Volar en tiempos de COVID-19: los avances para evitar contactos en aeropuertos y aviones que se aceleraron por la pandemia

Identificaciones biométricas, menos servicio a bordo, más máquinas y menos personal son algunas de las medidas que ya habían comenzado a implementarse -principalmente en Estados Unidos y Europa- pero a partir de 2020 pasaron a ser una condición necesaria para garantizar la seguridad sanitaria de los pasajeros

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Los viajeros deben acostumbrarse a nuevos protocolos tanto en los aeropuertos como en los aviones (REUTERS/Eduardo Munoz)
Los viajeros deben acostumbrarse a nuevos protocolos tanto en los aeropuertos como en los aviones (REUTERS/Eduardo Munoz)

El coronavirus lo cambió todo. El modo en el que trabajamos, nos comunicamos y hasta resolvemos cuestiones diarias como la compra de alimentos. Una de las áreas donde la necesidad de adaptarse a la “nueva normalidad” es más imperante es la de los viajes. Y concretamente, la aeronáutica.

A nivel mundial, se calcula que las aerolíneas comerciales perdieron USD 391.000 millones (en relación a lo que esperaban facturar), habiendo trasladado a casi 3.000 millones de viajeros menos de lo proyectado. Difícilmente la industria se recupere pronto, y para que las personas recobren confianza a la hora de viajar, los líderes del sector comenzaron a implementar cambios para lograrlo.

Algunos de ya están a la vista. La tendencia indica que los viajeros tendrán cada vez menos contacto directo con otras personas para reducir en la mayor cantidad posible la exposición a virus y gérmenes. Hoy ya se ven aerolíneas que aclaran que dejarán asientos vacíos para aumentar el espacio entre personas y que estas tendrán una menor interacción con asistentes de viaje.

Aeropuertos de Estados Unidos y Europa ya han adoptado la tecnología biométrica para identificar personas, lo que permite evitar la interacción con un oficial de aduanas. A través de una lectura facial se determina la identidad del viajero y se le permite ingresar a zona de abordaje o salir del aeropuerto.

La tendencia no comenzó con la pandemia. En el aeropuerto de Miami, por ejemplo, desde febrero de 2018 es posible acceder a las zonas de abordaje a través de máquinas de reconocimiento facial y desde marzo de 2019 -un año antes de que se declarara la crisis sanitaria mundial- existen las unidades de salida biométricas, donde se coloca el pasaporte sobre un lector y una cámara hace un reconocimiento facial de la persona. El proceso sirve como validación migratoria.

Por medio de la tecnología biométrica, las autoridades buscan evitar al máximo los contactos entre viajeros y los trabajadores aeroportuarios (REUTERS/Adrees Latif)
Por medio de la tecnología biométrica, las autoridades buscan evitar al máximo los contactos entre viajeros y los trabajadores aeroportuarios (REUTERS/Adrees Latif)

“Junto a las autoridades del aeropuerto, estamos haciendo historia y ofreciendo un mejor servicio a los viajeros”, declaraba en su momento a la prensa Christopher Maston, director de la oficina de aduanas y protección fronteriza de los Estados Unidos para Miami.

Pero con la pandemia, y el consiguiente riesgo que implica la interacción humana, lo que en su momento eran pruebas piloto pasó a ser una necesidad. Y la tendencia se aceleró de manera exponencial.

“Hemos visto una migración hacia la tecnología que evita el contacto. Ocho años de evolución se concentraron en un par de meses. Y creo que son cambios que llegan para quedarse”, dijo Alan Joyce, director de la aerolínea Quantas, la semana pasada durante la reunión de Eurocontrol, una de las principales conferencias mundiales de la industria de la aviación comercial.

No obstante, hay quienes se oponen a esta tendencia. Por un lado, hay voces que han planteado dudas acerca de la seguridad. Estados Unidos, un país que modificó radicalmente su seguridad aeroportuaria después de los atentados contra la Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001, cualquier cambio en la modalidad de control genera preocupaciones.

También están aquellos que creen que este avance tecnológico atenta contra la privacidad de la gente. Cada vez que como pasajeros aceptamos este tipo de tecnología, estamos enviando a una base de datos una gran cantidad de información personal que no necesariamente sabemos a quién llega o cómo será utilizada.

Las autoridades aeroportuarias pretenden que la mayor parte de los trámites se realicen por medio de la tecnología (REUTERS/Kamil Krzaczynski)
Las autoridades aeroportuarias pretenden que la mayor parte de los trámites se realicen por medio de la tecnología (REUTERS/Kamil Krzaczynski)

La ONG alemana, Digitale Freiheit, que aboga por la privacidad y la protección de datos, elevó una queja a los reguladores aéreos de Estados Unidos y Europa, pidiendo que los aeropuertos ofrezcan al menos la posibilidad a los viajeros de optar no compartir datos.

Star Alliance, el mayor conglomerado de aerolíneas del mundo, ha salido a contestarle diciendo que su “base de datos está encriptada, y los fotografías no se comparten ni con los aeropuertos ni con las aerolíneas, sino que se traducen a un formato biométrico que sólo se utiliza para comprobar identidades”.

Más allá de las preocupaciones que puedan surgir, lo cierto es que la industria de los vuelos está cambiando, y a medida que empecemos a volar más frecuentemente deberemos acostumbrarnos a nuevos sistemas.

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