La oposición interna a las reformas del papa Francisco se está desarrollando mucho más allá de las murallas del Vaticano. También las del segundo católico más poderoso del mundo, el presidente estadounidense Joe Biden. Y el epicentro de esa resistencia está hoy en una zona rural del estado de Indiana, en Estados Unidos. Allí, entre las bucólicas ciudades de South Bend y Fort Wayne vive una de las comunidades católicas más fuertes del país y el conservador obispo Kevin Rhoades es su “pastor”. De ese lugar viene, por ejemplo, Amy Coney Barrett, la última jueza de la Corte Suprema nombrada por Donald Trump y que formaba parte de una secta ultracatólica de la misma zona eclesiástica. El obispo y la jueza son apenas algunos de los integrantes del ala más conservadora de la Iglesia estadounidense que tiene como nuevo objetivo dejar de administrar la comunión a Biden por su posición en favor del derecho al aborto.
La última semana, Rhoades encabezó una rebelión interna en la Conferencia Episcopal estadounidense que terminó con los obispos votando de manera abrumadora a favor de redactar un conjunto de directrices para la eucaristía. Un documento que marque claramente cuáles son los límites y las obligaciones de los católicos para tomar la comunión durante la misa. Claramente, un avance de los ultraconservadores para delimitar las posiciones liberales dentro del catolicismo que representa Biden. Especialmente si se tiene en cuenta la homilía del 7 de junio del papa Francisco cuando dijo que la Eucaristía “no es la recompensa de los santos, sino el pan de los pecadores.”
En la conferencia de prensa cuando regresó de su gira europea le preguntaron a Biden en la Casa Blanca: ¿cómo se siente con respecto al documento que impediría que usted y otros que apoyan el aborto reciban la comunión? “Ese es un asunto privado y no creo que vaya a suceder”, fue la respuesta cortante del presidente. Pero desde que anunció en campaña su intención de “expandir el acceso a la anticoncepción y proteger el derecho constitucional al aborto” está sintiendo la presión de los ultraconservadores. En octubre de 2019 ya le negaran la Comunión en una parroquia de la Diócesis de Charleston, en Carolina del Norte.
Los obispos de Estados Unidos aprobaron la redacción del borrador del documento sobre la Eucaristía con 168 votos a favor, 55 en contra y 6 abstenciones. Bastaba la mayoría simple para ser aprobada la moción, pero tuvo el apoyo del 73% de los purpurados. El esbozo para el borrador, presentado por el comité de doctrina del Episcopado, incluye “la enseñanza de la Iglesia sobre la presencia real de Cristo en el sacramento, el domingo como día del Señor, la Eucaristía como sacrificio y la dignidad para recibir la Comunión”. La redacción final del documento estará para ser votado en la siguiente asamblea de obispos programada para noviembre, que debería realizarse de manera presencial en Baltimore.
Los cristianos reciben la comunión para recordar el sacrificio realizado por Jesús en su muerte. Para los católicos, el ritual es un sacramento y la parte central de la misa. La enseñanza católica indica que el pan y el vino se transforman literalmente en el cuerpo y la sangre de Cristo durante la ceremonia. Negar la eucaristía a alguien es negarle la presencia de Cristo.
Los principales aliados estadounidenses del papa Francisco, el cardenal de Chicago Blase Cupich, el de Newark, Nueva Jersey, Joseph Tobin y el de Washington D. C. Wilton Gregory, se alinearon con la advertencia del Vaticano de no seguir adelante con el documento eucarístico, pero nada pudieron hacer a la hora de votar. “Los líderes tienen una obligación especial por su visibilidad pública”, dijo triunfal Rhoades al finalizar el cónclave que se realizó en forma virtual.
Rhoades, al igual que el presidente, creció en Pensilvania, y fue nombrado jefe de la diócesis de Fort Wayne-South Bend en 2010 por el entonces papa Benedicto XVI. Se enfrentó públicamente por primera vez con Biden en 2016 cuando criticó la decisión de la Universidad de Notre Dame, fundada en 1842 y la más prestigiosa con orientación católica, de honrar a Biden, vicepresidente en ese momento, debido al apoyo que manifestó al derecho al aborto y al matrimonio entre personas del mismo sexo. “No estoy de acuerdo con premiar a alguien por un ‘servicio destacado a la Iglesia y a la sociedad’ que no ha sido fiel a esta obligación”, dijo en ese momento.
El obispo Rhoades es reconocido por haber publicado la lista completa de los sacerdotes acusados “de manera creíble” de abuso sexual. Fueron 18, entre curas y diáconos, que abusaron sexualmente de 33 niños a lo largo de tres décadas en esa diócesis de Indiana. Pero un año más tarde fue él quien apareció en una demanda presentada por el feligrés Don Asbee, de 67 años, quien dijo haber sido abusado por dos sacerdotes que siguieron ejerciendo y tuvieron protección cuando Rhoades era obispo en Pensilavania.
Biden es católico de cuna y asiste tradicionalmente a misa junto a toda su familia en Delaware. Se lo vio en muchas ocasiones, particularmente en los días difíciles del poder, con un rosario en la mano que perteneció a su difunto hijo, Beau. Como senador, al comienzo de su carrera política, tuvo algunas posiciones conservadoras que ahora serían muy del gusto del obispo Rhoades, pero con los años apoyó varias medidas para liberalizar la financiación de las clínicas y programas que protegen el aborto. En mayo, su administración publicó una propuesta de presupuesto para el año fiscal 2022 omitiendo la referencia a la “Enmienda Hyde” de 1976, que prohíbe la financiación federal de la mayoría de los procedimientos de terminación del embarazo.
Y no es sólo el presidente quien está en la mira de los obispos conservadores. Otros prominentes políticos demócratas y católicos también sufrieron desplantes en las iglesias en los últimos meses, como la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, de California y el senador Tim Kaine de Virginia. Pero tienen un aliado clave que es el arzobispo de Washington, el cardenal Wilton Gregory, que propicia un dialogo con los políticos católicos que apoyan el derecho al aborto. Aunque entre los feligreses se registra un giro importante hacia los movimientos conservadores en respuesta al creciente secularismo, los abusos sexuales y el declive general de adeptos del cristianismo, tanto protestante como católico. De acuerdo a una encuesta del Centro de Investigaciones Pew 6 de cada 10 electores católicos blancos registrados ahora son republicanos, en comparación con 4 de cada 10 en 2008.
En forma discreta, el Papa expresó a sus obispos la preocupación por el creciente conservadurismo entre los católicos estadounidenses y en forma pública se enfrentó con el ex presidente Trump en temas como el racismo, la inmigración y lo que significa ser un verdadero cristiano. Los católicos conservadores, no solo los evangélicos, tuvieron un poder significativo durante la administración del multimillonario, y lograron impulsar su agenda contra el aborto y opinar en el nombramiento de unos 200 jueces federales.
Claro que Rhoades no está solo y tiene aliados importantes en Roma. Dijo que el documento que limitará la comunión de los católicos que no repudien el aborto, está inspirado en las directivas de las más altas esferas del Vaticano. “De hecho, toda la idea de una política nacional no vino de este u otro obispo local. Vino de la Congregación para la Doctrina de la Fe”, aseguró. Añadió que la poderosa oficina vaticana “vio diferencias de opinión entre los obispos en cuanto a quién debe recibir la Sagrada Comunión. Así que realmente de ahí sacamos esa idea”.