California se convirtió el martes en el estado de Estados Unidos con mayor cantidad de muertes por coronavirus, superando a Nueva York, con un promedio de 433 fallecimientos diarios durante la última semana.
En las matemáticas de la pandemia, hay dos formas de ver los estragos causados por el coronavirus en California. Como el estado más poblado de Estados Unidos, California tiene, por lejos, la mayor cantidad de casos en el país, con más de 3.4 millones, y ahora también la mayor cifra de muertes. Pero cuando se ajusta a su gran población, California presenta una tasa de mortalidad más baja que 31 estados y Washington D.C.
Con alrededor de 114 muertes por cada 100.000 personas, el estado tiene aproximadamente la mitad de la tasa de Nueva York, Nueva Jersey, Massachusetts o Mississippi. La disparidad entre Nueva York y California podría ser aún mayor si se toma en cuenta la probabilidad de que el primero haya subestimado los decesos en los primeros meses de la pandemia porque las pruebas para detectar el virus eran muy escasas.
Sin embargo, estas estadísticas atenuantes significan poco para las familias de las casi 45.000 personas que fallecieron por coronavirus en California. Los números tampoco significan mucho para capellanes como Kristin Michealsen, quien muchas veces es la única persona en la sala de cuidados intensivos que tiene permiso para despedirse de los pacientes mientras las familias solo pueden hacerlo desde sus casas.
“Cuando venimos a este mundo, inmediatamente nos rodean personas, tenemos un toque humano”, dijo la Sra. Michealsen en declaraciones a The New York Times la semana pasada desde el Centro Médico Providence Holy Cross en la sección Mission Hills de Los Ángeles. “Solo creo que cuando dejemos este mundo, deberíamos tener lo mismo”, añadió.
La pandemia afectó de manera desigual en California, donde las personas del sur y el Valle Central agrícola fueron mucho más golpeadas que las del norte.
Pero incluso en San Francisco, donde casi 350 personas han muerto a causa del virus en las últimas 24 horas, la crueldad de la pandemia - la incapacidad de las familias para rodear a sus parientes moribundos, la interrupción de antiguos rituales de duelo - está siendo muy desgastante.
“Nunca en 15 años he experimentado las múltiples capas de pérdida que estamos experimentando ahora”, afirmó Naomi Tzril Saks, capellana del centro médico de la Universidad de California en San Francisco en Parnassus Heights, a The New York Times. Al igual que los capellanes de todo el país, la Sra. Saks y sus colegas han hecho todo lo posible para remediar el cruel aislamiento de la enfermedad.
“Hemos participado de Zooms en bandas con gente tocando violín”, aseguró Saks. “Hicimos un Zoom con el hijo de una persona que estaba encarcelada, que ella no había visto en años antes de morir”.
Los capellanes han realizado retiros virtuales para evitar el agotamiento emocional, señaló Saks. Algunos se han unido a grupos de apoyo nacionales.
“Hay historias y experiencias de esta pandemia que permanecerán en mi cuerpo durante mucho tiempo”, dijo Saks.
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