Estados Unidos superó este martes las 400.000 muertes por COVID-19, según el último recuento de la universidad Johns Hopkins, usado como referencia para monitorear el avance de la pandemia a nivel global.
La cifra es la más alta a nivel global y casi duplica a la de Brasil, segundo en la lúgubre lista con poco más de 210.000 decesos.
El país norteamericano también tiene la mayor cantidad de casos positivos registrados. A la tarde del martes, ha informado alrededor de 24,1 millones.
El país llegó a la simbólica cifra en el último día de la presidencia de Donald Trump. Tardó poco menos de un año en hacerlo, considerando que el primer deceso atribuido a la enfermedad se registró a principios de febrero de 2020.
El total de vidas perdidas, según un recuento de la Universidad Johns Hopkins, es casi igual al número de estadounidenses muertos en la Segunda Guerra Mundial. Equivale a la población de ciudades como Tulsa, Oklahoma; Tampa, Florida; o Nueva Orleans. Equivale también a los asistentes a Woodstock en 1969.
Es poco menos que los 409.000 americanos que se calcula que murieron en 2019 de apoplejía, Alzheimer, diabetes, gripe y neumonía combinados.
El umbral de 300.000 muertes fue superado hace apenas un mes, a mediados de diciembre. Estados Unidos es, según informes oficiales, por lejos la nación más afectada del mundo en términos absolutos, pero algunos otros países registran más muertes en proporción a su población, como Italia, Reino Unido o Bélgica.
Y el virus no ha desaparecido en Estados Unidos todavía, ni siquiera con la llegada de las vacunas que podrían acabar con la pandemia: un modelo ampliamente citado por la Universidad de Washington proyecta que el número de muertos llegará a casi 567.000 para el 1 de mayo.
Aunque al gobierno de Trump se le ha atribuido la Operación Warp Speed —un programa para desarrollar y distribuir rápidamente vacunas contra el coronavirus—, Trump ha minimizado repetidamente la amenaza, se ha burlado del uso de mascarillas, criticó los confinamientos, ha promovido tratamientos no probados e inseguros, ha socavado a los expertos científicos y ha expresado escasa compasión por las víctimas.
Incluso su propio combate personal contra el COVID-19 pareció no afectarle.
La Casa Blanca defendió la actuación del gobierno saliente.
El martes, mientras tanto, Biden anunció que no levantará la restricciones de viaje internacional a partir del 26 de enero desde Europa y Brasil tal y como anunció este lunes el mandatario saliente, Donald Trump.
Así lo precisó Jen Psaki, su futura portavoz: ”Bajo el consejo de nuestro equipo médico, la Administración (de Biden) no tiene previsto levantar estas restricciones el 26 de enero. De hecho, planeamos reforzar las medidas de salud pública en los viajes internacionales para mitigar aún más la extensión de la covid-19″.
”Con la pandemia empeorando, y más variantes contagiosas emergiendo en todo el mundo, no es el momento de levantar las restricciones en los viajes internacionales”, agregó Psaki.
Con información de AFP, EFE, AP
SEGUIR LEYENDO: