La Florida, y Miami en particular, en gran parte viven del turismo. Los visitantes siempre son bienvenidos. Pero en medio de una pandemia en la que la vacuna parece ser la única esperanza, varios residentes del sur del estado norteamericano comenzaron a mostrar su descontento con el hecho de que los turistas tengan el mismo tipo de prioridad que los residentes locales, que pagan impuestos, para recibir sus dosis.
La norma es clara. Los trabajadores médicos y las personas mayores de 65 años pueden vacunarse en Florida. Pero las dosis son limitadas y conseguir turno no es fácil.
“Llevo dos semanas intentando conseguir un turno y no lo logro. Las líneas telefónicas están colapsadas, en la página de internet los turnos se agotan en menos de dos horas y para alguien de mi edad se está haciendo muy difícil conseguir la primera dosis”, le contaba a Infobae Mario Rodríguez, un argentino nacionalizado estadounidense que lleva más de 20 años viviendo en Miami. Mario tiene 79 años y es paciente oncológico, por ende está al tope de la lista de prioridad.
Como Mario, muchos otros adultos mayores en el estado aún no han podido vacunarse y aún no tienen una fecha para hacerlo. A nivel nacional, solo el 16 por ciento de los adultos internados en hogares de ancianos han sido vacunados ya, según cifras de los CDC (Centro para el Control de Enfermedades, según sus siglas en inglés). Es claro que el proceso de vacunación está demorado y no es tan sencillo como muchos imaginaban.
Sin embargo, en los últimos días, la prensa local e internacional ha reportado acerca de diversos casos de turistas –fundamentalmente de Latinoamérica- que han viajado a Miami para inocularse. Los hechos generaron críticas de algunos locales.
“Me parece poco ético que cuando hay ancianos esperando su vacuna en la ciudad en la que viven, vengan personas de otros países que evidentemente están lo suficientemente bien como para subirse a un avión y viajar, a vacunarse aquí. En un mundo ideal, debería haber vacunas para todos. Pero esa no es la situación hoy. Y no veo por qué mi madre tiene que estar encerrada hace 10 meses en su apartamento, deprimida, sin conseguir la vacuna, tenga que esperar porque otra persona que está de vacaciones en el exterior tomó su lugar”, se quejaba Alejandra Camines, una colombiana que lleva 30 años viviendo en la zona de Kendall.
El mismo alcalde de Miami, Francis Suárez, se hizo eco de las críticas: “Las vacunas de Miami deberían ser para los miamenses. Me parece indignante que nuestros abuelos tengan que esperar. Pero no estoy seguro de que legalmente podamos hacer algo para que esto cambie”, exrpresó.
Las normas vienen desde la gobernación, y hay matices a tener en cuenta. En Florida, como en todo el país, hay una importante comunidad indocumentada (se calcula que podría ser de hasta 2 millones de personas). Si se exigiera prueba de residencia, o un número de seguro social, toda esta población –que vive en el estado y, en su mayoría, paga impuestos aquí- quedaría excluída.
El presidente y director ejecutivo de Jackson Health, el sistema de salud pública más grande de Miami, Carlos Migoya, declaró en rueda de prensa que cuando se trata de salud pública el objetivo es que no se propague la enfermedad vacunando a la mayor cantidad de gente posible, “sin importar si la persona es ciudadana de este país o de otro país”.
El gobernador, Ron DeSantis, tiene otra idea y diferenció a los turistas ocasionales de los snowbirds (aquellos residentes del norte del país y Canadá que tienen propiedades en Florida y vienen cada año a pasar el invierno). “Algunos de nuestros turistas no son turistas en realidad, los snowbirds tienen lazos con esta comunidad, y pasan tiempo aquí cada año. No debería haber ningún tipo de diferencia con ellos. No es lo mismo cuando vemos a alguien venir solo de vacaciones”, decía DeSantis en rueda de prensa.
Lo cierto es que las reglas son claras y no importa si una persona es turista o residente, si consigue cita puede colocarse la vacuna. El objetivo claramente es que todo aquel que quiera se pueda inmunizar cuanto antes. Si corresponde o no como turista buscar un lugar, ya entra en la decisión ética de cada uno.
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