(Chicago, especial para Infobae) - El corazón de la política está en el bolsillo. Cuando se toca ese recurso sastreril las ideas tienden a modificarse a la velocidad de la luz. Esto está ocurriendo con el cambio climático en Estados Unidos y buena parte del mundo. Las inundaciones, incendios forestales o huracanes están provocando enormes gastos a millones de personas y esto los hace tomar conciencia del peligro ante el que se encuentra Humanidad. Al mismo tiempo, sin que todos se den cuenta, están creando cambios políticos profundos. Y uno de los motores del cambio son las subas en las primas de los seguros o los gastos de reconstrucción de las casas. Los estadounidenses que hasta ahora estaban dispuestos a pagar más por vivir frente al mar, un lago, un río o en el medio de un bosque, ahora comienzan a emigrar a “tierras más estables” creando un cambio demográfico y político que promete modificar el curso histórico del país.
La versión del sueño americano en la península de Florida, que sostiene que incluso las personas con medios relativamente modestos pueden aspirar a vivir cerca del agua, depende tanto de las playas blancas y las suaves brisas oceánicas como del seguro federal contra inundaciones que está fuertemente subvencionado. Pero a partir del 1 de octubre, esas bucólicas comunidades floridianas y de otros lugares del país comenzarán a sufrir recortes en las subvenciones en un experimento nacional para intentar adaptarse al cambio climático y obligar a los estadounidenses a pagar algo más cercano al coste real de su riesgo de inundación, que aumenta por el calentamiento global.
El objetivo de la medida es que las casas más grandes, pertenecientes a personas más ricas, dejen de pagar lo mismo que las más modestas –como es hasta ahora-, y que esa gente comprenda el alcance del riesgo al que se enfrentan y se trasladen a un terreno más seguro, reduciendo el coste humano y financiero de los desastres. “Los seguros subvencionados han sido fundamentales para sostener los mercados inmobiliarios costeros, pero ya es imposible de sostener. Y no son sólo los que están frente al mar. Es también sobre los ríos o lagos o bosques”, explicó al New York Times, Benjamin Keys, profesor de la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania. “Todo esto está requiriendo un importante replanteamiento de la vida en la costa”.
El costo del seguro contra inundaciones, de acuerdo a las primeras previsiones de las empresas del rubro, podrían multiplicarse por diez. Una agente inmobiliaria que vive en Tampa, frente a la playa hizo un cálculo junto a su agente de seguros sobre lo que sucederá con su casa cuando rija la nueva ley y determinó que pasará de pagar 480 dólares a 7.147 dólares al año. El cambio está recibiendo tanto repudio de los residentes como el aplauso de cientos de organizaciones que trabajan en defensa del medio ambiente y la conciencia de los peligros del cambio climático.
Los políticos saben que estas medidas van a provocar cambios demográficos importantes que modificarán los distritos políticos y su propia suerte. Varios legisladores ya advirtieron de las consecuencias al gobierno de Joe Biden. “Estamos extremadamente preocupados por la decisión que están tomando”, escribieron esta semana en una carta a Deanne Criswell, la directora de la agencia estatal de emergencias, FEMA, el senador Bob Menéndez, demócrata de Nueva Jersey, y otros ocho senadores de ambos partidos, incluido el líder de la mayoría, Chuck Schumer, demócrata de Nueva York.
Creado por el Congreso en 1968, el Programa Nacional de Seguros contra Inundaciones es el principal proveedor de cobertura contra esas catástrofes, que a menudo no está disponible en las aseguradoras privadas. Pero, en realidad, subvenciona a los residentes costeros más ricos a expensas de los más alejados del agua, que suelen ser integrantes de las minorías o con bajos ingresos. Las inundaciones que se están produciendo casi permanentemente en todo el país a causa de los bruscos cambios en el régimen de lluvias obligan al gobierno a tomar estas medidas más extremas. Algo parecido ocurre con los que viven en los bosques de California, Oregon y el estado de Washington en el noroeste del país. Allí también hay subsidios impositivos para sus residentes que comienzan a ser cuestionados por los enormes costos que genera el intentar salvar sus casas de los incendios que aumentan año a año por la sequía.
“Todo esto va a producir cambios profundos y muy rápidos. Ya se están registrando movimientos masivos de gente. Y eso va a cambiar también políticamente los distritos. Sectores más conservadores van a recibir votantes más progresistas y viceversa. El cambio climático va a cambiar la atmósfera política tanto como lo hicieron la redistribución de distritos impulsadas por los republicanos en los últimos años”, opina el profesor Keys de la Escuela Wharton.
Desde 1989, la empresa Gallup viene preguntando a los estadounidenses sobre si el cambio climático los afecta personalmente. La proporción neta de personas que han expresado su preocupación -los que han dicho que les preocupa el clima “bastante” o “mucho” frente a los que se dicen que “sólo un poco” o “nada”- está aumentando proporcionalmente. El pico fue en abril de 2000, cuando el porcentaje de personas preocupadas por el clima era 45 puntos porcentuales más alto que el porcentaje de personas no preocupadas. Ese fue también uno de los mejores meses de la economía estadounidense en décadas, cerca del punto álgido del boom de finales de los 90, con un desempleo de apenas el 3,8%. Y en tiempos de crisis financiera como en 2010 y 201, los porcentajes netos de los preocupados frente a los no preocupados fueron de sólo cuatro y tres puntos porcentuales. Esto muestra, una vez más, que “es la economía, estúpido”. Cuando hay prosperidad, la gente se puede ocupar de asuntos como el medio ambiente. Cuando se trata de la supervivencia, el tema pasa a un segundo plano. Y vuelve al centro de la escena cuando el cambio climático comienza a generarle mayores gastos.
Utilizando una gama amplia de pruebas tanto en Estados Unidos como en Europa, dos politólogos de la Universidad de Connecticut, Lyle Scruggs y Salil Benegal, descubrieron que la disminución de la preocupación por el clima en ese período se vio impulsada de manera significativa por el empeoramiento de las condiciones económicas, que aumentó la preocupación por cuestiones más inmediatas. En tiempos de escasez, la gente tiende a pensar menos en las políticas con beneficios a largo plazo. “El estado de la economía afecta a la sensibilidad de la gente hacia el futuro frente al presente”, dijo el profesor Scruggs. “Históricamente, el cambio climático ha caído en el mismo campo que muchas otras cuestiones medioambientales, donde las respuestas de la gente tienden a crecer y decrecer con la economía”.
Claro que también hay otros factores políticos en esta ecuación. Anthony Leiserowitz, director del Programa de Comunicación sobre el Cambio Climático de la universidad de Yale, atribuye el descenso o el ascenso de la preocupación por el cambio climático no sólo a la prosperidad o la debilidad de la economía, sino también a la creciente polarización política y al giro de los medios de comunicación conservadores hacia el negacionismo del cambio climático. “Lo que vimos fue una relación simbiótica entre los medios de comunicación conservadores, los funcionarios electos conservadores y el público conservador”, dijo. “Eso impulsó el cambio en 2011 con la crisis económica y sigue siendo un factor importante ahora con las crisis climáticas que estamos viviendo. Habrá que ver cuál será la reacción de estos negacionistas cuando el agua comience a llegarles al cuello o tengan que pagar más impuestos por vivir cerca del agua o en un bosque”.
El debate sobre el medio ambiente y las emergencias está marcando la agenda política estadounidense como nunca antes. Como sucedió con la guerra de Vietnam que se hizo real cuando comenzaron a verse las imágenes más atroces en los noticieros centrales de la televisión, ahora las “postales” de las casas y las vidas destruidas por el agua o el fuego en las pantallas de los celulares está modificando la opinión de la sociedad estadounidense.