieron en tapa blanda para que saliera rápido. El equipo de Spielberg tuvo una huelga y la producción se atrasó, mientras que la salida de Maus se adelantó”.
Cuando finalmente se estrenó An American Tail, ese mismo 1986, The Boston Globe publicó un artículo que sugería “no vean esta película, lean este libro”, recordó el autor.
Segundo tomo de <i>Maus</i>: Auschwitz
Pero lejos de sentirse aliviado, el artista se enfrentó con un problema adicional: tenía que hacer la segunda parte. Y el desafío era muy distinto, ya que una cosa era el ghetto y otra el campo de concentración. “¿Cómo expresar el oxímoron de la vida en un campo de exterminio?”, dijo.
Spiegleman participó de la charla de la Feria del Libro de Miami desde una sala cálida de su casa en Nueva York, con arte en las paredes, un flat screen en el fondo y una biblioteca al costado con una escalera rodante para llegar a sus estantes superiores. Su saco de tweed gris y sus anteojos transparentes armonizaban con el color de su pelo, su barba y sus bigotes.
Chute le preguntó por la recepción que la comunidad judía le dio a Maus, y Spiegelman aspiró su e-cigarette.
“Cuando salió como libro fue sorprendentemente benigna. Antes, en cambio, fue horrible”, contó. Los paneles salían en Raw cuando lo invitaron a un museo en recuerdo de la Shoah en el sur de California. “Fui solamente porque se anunció que iba a haber hijos de sobrevivientes e hijos de perpetradores en diálogo”, siguió. “Cuando me presentaron y comencé a hablar, el enorme público de hijos de sobrevivientes estaba furioso. Creo que nunca había leído un libro de comics, sólo los conocían por reputación”. En cualquier caso, el espíritu del auditorio era negativo: “¿No podía esperar a que nos muriésemos para burlarse de nosotros?”, sintetizó.
Desde luego, Maus no se burla de las víctimas, ni de nadie. Si acaso, sólo de su propio autor.
La charla también rondó los temas de actualidad. Tras hablar del concepto de responsabilidad en Maus, Spiegelman dio un salto al presente: “Últimamente el antisemitismo está en aumento. Es real. Y no creo que estemos en la primera línea frente a esta campaña monstruosa que se desarrolla en los Estados Unidos”. Polémico como de costumbre, añadió: “Casi puedo imaginarme que me levanto dentro un año y descubro que la Corte Suprema dijo que la esclavitud está bien”.
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