En todos los Estados Unidos las clases han vuelto a ser presenciales, incluso en medio de la cuarta ola de COVID-19 tras la aparición de la variante Delta. Y en la Casa Blanca esto ha tenido un gran impacto.
Tras meses enseñando inglés y escritura a sus alumnos de la escuela comunitaria del norte de Virginia (una universidad que ofrece una gran variedad de títulos terciarios) a través de una computadora, la primera dama del país vuelve hoy al aula a dar clases en persona.
Jill Biden ha sido profesora a tiempo completo en esta universidad desde 2009, fecha en la que su esposo era vicepresidente del país. El norte de Virginia queda a apenas unos 40 minutos de auto de la capital del país. Ni siquiera durante la campaña presidencial, que requirió viajes por todo el país, Jill Biden renunció a su puesto como profesora. Siempre dejó en claro que tampoco lo haría una vez que se convirtiera en primera dama, y lo cumplió.
“Hay cosas que no se pueden reemplazar, y yo estoy ansiosa por volver a las aulas”, dijo en su momento la primera dama cuando fue consultada acerca de la educación virtual durante la pandemia.
Tradicionalmente, las primeras damas no trabajan por fuera de la Casa Blanca. Su rol es ser soporte de sus esposos, anfitrionas en la residencia oficial, llevar adelante labores caritativas y criar a los hijos. En el caso de Jill Biden, que tiene 70 años, la parte de la crianza ya es cosa del pasado. Su única hija biológica, Ashley, tiene 40 años, y los dos hijos de Joe Biden que ella crió, están cerca de los 50 años.
Es una abuela activa y con frecuencia se la ve con sus nietos. También acompaña a su esposo en actos oficiales y va de viaje en representación de su marido con frecuencia. Pero siempre se supo que esto no era suficiente para Jill Biden.
Es la única primera dama en la historia en tener un doctorado, y su carrera es algo que siempre dijo que iba a preservar.
Eso no quiere decir que otras primeras damas no fueran activas. En el caso de Eleanor Roosvelt, ella se convirtió en una embajadora de su marido en todo el mundo. Franklin D. Roosvelt tenía movilidad limitada tras haber sufrido de polio, y era su esposa quien se movía por él. Además, fue la primera en tomar causas propias, como el apoyo a los más pobres y a las minorías, y durante años escribió una columna que se publicaba en periódicos de todo el país. Más recientemente, Hillary Clinton y Michelle Obama, dos destacadas abogadas con importantes carreras previo a la Casa Blanca, decidieron dejar de trabajar de manera privada pero se convirtieron en personas influyentes dentro de la política.
Pero la vuelta al trabajo fuera de la casa de Jill Biden además tiene un peso simbólico importante en este momento del país. Las mujeres componen el 47 por ciento de la fuerza laboral de la nación y durante la pandemia fueron las que más afectadas se vieron por el desafío de tener que trabajar y a la vez tener a los niños en la casa sin ir al colegio. Durante el último año y medio cerca de 1,8 millones de mujeres en el país abandonaron sus empleos a consecuencia de esta dificultad. Desde la Casa Blanca se las está incentivando a volver.
La oficina de la primera dama ha informado que ninguna actividad oficial de la Casa Blanca se verá afectada por el trabajo de Jill Biden, quien seguramente como muchas otras mujeres en el mundo hará malabares para lograr cumplir con todas sus obligaciones.
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