EEUU destruyó Eagle Base, la última base de la CIA en Afganistán, para evitar que los talibanes se queden con equipos o información sensible

Fue una detonación controlada en las instalaciones ubicadas cerca del aeropuerto de Kabul. Ocurrió el jueves pasado, poco después del atentado perpetrado por el Estado Islámico

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Aeropuerto Internacional Hamid Karzai, Kabul, Afganistán, el 26 de agosto.
Aeropuerto Internacional Hamid Karzai, Kabul, Afganistán, el 26 de agosto.

Una detonación controlada por las fuerzas estadounidenses que se escuchó en todo Kabul ha destruido la Base Eagle, el último puesto de avanzada de la CIA fuera del aeropuerto de Kabul, confirmaron a The New York Times funcionarios norteamericanos.

Según explicaron al diario estadounidense, la voladura de la base tuvo por objeto garantizar que cualquier equipo o información no cayera en manos de los talibanes.

La Eagle Base (Base Águila), que comenzó a funcionar a principios de la guerra en una antigua fábrica de ladrillos, fue utilizada durante todo el conflicto. Pasó de ser un pequeño puesto de avanzada a ser un centro en expansión que se utilizaba para entrenar a las fuerzas antiterroristas de las agencias de inteligencia de Afganistán.

“Eran una unidad excepcional”, dijo Mick Mulroy, un antiguo oficial de la CIA que sirvió en Afganistán. “Fueron uno de los principales medios que utilizó el gobierno afgano para mantener a raya a los talibanes durante los últimos 20 años. Fueron los últimos en luchar y sufrieron muchas bajas”.

Los afganos locales sabían poco de la base. Según detalló NYT, el complejo era extremadamente seguro y estaba diseñado para que fuera casi imposible penetrar en él. Paredes de hasta 3 metros de altura rodeaban el recinto, y una gruesa puerta metálica se abría y cerraba rápidamente para permitir el paso de los vehículos.

Una vez dentro, los coches tenían que pasar por tres puestos de control de seguridad exteriores donde se registraban y se revisaban los documentos antes de permitirles entrar en la base.

Si bien la destrucción de la base se produjo tras el atentado de ISIS-K en el aeropuerto de Kabul que mató a unos 170 afganos y 13 miembros del servicio estadounidense, ya había sido planificada con anterioridad. Sin embargo, su detonación, horas después del atentado, alarmó a muchas personas en Kabul, que temían que se tratara de otro ataque terrorista.

La misión oficial estadounidense en Afganistán para evacuar a los ciudadanos estadounidenses y a los aliados afganos finalizará el próximo martes. Según la Casa Blanca y el Pentágono, podría haber un mayor derramamiento de sangre antes de la fecha límite. Los próximos días “serán nuestro periodo más peligroso hasta la fecha” en la evacuación, declaró la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki.

El atentado del jueves —que se atribuye a la rama afgana del grupo Estado Islámico, enemigo tanto del Talibán como de Occidente— fue uno de los ataques terroristas más letales que ha visto el país. Estados Unidos dijo que fue el día más mortífero para las fuerzas estadounidenses en Afganistán desde 2011.

Los talibanes han recuperado el control de Afganistán dos décadas después de haber sido destronados en una invasión liderada por Estados Unidos tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Su regreso al poder ha aterrorizado a muchos afganos, que se han apresurado a huir del país antes de la retirada estadounidense.

¿Quién dirigirá el aeropuerto de Kabul tras la salida de las fuerzas estadounidenses? Esa pregunta es vital para los nuevos gobernantes talibanes de Afganistán, pero también para los países occidentales que aún esperan evacuar extranjeros y afganos.

En solo cuatro días, el 1 de septiembre, el aeropuerto internacional Hamid Karzai estará bajo la responsabilidad de los islamistas de línea dura, quienes ya el viernes afirmaban haber tomado “el control” ciertas zonas de la parte militar de las instalaciones.

“Nos vamos a ir el 31 de agosto. En esa fecha, estaremos devolviendo el aeropuerto al pueblo afgano”, dijo el viernes el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, poniendo fin a las especulaciones sobre la posibilidad de que el terminal aéreo quedara en manos internacionales.

Pero aunque el gobierno afgano se derrumbó ante el avance de los talibanes sobre Kabul, los otrora insurgentes, ahora en el poder, aún no han formado gobierno.

“Gestionar un aeropuerto no es un asunto sencillo”, dijo Price. “Creo que tal vez no sea razonable esperar que haya operaciones aeroportuarias normales el 1 de septiembre”.

La idea de que el aeropuerto podría cerrarse temporalmente fue planteada el miércoles por su jefe, el secretario de Estado Antony Blinken. Dijo que había habido “esfuerzos muy activos” por parte de los países de la región para ayudar a mantenerlo abierto “o, en su caso, reabrirlo si se cierra durante algún periodo de tiempo”.

Blinken insistió en que el destino del aeropuerto es importante para los talibanes, quienes al parecer no quieren estar de nuevo al frente de un régimen paria, como ocurrió entre 1996 y 2001.

Pero el aeropuerto también es importante para los países occidentales que quieren poder sacar a sus ciudadanos de Afganistán, así como a los miles de aliados afganos que no podrán ser evacuados en el puente aéreo dirigido por Estados Unidos hasta el 31 de agosto. Hasta ahora, la OTAN ha desempeñado un papel fundamental: el personal civil de la alianza se ha encargado del control del tráfico aéreo, el suministro de combustible y las comunicaciones, mientras que los contingentes militares de Turquía, Estados Unidos, Gran Bretaña y Azerbaiyán se encargan de la seguridad.

Ante la inminente retirada total de las fuerzas internacionales, se pensó durante un tiempo que quizás Turquía entraría en escena y mantendría la responsabilidad de asegurar el perímetro del aeropuerto. La esperanza era que los talibanes aceptaran la presencia de una pequeña fuerza de Turquía, una nación mayoritariamente musulmana que también forma parte de la OTAN.

Pero una vez que tomaron el poder, los talibanes han dicho repetidamente que no aceptarán ninguna presencia militar extranjera en Afganistán después del 31 de agosto, y los soldados turcos han comenzado a retirarse. Sin embargo, las negociaciones han continuado en el frente diplomático.

Tras las primeras conversaciones el viernes entre funcionarios turcos y los talibanes en Kabul, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, reveló que los talibanes ahora quieren supervisar la seguridad del aeropuerto, al tiempo que ofrecieron a Ankara la opción de encargarse de la logística. “Tomaremos una decisión una vez que prevalezca la calma”, dijo Erdogan, afirmando que el ataque suicida del jueves a las puertas del aeropuerto mostraba lo complejo de la misión.

Además de Turquía, los diálogos sobre el futuro del aeropuerto han incluido a Catar y a operadores privados, mientras que Estados Unidos ha dicho que está actuando como facilitador.

Pero la cuestión de quién se hace cargo del aeropuerto es delicada. Funcionarios estadounidenses afirman que, más allá de los problemas de seguridad, el aeropuerto está en mal estado. Además, según ellos, aparte del ejército de Estados Unidos, hay pocas entidades en el mundo capaces de hacerse cargo de él de un día para otro.

Expertos estadounidenses y occidentales en tráfico aéreo acaban de completar una evaluación del aeropuerto en un intento de valorar si los vuelos comerciales podrían reanudarse rápidamente, dijo Price el viernes. Otros funcionarios son más tajantes: no habrá muchas aerolíneas que acepten volar a Kabul mientras los talibanes no sean capaces de ofrecer garantías respecto a la seguridad y a la infraestructura.

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