Qué cambiará en el Servicio Secreto de EEUU tras el asalto al Capitolio y el inicio del gobierno de Joe Biden

Los eventos del 6 de enero modificaron el futuro de la seguridad del presidente. Habrá nuevas medidas para proteger a los principales funcionarios y tomar precauciones en los viajes

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“La amenaza interna, el extremismo
“La amenaza interna, el extremismo violento y lo que vimos el 6 de enero” hacen que “el Servicio Secreto se adapte”, dijo un ex supervisor de la agencia. (REUTERS/Jim Urquhart)

Los agentes del Servicio Secreto con los que habló Marc Ambinder coincidieron —acaso por orgullo, acaso por experiencia— en que si esa agencia hubiera estado a cargo de la seguridad en el Capitolio el 6 de enero el asalto se hubiera detenido mucho más rápidamente. Pero no fue el caso: nunca antes la certificación de los votos del Colegio Electoral había sido un evento de riesgo. Solo estuvieron aquellos que llevaron al entonces vicepresidente, Mike Pence, y a varios legisladores, a un lugar seguro. Como consecuencia, 130 de ellos se contagiaron o estuvieron en peligro de contagio de COVID-19.

Ese día mucho cambió con miras al futuro de la seguridad de los principales funcionarios. Chuck Marino, ex supervisor de la agencia especial, retirado en 2015, explicó a The Atlantic que “la amenaza interna, el extremismo violento y lo que vimos el 6 de enero” hacen que “el Servicio Secreto se adapte”.

Aun cuando se deshaga la militarización de Washington DC para la asunción del flamante presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, la normalidad no volverá para los custodios de la Casa Blanca. “El Servicio Secreto enfrenta un desafío como nunca antes conoció”, escribió Ambinder en la publicación. Por un lado, “las multitudes pueden de pronto traspasar los perímetros”, por ejemplo; por otro, “la tecnología de drones es barata y por eso se encuentra fácilmente disponible”.

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Aun cuando se deshaga la militarización de Washington DC para la asunción del flamante presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, la normalidad no volverá para los custodios de la Casa Blanca. (Andrew Harnik/REUTERS)

No se ha anunciado ni cuándo ni adónde será el primer viaje de Biden como presidente, pero no será un evento común de seguridad. Se prevee, por ejemplo, que cambiarán las inspecciones previas: J.J. Hensley, quien trabajó en las divisiones de reclutamiento e inteligencia del Servicio Secreto, explicó a The Atlantic que preparar una ciudad para la visita de un funcionario protegido será aún más difícil de lo que ya era.

Se va una semana antes que el presidente o su vicepresidente. Ahora habrá que atender a las redes sociales y ver qué pasa afuera”, dijo Hensley. “Hay que confiar en los pares locales, porque quizá tengan mucha más información que alguien que recién baja del avión desde Washington DC. Van a tener las amenazas antiguas y ahora también amenazas nuevas: hay que preocuparse por cualquier cosa, desde una navaja automática a un drone que podría tener explosivos”.

El hecho de que los asaltantes del Capitolio, que creían en un fraude electoral que no existió, fueran grupos radicalizados que apoyaban a Donald Trump no cambia el problema principal: que sean una amenaza más allá de su signo. “Violencia es violencia”, dijo uno de los encargados de cuidar a Bill Clinton durante la presidencia, Stephen Monteiro. “Hay violencia en la izquierda y hay violencia en la derecha. No distinguimos entre los orígenes la violencia”, subrayó sobre la rigurosa posición apolítica del Servicio Secreto.

Francotiradores sobre un techo en
Francotiradores sobre un techo en el Día de la Inauguración de Biden. El Servicio Secreto tendrá "las amenazas antiguas y ahora también amenazas nuevas: hay que preocuparse por cualquier cosa, desde una navaja automática a un drone que podría tener explosivos", dijo un ex agente. (REUTERS/Erin Scott)

Para convertirse en un agente hay que pasar intensas entrevistas a cargo de paneles y una prueba de polígrafo. A lo largo de la carrera, se reexamina a los agentes cada cinco o siete años, para identificar deficiencias en el carácter o afiliaciones. “Pero la radicalización, especialmente en línea, puede suceder mucho más velozmente”, observó The Atlantic. “Se requiere un proceso de evaluación continua”, coincidió Hensley. “En cinco años pueden pasar muchas cosas”.

En el caso del asalto al Capitolio, se identificó al menos un caso de un oficial de una agencia de seguridad (no del Servicio Secreto), quien está bajo investigación, que publicó en sus cuentas de redes sociales que los “patriotas” debían ir “a la ofensiva” para evitar la certificación de Biden.

Si bien “la cultura es rígidamente jerárquica e implacable, y cada aspecto del desempeño de un agente se somete a un escrutinio sin margen de error”, según explicó Vic Erevia, encargado de la protección de Barack Obama de 2011 a 2013, a Ambinder, “el periodo actual se siente claramente más peligroso que cualquier otro momento de mi vida. Creo que los desafíos que presenta van a persistir”.

Loas agentes del Servicio Secreto
Loas agentes del Servicio Secreto pasan intensas entrevistas a cargo de paneles y una prueba de polígrafo; a lo largo de la carrera, se los reexamina periódicamente. (REUTERS/Tom Brenner)

Los viajes son el problema principal para la protección: “No se puede desplegar a la Guardia Nacional cada vez que el presidente va a algún lugar”, ilustró Erevia. “Habrá elementos envalentonados armados hasta los dientes”, agregó, por lo cual se necesitará más apoyo local que antes. Aunque las policías han sido suficiente, hoy podría no alcanzar: “No teníamos el contexto emocional del ambiente que tenemos hoy”.

Lo que no ha cambiado es que un plan de protección a un presidente tiene como máximo la fuerza de su perímetro más exterior. “La distancia es amiga de la seguridad”, sintetizó Erevia. “Una de las cosas más inmediatas que puedo imaginar que sucedan es que veamos los viajes del presidente potencialmente limitados, más que en el pasado”.

Monteiro coincidió: habrá un cambio en “el tira y afloje” habitual entre los equipos del presidente, que quieren que sea visto en contacto con los ciudadanos, y el Servicio Secreto, que preferiría mantenerlo aislado en espacios seguros. Esta vez el equilibrio se inclinará más probablemente hacia el lado de prudencia. “Ahora no creo que el personal quiera hacer nada. Han visto a nuestros líderes políticos bajo asedio”, dijo. “Así que creo que se va a dar naturalmente que vamos a ver un repliegue de este tipo de exposición al riesgo que teníamos antes en el país”.

El tironeo entre los equipos
El tironeo entre los equipos del presidente, que quieren que sea visto en contacto con los ciudadanos, y el Servicio Secreto, que preferiría mantenerlo aislado en espacios seguros, se inclinará probablemente hacia la prudencia. (REUTERS/Kevin Lamarque)

Otro cambio posible, anticipó The Atlantic, es la coordinación entre las agencias de seguridad. “Durante los eventos especiales para la seguridad nacional, como las asunciones o los discursos sobre el Estado de la Unión, el Servicio Secreto instala un Comando Central de Agencias (MACC) en el centro de la ciudad de Washington”, explicó Ambinder. Allí, en una sala a la que no accede la prensa, funcionarios de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), la Agencia Federal de Investigaciones (FBI) y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) “procesan inteligencia en tiempo real”, de manera tal que “el menor incidente, como que a un agente se le pierda el broche que identifica a la seguridad, es causa de alarma y análisis”.

Sin embargo, fuera de esos eventos especiales, cada agencia tiene un comando central separado, y en general actúan el Servicio Secreto, el FBI, la policía del Capitolio y el Departamento Metropolitano de policía. Si bien los comandantes y los oficiales superiores hablan entre sí, no hay un flujo de inteligencia y actualización de la situación común a todos.

Erevia sugirió que, para evitar los problemas de comunicación que obstaculizaron la acción durante el asalto al Capitolio, un modelo como el MACC podría ser útil para un comando central único, que opere 24/7, con la misión de prevenir y responder a cualquier evento. “La única manera en que realmente sería posible gestionar todo esto es que todo el mundo tenga el mismo libreto”, dijo a The Atlantic. “Y eso solo sucede cuando todos están en un mismo lugar”.

El encargado de la protección
El encargado de la protección de Barack Obama de 2011 a 2013 dijo que “el periodo actual se siente claramente más peligroso que cualquier otro". (REUTERS/Kevin Lamarque)

Por el momento Biden contará con la seguridad de la Casa Blanca, que se ha fortalecido varias veces desde los ataques del 11 de septiembre de 2001. “Un sistema de defensa aérea integrada rastrea las amenazas en el aire, y la División de Operaciones Especiales del Servicio Secreto experimenta actualmente con una cantidad de láser anti-drones”, describió la publicación. “En 2019 se instalaron varias baterías alrededor, una de las cuales está armada con misiles Stinger. Durante la presidencia de Obama la Administración de Servicios Generales comenzó a trabajar en una nueva instalación de resguardo cerca del Ala Oeste”.

Los equipos anti-asalto emplean distintas armas, entre ellas un dispositivo que puede disparar varios dardos electrificados de manera simultánea. “Si una turba trata de saltar la valla reforzada de la Casa Blanca —una respuesta a incursiones sucedidas en 2014— se encontraría con varias unidades tácticas, feroces pastores belgas malinois, francotiradores con autorización para matar y, en un breve lapso, equipos SWAT del FBI y agencias policiales”, agregó el artículo.

Por último, el Servicio Secreto completó una “actualización costosa” de sus equipos de radio, lo cual permite que los agentes y los oficiales estén en comunicación segura e instantánea con otras agencias de la región. “Se mejoró el blindaje de los vehículos de la caravana y los camiones de táctica defensiva informatizada, que siguen a la limusina presidencial, pronto serán renovados con tecnología que crea un cerco virtual alrededor de los sitios en los viajes presidenciales”, concluyó.

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