Tras sus cuatro años en la Casa Blanca, el ahora ex presidente Donald J. Trump será un residente permanente del estado de Florida. Mar a Lago, su mansión en Palm Beach, ha sido su residencia fuera de Washington durante los últimos cuatro años –y una especie de centro de campaña también-, y ahora será la base de todas sus operaciones.
Semanas atrás se especulaba con la posibilidad de que mientras Joe Biden tomaba posesión del gobierno en la capital del país, Donald Trump tendría su propia celebración con seguidores en el sur de la Florida. Después de todo, 70 millones de personas votaron por él el pasado 3 de noviembre, y Trump ganó Florida por una ventaja más amplia de lo que se esperaba. Pero la situación cambió el 6 de enero con la violenta toma del capitolio, por la que algunos culpan a Trump. En medio de un nuevo pedido de juicio político, los ánimos no están para fiestas.
Eso no implica que Florida vaya a ser un terreno hostil para Trump. Por empezar, será el destino de la mayor parte de su familia. Ivanka Trump, su influyente hija, y su esposo, Jared Kushner (principal asesor durante los años de presidencia), también se mudan a este estado sureño. El joven matrimonio compró un terreno de cerca de 20 millones de dólares en la isla de Indian Creek, en Miami, y alquiló un condominio de lujo en la zona de Bal Harbour.
Sin confirmación oficial, los rumores indican que Ivanka utilizaría el apoyo político que su familia tiene en Florida para lanzar su propia carrera política. Los rumores indican que tendría en la mira desde la gobernación del estado hasta una de las bancas en el senado (recordemos que Marco Rubio va a elección en dos años y fue el senador de Florida que votó a favor de reconocer los votos electorales de noviembre, en contra de la indicación de investigar el fraude hecha por Trump). Pero por ahora son solo especulaciones e Ivanka no ha confirmado cuáles serán sus próximos pasos.
Más concretamente, los Trump se instalan en uno de los estados que más apoyo les dio durante la reelección, donde contó no sólo con el tradicional voto blanco rural (que cautivó masivamente en el país), sino con buena parte del voto de las minorías urbanas. Florida es además un estado gobernador por Ron DeSantis, quien logró ganar una reñida primaria republicana para ser candidato a la gobernación gracias al explícito apoyo del presidente Trump. Si bien DeSantis no fue de los políticos más vocales a favor de Trump durante las turbulentas semanas después de la elección de noviembre, es innegable que es un hombre de su círculo.
Pero además, Florida se está convirtiendo en una suerte de bastión conservador a nivel nacional. Su estatus de estado pendular está en duda, después de que en las últimas elecciones presidenciales se inclinara por el candidato republicano y de que las principales figuras políticas estatales sean todas republicanas (el gobernador y los dos senadores federales).
La política en Estados Unidos pasa en buena parte por las organizaciones no gubernamentales que sirven de base, soporte (y financiación) de los partidos políticos y los candidatos. Los poderosísimos grupos Turning Point USA y la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC por sus siglas en inglés), han mudado sus oficinas centrales de Washington D.C. a Florida. El propio Comité Nacional del Partido Republicano eligió este estado dos semanas atrás para celebrar su conferencia de invierno.
Nadie tiene claro cuáles serán los próximos pasos de Donald Trump, pero pocos se animan a especular con un retiro silencioso. En el futuro cercano, Trump deberá encontrar un nuevo método de comunicación con su base –después de que Twitter cancelara su cuenta- y resolver su situación legal en Washington. Es difícil predecir qué pasará en los próximos meses, pero se puede decir que lo que sea que ocurra, se gestará en Florida.
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