Las autoridades de Nueva York lucieron totalmente sorprendidas por las inundaciones de la noche del miércoles, que dejaron al menos siete muertos en la metrópoli, ya que el agua que cayó fue mucha más (y a mayor intensidad) que la que esperaban los especialistas, en lo que sería una nueva realidad alterada por el cambio climático.
“Es peligroso. Estamos viendo un tipo de lluvia... casi nunca vemos este tipo de velocidad con la que ha llegado la lluvia”, dijo el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, pidiendo urgentemente a todo el mundo que se quede en casa. El meteorólogo de CNN Michael Guy también expresó su preocupación: “Lo que es tan sorprendente es el lapso de tiempo de las lluvias y el área impactada”. Según destacó, es una zona muy grande “y sólo ocurrió en un lapso de unas pocas horas, eso no es nada que hayamos visto, especialmente en esta región del país”.
“Ocurrió en un lapso de unas pocas horas, eso no es nada que hayamos visto, especialmente en esta región del país”
Aunque las investigaciones están en marcha, existe un consenso científico sólido de que los huracanes son cada vez más poderosos. Aunque su estudio es complejo, uno de los factores clave que determinan la fuerza que adquiere finalmente una tormenta está marcada por la temperatura del agua en la superficie del océano, porque mientras más caliente sea, proporciona una mayor energía que alimenta las tormentas.
Ante este panorama, el incremento de las corrientes cálidas, impulsadas por el cambio climático, están teniendo una consecuencia que salta a la vista: se ha ampliado la zona en la que los huracanes pueden formarse. Por consiguiente, también hace que tengan un alcance mayor, ya sea con su categoría de huracán o rebajado a tormenta tropical, que igualmente pueden causar daños como los vistos en Nueva York y Nueva Jersey.
Hay una “migración de los ciclones tropicales que los aleja de los trópicos y los acerca a los subtrópicos y las latitudes medias”, explicó James P. Kossin, científico del clima de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica, en declaraciones al New York Times. Eso podría significar que más tormentas toquen tierra en latitudes más altas.
En las zonas costeras, además de consecuencias como la caída de postes eléctricos o daños en las viviendas, el efecto es mayor cuando se combina con el aumento del nivel del mar, ya que las inundaciones son peores. “Incluso si las tormentas en sí mismas no estuvieran cambiando, la marejada ciclónica se apoya en un nivel elevado del mar”, dijo al Times Kerry Emanuel, profesor de ciencias atmosféricas del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Precisamente, el investigador puso como ejemplo a la ciudad de Nueva York, donde el nivel del mar se ha elevado unos 30 centímetros en el último siglo. “Si la marejada ciclónica de Sandy hubiera ocurrido en 1912 en lugar de 2012”, dijo, “tal vez no habría inundado el Bajo Manhattan”.
Esta semana, la ONU advirtió la mayor frecuencia de estos desastre naturales. “El número de estos fenómenos extremos está aumentando. Debido al cambio climático serán más frecuentes y severos en muchas partes del mundo”, dijo en un comunicado el secretario general de la Organización Meteorológica Mundial, Petteri Taalas, al presentar un informe que estudió la frecuencia, mortalidad y las pérdidas económicas causadas por desastres vinculados a fenómenos meteorológicos extremos entre 1970 y 2019.
Según el reporte, los desastres climáticos se quintuplicaron en los últimos 50 años y causaron importantes daños, aunque la mejora en los sistemas de alerta permitió reducir el número de muertes.
Los expertos también señalaron que los fenómenos han causado menos muertes que las esperadas por la mayor preparación de las ciudades y las advertencias de los especialistas. No obstante, ello también es cada vez más difícil. Como lo mostró Ida, los huracanes pueden fortalecerse de categoría 1 a 4 en cuestión de horas, una situación que ya se ha repetido con otras tormentas.
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