Washington DC - Cuando Jennifer Molina entró por primera vez a la Casa Blanca como funcionaria del flamante gobierno de Joe Biden aún era una veinteañera. Nacida en Colombia, hija de madre soltera e indocumentada hasta que ingresó a la escuela secundaria, Molina es, a sus 30 años, una de las responsables de que latinos, afroamericanos, grupos religiosos, los colectivos LGTBIQ+ y muchas otras comunidades se sientan capaces de alcanzar lo que ella está viviendo: el “sueño americano”.
“Llegué de Colombia con mi mamá, tenía seis años. Ella quería el sueño americano para mí y mis hermanas. En Colombia era madre soltera y quería un futuro mejor. Y acá estamos”, dice Molina durante una entrevista con Infobae en el último piso del Hotel Hay Adams, desde el que hay una vista privilegiada al edificio en el que trabaja, la Casa Blanca.
¿Y qué dice su madre de tener a una hija trabajando en la Casa Blanca? “Está súper feliz, orgullosa”.
Molina es una de cinco hermanas. Solo la menor nació en Estados Unidos, y ninguna sintió la necesidad de volver a vivir en Colombia. “Una tiene su propio negocio en Nueva York, otra trabaja con ella, la pequeña que nació aquí tiene su propio negocio, otra es madre”, enumera.
La joven funcionaria de la Casa Blanca hace una pausa para pensar y dice: “La verdad que la apuesta de mi madre salió bien para todas”.
Graciela, la valiente madre, es de Cali, y allí nació también Jennifer, que en los últimos 24 años solo una vez volvió a la tierra que la vio nacer.
“La gran prioridad es que las comunidades sientan que alguien en la Casa Blanca siempre los escuchó”
“Volví a los 18 años a conocer de dónde venía. He estado en Cartagena, en la costa, pero no volví a Cali. Es el día de hoy que mi madre solo nos habla en español. Y por eso todas lo hablamos”.
Que Graciela dejara Cali para instalarse en Connecticut y que Graciela solo hablara en español con sus hijas terminó pagando sus dividendos, aunque no fuera sencillo.
“Viví en Estados Unidos como indocumentada. No fue hasta que llegué a la secundaria que tuve la documentación. En Connecticut teníamos familia, eso fue de muchísima ayuda”.
Mientras la luz del verano inunda el restaurante desde el que se ve buena parte de Washington, Molina se ríe al admitir que es “siempre la más joven” en sus trabajos. Casada, no tiene hijos (“pero sí un perro”), y siente una enorme responsabilidad por el puesto que le confió el gobierno de Biden.
“¡Es que esta posición nunca ha existido, es nueva! Bajo la administración de Obama hubo incluso muchos que se sintieron olvidados. La gran prioridad es que las comunidades sientan que alguien en la Casa Blanca siempre los escuchó y que siempre se comerciaron con ellos temas muy diferentes”.
Cuando Molina habla de “temas muy diferentes” llega al hueso de la idea que impregna su gobierno: huir de los ghettos, de la estigmatización.
“Hablamos con la comunidad hispana de temas de educación, de la economía, de cambio climático, y no solamente de migración”
“Algo que nosotros hacemos distinto a otros gobiernos es hablar con la comunidad hispana de temas de educación, de la economía, de cambio climático, y no solamente de migración. Lo mismo con la comunidad afroamericana, con la que no hablamos solo de temas raciales, sino temas básicos que cualquier persona discute. Esa es nuestra gran prioridad. Y dejar al Partido Demócrata en una posición mejor para ganar no solo las elecciones de medio término, sino también la presidencial”.
“A las personas, sin importar sus orígenes, les importan las mismas cosas que a su vecino de origen diferente. Eso es una prioridad para nosotros, mucha gente solo quiere enfocarse en temas simples y grandes: como mejorar la vida de sus hijos, como progresar en su trabajo. Estamos muy enfocados en eso, en hablar de todo a todas las comunidades cada día. Hay mensajes en común para el latino de Orlando, el blanco de Minnesota y el afroamericano del Bronx: vender y explicar la visión del presidente, el ‘build back better’, el reconstruir mejor”.
Temas de género, capacitación para crear su propia empresa, apoyo para hipotecas: el gobierno de Biden, dice Molina, quiere dar oportunidades a los que no las tienen, a esos grupos que fueron los más golpeados por la pandemia del covid. “Y no nos olvidemos del tema de la deuda estudiantil, porque sabemos que la comunidad hispana es joven, por eso es un gran foco para nosotros. Ni de lo que está haciendo el Departamento de Agricultura para mejorar la vida de las personas que están trabajando en las fincas rurales”.
Las oficinas de Molina, cuyo cargo oficial es el de “directora senior de comunicación para las coaliciones”, están en el primer piso de la Casa Blanca, en el Ala Oeste.
“Es una gran experiencia trabajar allí, cada vez que camino esos pasillos me digo ‘Oh my God!’. Hay mucho que hacer, se siente cuando entras que es un ‘¡vamos, vamos, vamos!’. Todo es muy intenso, todo se mueve muy rápido, y hay millones de cosas sucediendo a la misma vez, porque hay muchas prioridades diferentes. Y estamos tratando de hacer todo”.
Tras trabajar en la campaña de Hillary Clinton en 2016, entre 2020 y 2021 Molina fue directora de comunicación para los medios latinos en la campaña de Joe Biden y vocera del equipo de transición antes de que Biden asumiera en la Casa Blanca el 20 de enero de este año.
Molina es una de las cuatro mujeres latinas con alto perfil en la Casa Blanca. Están también Pili Tobar, subdirectora de Comunicaciones, Julissa Reynoso, jefa de gabinete de la primera dama, Jill Biden, y Julie Chávez, directora de Asuntos Intergubernamentales, una función que ejerce de bisagra entre los gobiernos federal, estatales, locales y tribales.
“En comparación a los años de Obama somos un equipo mucho más pequeño en comunicación. El covid y el cambio climático, prioritarios, se llevaron recursos y nuestro equipo es hoy más pequeño. Pequeño pero fuerte, eso nos decimos siempre”, dice Molina con una sonrisa.
En sus caminatas por los pasillos del edificio desde el que se gobierna Estados Unidos, Molina se ha cruzado más de una vez con la vicepresidenta Kamala Harris. Al presidente lo ve a lo lejos, aunque durante la campaña tuvo un trato frecuente: “Él siempre tiene algo especial para cada persona en el trato”.
“Llego a las 8.30. ¿Cuándo termino? Depende del día... Y la verdad es que estamos pendientes las 24 horas y los siete días de la semana”
El día que se sentó a hablar con Infobae, la jornada de Molina había comenzado a las cinco de la mañana. “Pero normalmente vengo a la Casa Blanca caminando desde mi casa y llego acá a las 8.30. ¿Cuándo termino? Depende del día... Y la verdad es que estamos pendientes las 24 horas y los siete días de la semana”.
Molina admite que llegar a la Casa Blanca siempre fue “un sueño” para ella. “He trabajado en campañas políticas, en ONG’s... La política siempre fue muy importante para mí. Trabajé para llegar a donde estoy, un puesto que ayude en la estrategia de todo el gobierno. Estudié Ciencias Políticas y desde muy temprano entendí que no puedes llegar a la gente si no tienes un mensaje, una visión para ofrecer. Aprendí a persuadir a la gente, a hacerle ver las cosas”.
Su pasión por las relaciones internacionales quedó en un segundo plano ante la pasión que le genera la política doméstica. ¿Le gustaría llegar al Congreso? Molina ríe.
“No sé, no sé... No tengo aspiraciones al Congreso, creo que hay muchas maneras diferentes de hacer cambios”.
El gobierno de Biden y Harris se juega mucho de cara a los latinos con su plan de reformar Centroamérica para disminuir el flujo migratorio hacia Estados Unidos. Hay un plan dotado de 4.000 millones de dólares para ayudar a ese objetivo, y la vicepresidenta Harris es la encargada del tema, al igual que Biden supervisaba América Latina en sus años de vicepresidente de Barack Obama. Harris estuvo recientemente en México y Guatemala para impulsar esa misión en lo que se denomina el “Triángulo Norte”: Guatemala, Honduras y El Salvador.
“Estamos dispuestos a trabajar con todos. Prometimos 4.000 millones de dólares para la región. Con trabajo se puede lograr”
“Es obviamente la persona ideal para manejarlo todo, está lista para crear diferentes programas, lista desde el inicio para manejar la situación. En su visita a México y Guatemala anunció diferentes iniciativas que apuntan a los motivos de la migración. Busca crear beneficios económicos en la región. Está muy enfocada en este tema y va a hacer lo máximo posible para trabajar con cada país y manejar la situación”, asegura Molina.
Honduras, señalado como un narcoestado por muchos dirigentes y agencias en los Estados Unidos, es la gran piedra en el zapato de ese plan. Molina confía en que no será un problema insuperable.
“Nuestra administración ha demostrado con claridad que no le dan miedo las situaciones difíciles. Estamos dispuestos a trabajar con todos. Prometimos 4.000 millones de dólares para la región. Con trabajo se puede lograr”.
Harris ya le dijo a centroamericanos y mexicanos que, por el momento, lo mejor es no intentar migrar a los Estados Unidos. La vicepresidenta fue criticada por esa frase, que puede ser un bumerang y generar un “efecto llamada”. ¿Qué le diría Molina a esos hombres, mujeres y niños que, como ella, quieren cumplir el “sueño americano”?
“Nunca nadie se quiere ir de su casa. La gente se va por desesperación, para buscar algo mejor. Con este nuevo presidente los Estados Unidos creen en el hecho de invertir en cada región con necesidades para que las personas no se quieran ir de su casa. Y para las que lo hacen estamos tratando de crear un sistema de asilo mejor, que en el mandato anterior fue totalmente destruido. Estamos en julio recién, pero muy dedicados a mejorar la situación”.
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