Ya prácticamente no podía hablar. El cáncer de pulmón le estaba consumiendo por dentro y sabía que su final estaba cerca. Sin embargo, antes de marcharse para siempre, necesitaba compartir el secreto que había guardado durante más de 50 años. No quería irse del mundo con esa carga, así que en su lecho de muerte, llamó a su esposa, a su hija, y les contó la verdad.
Thomas Randele era un vecino ejemplar. Vivía con su familia en un casita a las afueras de Boston. Devoto, educado, amable, era el clásico ciudadano querido y respetado por todos los que lo conocían. Se había ganado la vida vendiendo autos en distintos concesionarios y en sus ratos libres, disfrutaba jugando al golf en el club de campo. Por eso a nadie le extrañó que en mayo de 2021, su funeral estuviera abarrotado de personas que lloraron su pérdida y lo recordaron con emotivos discursos.
Solo una semana antes del entierro, los amigos más íntimos de Tom habían estado con él en su casa. Su esposa, Kathy, les había pedido que fueran porque el cáncer había avanzado y a su marido le quedaba muy poco tiempo de vida. Esa tarde, el grupo se juntó por última vez. Contaron anécdotas divertidas y elogiaron a Randele, ya muy débil y abatido por su enfermedad. Lo describieron como uno de los hombres más amables y honestos que habían conocido, y lloraron y rieron al contar que era un golfista que nunca se saltaba las reglas. No imaginaban que aquel padre de familia al que creían conocer muy bien ni siquiera se llamaba Thomas Randele.
Su nombre real era en realidad Ted Conrad. Así figura en los archivos policiales. Durante más de medio siglo había sido un fugitivo. Huyó de la justicia tras cometer uno de los mayores atracos de la historia de Cleveland. Con solo 20 años, había ingresado a un banco para hacerse con un botín de USD 215,000 -el equivalente hoy a USD 1.600.000-. Después, desapareció sin dejar rastro.
Todo comenzó en 1969, cuando Conrad empezó a trabajar como cajero en el Society National Bank. En seguida se dio cuenta de que las medidas de seguridad de la cámara acorazada eran bastante endebles y supo que sería muy fácil robar el dinero y huir. Así se lo contó a uno de sus mejores amigos, Russell Metcalf, según recoge la cadena Fox News.
Un día después de cumplir 20 años, el cajero llevó a cabo su plan. A pesar de su juventud y de su nula experiencia como atracador, no dejó cabos sueltos. Cuando el banco se percató del robo, ya era demasiado tarde. El ladrón había cruzado varios estados sin que nadie lo capturara.
Tras dar el gran golpe, Conrad le escribió una carta a su novia. En el manuscrito le explicaba que volvería a Cleveland cuando prescribiera el plazo para presentar la demanda. Sin embargo, las autoridades lograron acusarle y nunca pudo regresar a su hogar. Entonces, decidió continuar su viaje y seis meses después del atraco se asentó en Boston, a diez horas en coche de su ciudad natal. Allí creó una nueva identidad: se llamaría Thomas Randele.
Para evitar errores absurdos que dieran pistas sobre su paradero, cortó toda comunicación con su familia. Se dejó crecer la barba y jamás habló de su vida anterior. En la década de los 70, consiguió trabajo en un club de campo situado a las afueras de Boston y con el tiempo, lo ascendieron a gerente. Más tarde, en 1982, se casó con su esposa Kathy, con quien tuvo una hija que adoraba. Por esos años, cambió de empleo y se convirtió en vendedor de automóviles. Nadie lo encontró ni lo identificó, a pesar de que un policía de Cleveland lo buscó durante más de cuatro décadas.
John Elliot, agente del cuerpo de alguaciles de EEUU, viajó por el país intentando seguir el rastro del joven Conrad. Sin embargo, el fugitivo era astuto y no cometió ningún error. Logró permanecer en las sombras al tiempo que disfrutaba de una bonita vida familiar. De acuerdo a la cadena Fox, Elliot nunca dejó la investigación, ni siquiera después de jubilarse, pues siguió revisando el caso para intentar encontrar respuestas. Sin embargo, en 2020 murió sin saber dónde se había escondido el joven atracador.
En 2021, a los 71 años y moribundo por el cáncer, Conrad decidió que era el momento de confesarse. Le contó a su esposa y a su hija cuál era su verdadera identidad, y les explicó que a los 20 años había atracado un banco en Cleveland. El hijo del agente Elliot, Pete, quien se convirtió también en alguacil y heredó el caso que había llevado su padre, le dijo a la televisora estadounidense que la familia Randele confirmó esta información.
Al morir Thomas Randele, los investigadores cotejaron los datos del obituario y descubrieron la verdad. La noticia explotó y aunque fue una sorpresa para muchos amigos del fallecido, no cambió el concepto que tenían de él.
“Era simplemente un alma gentil, ya sabes, muy educado, muy bien hablado”, contó Jerry Healy, ex compañero de trabajo de Randele, a la cadena Fox.
“La única forma de encontrarle sentido es pensar que él a esa edad era solo un niño y era una especie de desafío. Si nos hubiera dicho hace tiempo, no le habríamos creído, porque no era ese tipo de persona”, agregó Matt Kaplan, quien dirigía dos concesionarios en los que trabajó Randele.
Para Jerry Healy, y algunas otras personas del círculo cercano del atracador, muchas cosas cobraron sentido cuando se dio a conocer la verdadera identidad de Tom.
“Sabes, todos los años que conocí a Tommy, nunca lo escuché mencionar a una hermana, una madre, un hermano o un padre”, dijo el vendedor de autos.
“Nunca podías sacarle nada”, agregó otro amigo, Brad Anthony.
Todavía se desconoce qué ocurrió con el dinero. El Servicio de Alguaciles mantiene la investigación.
SEGUIR LEYENDO: