Abbie Graham, una niña de 9 años residente de Keaau en Hawaii, encontró durante una visita con su familia al Parque Paraíso una botella de vidrio que en su interior contenía un mensaje. Según se ha documentado, un grupo de estudiantes japoneses de nivel secundaria pertenecientes al club de ciencias naturales del Colegio Choshi de Chiba, en el este de Tokio, lanzó 750 botellas al mar entre 1984 y 1985 para investigar las corrientes marinas.
Dichas botellas, informó el periódico japonés Mai Nichi, contenían mensajes escritos en diferentes idiomas: inglés, japonés y portugués. Sin embargo, todas tenían un pedido en común, que quien las encontrara contactara al remitente, es decir, que escribiera una carta dirigida al club de ciencias naturales de la institución en Tokio. Algunas botellas ya habían sido encontradas en sitios distantes entre sí, como Canadá, Filipinas y Alaska.
Después de haber enviado las botellas, durante los siguientes doce años cincuenta de ellas fueron encontradas en Japón y en otros sitios. Sin embargo tras la botella número 50 encontrada en 2002 en la prefectura de Kagoshima, en el sur de Japón, ya no se había reportado el hallazgo de haber encontrado más.
Mayumi Kondo, una integrante del club de ciencias naturales en 1984, dijo que el hallazgo “revivió memorias nostálgicas” de sus años escolares. Tras este hallazgo, ahora esperan que pronto aparezca la botella número 52.
Se estima que la práctica de enviar mensajes en botellas como parte de experimentos académicos es muy antigua. La primera correspondencia que se conoce fue enviada de esta forma, fue por parte del filósofo griego Teofrasto, quien era uno de los pupilos de Aristóteles. Supuestamente, Teofrasto estaba tratando de demostrar que el Océano Atlántico desembarcaba en el Mar Mediterráneo; sin embargo, no recibió la carta de regreso.
Desde entonces, varios oceanógrafos han realizado esta práctica con fines similares para lograr un mapeo de las corrientes marinas; aunque también se cree que unas pocas pudieran ser enviadas por personas varadas en alguna isla que envían mensajes desesperados o por quienes desean compartir escritos nostálgicos.
El mensaje más antiguo conocido en una botella tiene 132 años, y fue encontrado en 2019 en una playa del oeste de Australia. El mensaje, con fecha del 12 de junio de 1886, provino de un barco alemán que estaba probando rutas de navegación por el Observatorio Naval Alemán.
Cabe mencionar que esta práctica no está avalada por ambientalistas, pues incluso las preocupaciones sobre el medio ambiente detuvieron algunas de las prácticas y experimentos científicos de la escuela secundaria Choshi.
El enviar botellas a través del océano, según advierten quienes buscan su conservación, aumenta la contaminación y altera los ecosistemas marítimos. Además las botellas de vidrio tardan años en desintegrarse y las taparroscas para proteger el mensaje en su interior pueden resultar dañinas tanto para los animales acuáticos como para las aves, que podrían comerlas.
Finalmente cabe señalar que recientemente en enero del presente año, se había reportado otro hallazgo similar, pero esta vez en Papúa Nueva Guinea. Un ambientalista encontró un mensaje enviado por una adolescente norteamericana a más de 2 mil 500 kilómetros de distancia y, según señaló, la botella había sido lanzada al mar el 8 de enero de 2019 desde un barco por Niki Nie. Ambos realizaron un encuentro a través de Zoom.
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