La campaña de vacunación más grande de la historia ya ha comenzado a enfrentar problemas como carencia de insumos o fallas en la distribución, pero hay un obstáculo fundamental que impide el fin de la pandemia de COVID-19: en el mundo hay 194 estados soberanos pero solo 10 de ellos concentran el 75% de las vacunas.
Según nuevo estudio de la Oficina Nacional de Investigación Económica estadounidense (NBER), toda la economía mundial depende en realidad de que los países más pobres vacunen a sus ciudadanos: “Estimamos que hasta un 49% de los costos económicos globales de la pandemia en 2021 caen sobre las economías avanzadas aun si consiguen vacunar a toda su población”.
Esto se debe a que la “desigualdad inmunológica”, como la llamaron Bill y Melinda Gates en su carta anual, no funciona en un mundo interconectado. “Desde el comienzo de la pandemia hemos instado a las naciones ricas a recordar que el COVID-19 en un lugar es una amenaza en todas partes. Hasta que la vacuna llegue a todos, seguirán surgiendo nuevos focos de la enfermedad. Estos focos crecerán y se diseminarán. Las escuelas y las oficinas volverán a cerrar”, advirtieron. “Todo depende de si el mundo se une para asegurar que la ciencia de emergencia desarrollada en 2020 salva tantas vidas como sea posible en 2021″.
Algo similar señaló Anita Ho, profesora de bioética y servicios sanitarios en las universidades de British Columbia y California en San Francisco: “Aunque todavía es probable que en el nivel humano la gente en los países más vulnerables sufran más, la desigualdad en la distribución de la vacuna perturbará la cadena de suministros para todos, incluidos —y acaso especialmente— los países más ricos que han llegado a depender de las fuentes de mano de obra barata”.
Explicó a MIT Technology Review: “Si las naciones proveedoras tienen montones de personas enfermas, o tienen que cerrar, no quedan trabajadores para procesar o transportar materias primas o para fabricar y distribuir los productos. Las personas en esos países tampoco pueden viajar o gastar dinero, lo cual puede afectar enormemente a las cadenas internacionales de hoteles, las aerolíneas y la industria de la hospitalidad también”.
Por eso el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, advirtió ante el Consejo Europeo sobre el peligro de que el 75% de las vacunas se concentran en sólo 10 países y reclamó una vacunación igualitaria. El hecho de que la campaña haya comenzado en 50 países, “casi todos ellos naciones ricas”, subrayó, conlleva un grave conflicto ético: “No sería correcto que los adultos más jóvenes y sanos de los países ricos se vacunen antes que los ancianos y los trabajadores sanitarios de los países pobres”.
Según Our World in Data, los países que concentran la vacuna —algunos no solo las dosis existentes, sino las que aun se están por producir y ya pagaron— son Estados Unidos, China, Reino Unido, Israel, Emiratos Árabes Unidos, Italia, Rusia, Alemania, España y Canadá.
El estudio de NBER, que estudió 35 sectores productivos en 65 países, con metodología económica y epidemiológica, amplió: “Demostramos que la pérdida en el PIB global por no inocular en todos los países, en relación a una hipótesis contradictoria de vacunación mundial, es mayor que el costo de fabricar y distribuir las vacunas globalmente”.
La distribución equitativa de las vacunas es ante todo una responsabilidad humanitaria, agregó el trabajo, pero también “puede producir importantes beneficios para la economía mundial”. La interdependencia de los países “implica que el freno económico en uno tiene inmediatas consecuencias graves en los otros” y que los daños de la pandemia “sólo se pueden mitigar mediante una coordinación multilateral que asegure el acceso equitativo a las vacunas, las pruebas y los tratamientos”.
Los Gates (cuya fundación ya gastó USD 1.750 millones en la lucha contra el coronavirus) recordaron que la pandemia intensificó numerosas desigualdades sociales, “injusticias de larga data”, y se mostraron “profundamente preocupados” por la posibilidad de que agregara otra, la desigualdad inmunológica. La definieron como “un futuro donde la gente más rica acceda a la vacuna contra el COVID-19 mientras que el resto del mundo no”.
En el nivel internacional, eso ya se vio, dijeron, con la concentración de las dosis en un puñado de países ricos. “Tal como están las cosas hoy, a lo largo del año próximo los países de ingresos bajos y medianos solo podrán cubrir a una de cada cinco personas que allí residan. En un mundo donde la salud global es local, eso debería preocuparnos a todos”.
Ho consideró positivo que, tras el cambio de gobierno, los Estados Unidos regresen a la OMS y a Covax, el emprendimiento de colaboración mundial que dirigen esa organización y Gavi-Alianza para la Vacunación. “La cuestión no es solo ‘¿Tenemos la voluntad de donar las vacunas?’, sino ‘¿Tenemos la infraestructura para siquiera almacenar y transportar las vacunas?’. Las principales que se aprobaron en los Estados Unidos, por ejemplo —la de Pfizer y la de Moderna— realmente necesitan de una refrigeración muy fría. Esto ni siquiera es factible en algunas zonas del mundo que tienen una provisión limitada de electricidad”.
Incluso dentro de los países ricos existen condiciones sociales tan desfavorables que podrían hacer fracasar el esfuerzo. “Pensemos en cómo se notifica a la gente de que es su turno de vacunarse. En los Estados Unidos, por ejemplo, los que reciben esas notificaciones tienen smartphones, direcciones de correo electrónico, un médico de cabecera. Si uno es indocumentado o no tiene hogar, puede no acceder a esa información”, ilustró Ho a la publicación del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT).
“Las vacunas de Pfizer, Moderna y AstraZeneca requieren dos dosis con un tiempo variable entre ambas”, siguió. “Esto significa que en dos ocasiones necesitamos un rastreo cuidadoso de los individuos: para que reciban la primera dosis y para hacer que regresen en el plazo correcto para recibir la segunda. A la gente que vive en áreas remotas o lugares que no tienen un acceso fácil a las farmacias —por lo general, barrios pobres— le resulta difícil viajar dos veces”. Las vacunas de una sola dosis, como la que está desarrollando Johnson & Johnson, se deberían reservar para estas poblaciones, opinó.
Esas inequidades internas también trae consecuencias económicas, concluyó Ho: “Si los indocumentados, los trabajadores rurales, la gente sin hogar y las personas en trabajos de bajos salarios no se pueden vacunar, no pueden trabajar para mantener la cadena de suministros. Así sufrirían los restaurantes, la industria del entretenimiento, etc. Si no pueden pagar la renta o la hipoteca o no tienen dinero extra, eso también afecta al resto de la economía.
En su carta, Bill y Melinda Gates recordaron una cita de Winston Churchill. “En el otoño boreal de 1942 dio un famoso discurso para destacar una victoria militar que él creía que iba a ser un punto de inflexión en la guerra contra la Alemania nazi. ‘Este no es el fin’, advirtió. ‘Ni siquiera es el comienzo del fin. Pero es, quizá, el fin del comienzo’. En lo que respecta al COVID-19, somos optimistas y creemos que el fin del comienzo está cerca”. Pero a la creación de la vacuna deben sumarse otros esfuerzos.
“El mundo necesita miles de millones de dosis para proteger a todas las personas amenazadas por esta enfermedad”, concluyeron. “Las crisis existenciales no dejan intacta ninguna faceta de la vida. Pero las soluciones que están a la altura de estos momentos históricos también tienen un efecto dominó. Pedir una respuesta inclusiva salvará vidas y medios de vida”.
MÁS SOBRE ESTE TEMA: