Es difícil exagerar la importancia de Thomas Alva Edison en el mundo tal como se lo conoce hoy: como inventor y como empresario, con sus 1.093 patentes registradas, dejó una marca única en campos tan diversos como la industria, en la que creó el primer laboratorio de investigación, y las artes, como creador del fonógrafo y la cámara de filmación. Pero el máximo inventor de los Estados Unidos tuvo también muchos fracasos, y uno de ellos fue particularmente grande. “Mis monstruitos”, llamó luego a las muñecas parlantes que diseñó y produjo a finales del siglo XIX, cuya producción debió interrumpir poco después de un mes.
“La muñeca representa el fracaso de uno de los dioses de la invención”, sintetizó Peter Liebhold, uno de los curadores de la exposición permanente American Enterprise, en el Museo Nacional de Historia Estadounidense del Smithsonian, que incluye, junto con el famoso bulbo incandescente de 1879, uno de estos juguetes.
Edison tenía 30 años cuando creó el fonógrafo, en 1877, y por primera vez facilitó algo que hoy es tan común que no se nota: la posibilidad de reproducir un sonido grabado antes. “Para una persona del siglo XXI es casi imposible imaginar que hubo una época en la que no existía tal cosa”, dijo Carlene Stephens, especialista en tecnología del museo, a la revista Smithsonian. “Hoy nuestras vidas están saturadas de sonidos que han sido grabados previamente”.
Edison pensó en aplicar su tecnología a los juguetes, pero la superficie metálica de la grabación no lo permitía. “Fueron necesarios el desarrollo del cilindro de cera, por, entre otros, Alexander Graham Bell, y las mejoras a la tecnología que hizo el propio Edison antes de que la innovación apuntara a un foco comercial”, señaló la publicación. Eso sucedió en abril de 1890, cundo las primeras muñecas parlantes salieron de la fábrica de Edison en West Orange, Nueva Jersey.
Medían 56 centímetros y pesaban casi dos kilos; tenían extremidades de madera, articuladas, y una cabeza de porcelana. “Embutido dentro del torso de estaño de cada muñeca había un modelo en miniatura de su fonógrafo, con su cuerno cónico guiado hacia una serie de perforaciones en el pecho de la muñeca y con la superficie de sus cilindros de cera grabada con una versión de 20 segundos de decenas de nanas, entre ellas ‘Mary Had a Little Lamb’, ‘Jack and Jill’ y ‘Hickory Dickory Dock’”, describió el texto. Para hacerla funcionar había que girar una manivela ubicada en la espalda del juguete.
La muñeca de Edison fue el primer intento de reproducir sonido con fines de entretenimiento y fue la primera en generar empleo en ese rubro: jóvenes mujeres que cantaban en cubículos en la fábrica, porque cada cilindro era una grabación individual.
Pocos días después de que las muñecas salieran de la fábrica, uno de los distribuidores, Horace Partridge & Co., de Boston, le escribió a Edison: “Nos están devolviendo una cantidad grande de sus muñecas, y parecería que algo no está bien”. Las quejas se parecían: la manivela se salía, el cilindro de cera se dañaba y la fidelidad del sonido era mala. La muñeca, lejos de encantar a los niños, les causaba miedo.
Durante la última semana de abril los reclamos se acumularon: se le soltaban piezas en el interior, si se la usaba durante una hora seguida se gastaba el cilindro, algunas ni siquiera hablaban. En mayo, cuando ya se habían distribuido 2.560 muñecas, Edison la retiró del mercado. Se cree que se habían vendido unas 500, lo cual hace que hoy sean un objeto de colección muy valioso.
Los registros de la fábrica de West Orange indican que unas 7.500 fueron producidas en total; había, también, partes importadas para continuar cuando el inventor decidió hacer un alto y revisar la muñeca. “Lo que en 1888 había sido pregonado con optimismo en un titular de periódico como ‘Los maravillosos juguetes que Edison produce para las niñas buenas’ dos años más tarde fue condenado, en otro periódico, por ‘lo chato, sin inflexiones’ de las palabras grabadas”, contó la revista. “Un titular del Washington Post decía: ‘Muñecas que hablan: sería más entretenido si se pudiera entender lo que dicen’”.
Edison se abocó a resolver los problemas técnicos, decidido a producir una versión mejorada. Pero las muñecas habían resultado muy caras —de USD 10 sin ropa a USD 20 vestida, lo que hoy sería casi USD 250 y USD 500— y la combinación del precio con el mal resultado sentó un precedente importante en el ánimo de los compradores.
“En lo fundamental, no creo que Edison entendiera del todo el mercado del consumidor”, dijo a Smithsonian Paul Israel, editor de los papeles de Edison que atesora la Universidad de Rutgers y autor de Edison: A Life of Invention. De hecho, la muñeca fue el primer bien de consumo derivado del fonógrafo. “Era mucho mejor como productor de tecnología que comercializaran otros, o para otros productores”.
En el otoño boreal de 1890 Edison todavía no abandonaba la idea de rediseñar el juguete, pero su empresa, Edison Phonograph Toy Manufacturing Company, sumaba ya más de USD 50.000 de deuda y no logró refinanciarla para completar el proyecto. “Edison, con su optimismo característico, pasó a otro tema”, según el artículo.
“La muñeca tuvo un breve momento como idea brillante y fracasó en la comercialización”, dijo Stephens. Es posible que hubiera podido prosperar con el refinamiento que Edison se propuso, pero en el mundo comercial el tiempo y la oportunidad son factores de importancia. “A veces el dicho ‘al que madruga, dios lo ayuda’ es cierto, pero otras veces ser el primero implica que uno revela todos sus defectos y luego viene otro y hace las mejoras”.
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