Malestar en Washington con el Gobierno argentino porque no dejó atracar al buque más moderno de la guardia costera de Estados Unidos

Era la primera misión del barco en el Atlántico Sur, con el objetivo de colaborar con el control de la pesca ilegal. Hizo escala en Brasil y Uruguay, pero le negaron anclar en el puerto de Buenos Aires

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El USCG Cutter Stone a
El USCG Cutter Stone a su llegada al puerto de Montevideo el 25 de enero (EFE)

El flamante Gobierno de Joe Biden ya experimentó la segunda molestia con el Gobierno argentino en sus primeros días de gestión. La primera había sido el tuit con el que la Cancillería pretendió saludar la asunción del presidente demócrata con una advertencia (“Argentina espera también que no se apueste a la desunión de nuestras naciones como en la etapa anterior”), rompiendo los cánones más básicos de la diplomacia.

La segunda sucedió este fin de semana, cuando se confirmó que el buque USCG Cutter Stone, de la guardia costera de Estados Unidos, finalmente no recalará en ningún puerto argentino durante su primer viaje al Cono Sur con el objetivo de reforzar la cooperación marítima regional para combatir la pesca ilegal en aguas del Atlántico Sur.

“Una evaluación exhaustiva de las condiciones halló desafíos logísticos que impiden el amarre de la nave en el puerto de Mar del Plata”, informó la Embajada estadounidense en Buenos Aires el viernes pasado, por lo que dio marcha atrás sobre la escala que se había anunciado en diciembre pasado, como parte de una gira que incluyó paradas en Brasil, Uruguay y Guayana.

Pero detrás de esa escueta información oficial, según pudo saber Infobae de fuentes en Washington, se esconde un malestar en el Pentágono –que ya fue informado a otras oficinas claves en la capital estadounidense– por la escasa predisposición que mostró el Gobierno argentino para que la misión se pudiera concretar.

Es que el USCG Cutter Stone es el barco más moderno y grande de la guardia costera de Estados Unidos y esta era su primera misión a los mares del sur para colaborar en un tema que preocupa mucho a los países de la región, como es el avance de la pesca ilegal en sus aguas por parte de flotas de diversos países, en especial, de China.

El buque USCGC Stone, de los Estados Unidos, en marcha para su primer patrullaje de las aguas del Atlántico Sur

En el marco de la colaboración habitual en temas de seguridad nacional, las autoridades estadounidenses coordinaron las escalas del buque en los distintos países, lo que implica facilitar trámites, intercambios de información y otros gestos habituales de camaradería.

Pero desde un comienzo, ese no fue el caso de la Cancillería argentina, según confiaron fuentes en Washington. El Palacio San Martín demoró la respuesta que se aguardaba en la capital estadounidense antes de la partida de la misión, y finalmente dio a entender que se podría utilizar el puerto de Mar del Plata. Enseguida, desde Estados Unidos advirtieron que, por sus históricos problemas de dragado, el puerto marplatense no contaba con el calado de seguridad suficiente para que atracara un barco de la envergadura del USCG Cutter Stone. Por lo cual, pidieron hacerlo en el puerto de Buenos Aires.

Pero en Buenos Aires la respuesta fue negativa e insistieron en que la única posibilidad era Mar del Plata, donde ya sabían que sería imposible.

La escala tuvo que ser abortada, y el último puerto sudamericano de la misión fue el de Montevideo.

En Washington, la descortesía fue tomada como una “ofensa importante”, según confirmaron las fuentes a Infobae. “Pareció un gesto para quedar bien con sus aliados habituales y los sectores más duros del kirchnerismo, como si hubiese habido temor de mostrar la foto de un barco con la bandera de Estados Unidos que atracaba en el puerto a pocas cuadras de la Casa Rosada”.

En la flamante administración demócrata no logran entender cómo es que el Gobierno de Alberto Fernández por un lado pide a la Casa Blanca colaboración en la negociación con el FMI y un encuentro personal con el nuevo presidente, mientras en simultáneo envía estos mensajes hostiles. Un doble juego que también tuvo que padecer Donald Trump y es habitual en la política exterior argentina al que ahora parece que deberá acostumbrarse Joe Biden.

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