Los demócratas estadounidenses pospusieron este viernes la esperada votación final en el Congreso sobre el plan de inversión en infraestructura por 1,2 billones de dólares, defendido por el presidente Joe Biden.
Aún no hay fecha definida para una nueva votación y continúa la falta de acuerdo entre el ala izquierda del partido y los centristas, pese a que Biden hizo el viernes por la tarde una extraña visita al Capitolio, en un intento por destrabar las negociaciones y resolver las diferencias sobre las grandes reformas que la administración tiene en agenda.
“Se los digo: lo lograremos”, declaró a periodistas luego de reunirse a puertas cerradas con legisladores de su partido. “No importa cuándo, no importa si es en seis minutos, seis días o seis meses”, añadió.
La Casa Blanca afirmó horas antes que el Partido Demócrata nunca estuvo tan cerca de resolver sus diferencias, aunque las negociaciones entre los legisladores progresistas y los centristas de la formación oficialista se perfilan como más difíciles que nunca.
El jueves por la noche, la vocera del presidente demócrata, que apagó las luces en la Oficina Oval mucho más tarde de lo habitual, hizo todo lo posible para transmitir un mensaje positivo. Los legisladores demócratas, demasiado divididos, acababan de renunciar a someter a votación final un importante plan de financiación de infraestructuras.
“Estamos más cerca que nunca de un acuerdo”, dijo Jen Psaki en un comunicado. Pero llevará “más tiempo terminar el trabajo”.
Biden, que despejó su agenda para dedicarse a estas discusiones, prometió “reconstruir mejor” Estados Unidos después de la pandemia y frente al cambio climático. Quiere renovar la infraestructura física y rearmar la red de apoyo social.
El ex senador, cuya popularidad ha disminuido desde la caótica retirada de Afganistán, y que está luchando por despertar el entusiasmo popular por sus reformas, debe tener éxito en varios frentes.
Demócratas divididos
Por un lado, hay fuertes inversiones en carreteras, puentes, redes eléctricas, bastante consensuadas, apoyadas por varios legisladores republicanos y, en principio, por los demócratas.
Y por otro lado, hay un gigantesco programa de gasto social (educación, salud, cuidado infantil) y ambiental, del que los conservadores no quieren escuchar y que divide al campo demócrata.
Su monto, aún incierto, se anunció inicialmente en 3.500 billones de dólares.
La relación entre los dos es objeto de negociaciones bastante incomprensibles para el público en general.
Los demócratas progresistas se niegan a votar sobre infraestructura sin garantías sobre el gasto social. Su argumento: los demócratas de centro, una vez que se hayan financiado los puentes y las carreteras, estarían muy contentos de posponer por tiempo indeterminado una votación sobre este otro componente.
Para algunos demócratas centristas, entre los que se destacan el senador Joe Manchin y la senadora Kyrsten Sinema, el tema de fondo es el monto del paquete social (que les gustaría bajar), y el financiamiento (que cuestionan), a través de aumentos de impuestos a los ricos y a las multinacionales.
Pero más allá de estos tira y afloja, el debate gira en torno a la filosofía misma del proyecto Biden, que se supone que hará del Estados Unidos del siglo XXI un modelo de prosperidad y estabilidad frente a China.
Para estos demócratas de centro, y para todo el campo republicano, el Estado no debería interferir demasiado, incluso con las mejores intenciones, en la vida privada de los estadounidenses.
Así, el senador Manchin ha dicho públicamente que se opone al desarrollo de una “mentalidad de asistencialismo” en una sociedad en la que afrontar los gastos de educación, salud o una pérdida de ingresos proviene históricamente de la resiliencia individual e incluso de la caridad.
Para los legisladores más izquierdistas, encabezados por el senador Bernie Sanders, por el contrario, existe una necesidad urgente de corregir las enormes desigualdades.
Y en el medio está Biden, que intenta la síntesis, repitiendo sin cesar “soy un capitalista”, pero señalando también que es necesario apoyar a la clase media trabajadora.
Los demócratas controlan la Cámara de Representantes, pero su mayoría en el Senado es tan estrecha que cualquier deserción tiene un costo muy alto. Y además, podrían perder esa mayoría en poco más de un año, en las elecciones de mitad de período.
(Por Aurélia End - AFP)
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