Quién es Moncef Slaoui, el demócrata al que Donald Trump le confió el desarrollo de las vacunas contra el coronavirus en EEUU

Es el director científico de Operación Warp Speed, la iniciativa de la Casa Blanca que lleva gastados USD 12.000 millones para lograr un producto que inmunice a la población. Por qué su trabajo despertó a la vez admiración y críticas

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El presidente de los EEUU, Donald Trump, sacó del retiro al ex ejecutivo de GSK, Moncef Slaoui, especialista en vacunas, para que hiciera la dirección científica de Operación Warp Speed (Reuters/ Kevin Lamarque)
El presidente de los EEUU, Donald Trump, sacó del retiro al ex ejecutivo de GSK, Moncef Slaoui, especialista en vacunas, para que hiciera la dirección científica de Operación Warp Speed (Reuters/ Kevin Lamarque)

Como nació en Marruecos y estudió biología en Europa, Moncef Slaoui nunca vio Viaje a las Estrellas, así que fue su esposa, Kristen Belmonte, médica estadounidense, quien le explicó qué era eso de warp speed. Aunque no se interesó demasiado en el núcleo de la curvatura —el sistema de energía que genera la distorsión del espacio-tiempo para alcanzar velocidades inverosímiles— entendió cómo el concepto se aplicaba al programa que la Casa Blanca lanzó en mayo, Operación Warp Speed, al cual había sido convocado como codirector. Había que reunir recursos públicos y privados, científicos y logísticos, para acelerar el desarrollo de una vacuna contra el COVID-19. Hubiera sido más fácil una misión del capitán James T. Kirk, pero Slaoui aceptó de todos modos.

Con 61 años y registrado como demócrata, el experto internacional en inmunización tenía, en privado, una visión crítica del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump; pero si bien la política lo había desencantado, la ciencia perduraba como la pasión más estable de su vida. Pasó 30 años en GlaxoSmithKline (GSK), de los cuales 27 trabajó en una vacuna contra la malaria; llevó al mercado otras 14, para diversas enfermedades, de la malaria al ébola, y en 2009 logró poner un poco de orden en el caos de la iniciativa contra la gripe porcina. Con esas credenciales, el secretario de Salud y Servicios Sociales (HHS), Alex Azar, no dudó en insistir: Slaoui era el hombre para codirigir la Operación Warp Speed con el encargado de logística, el general Gustave Perna.

En tanto científico, sentía escepticismo ante la cuestión del apuro: el récord de desarrollo lo tenía Merck, con la vacuna contra las paperas, que demoró cuatro años. Pero al igual que el resto de los habitantes del mundo maniatados por la pandemia, sabía que no había plan B. Y, de algún modo, toda su experiencia lo conducía a esa aventura: “Las vacunas siempre fueron mi primer amor. Son lo que más me gusta”, dijo a USA Today.

En los 30 años que trabajó en GSK, Moncef Slaoui participó en el desarrollo de vacunas contra la malaria, contra el cáncer de útero, contra la gastroenteritis infantil y contra el ébola, entre otras
En los 30 años que trabajó en GSK, Moncef Slaoui participó en el desarrollo de vacunas contra la malaria, contra el cáncer de útero, contra la gastroenteritis infantil y contra el ébola, entre otras

La razón es simple: “La inmunización es, por lejos, la intervención de mayor impacto para la salud pública después del agua potable”, escribió en una presentación cuando era presidente del área en GSK. “Su valor añadido es indiscutible”.

Ahora que Gran Bretaña aprobó el uso de emergencia de la vacuna de Pfizer, se espera que la Administración de Alimentos y Medicamenos (FDA) de los Estados Unidos haga lo mismo en su reunión del 17 de diciembre. Y Slaoui espera, a su vez, cumplir a velocidad warp.

“Nuestro plan es poder transportar las vacunas a los sitios de inmunización en 24 horas luego de la aprobación”, dijo a CNN.

El Proyecto Manhattan contra el coronavirus

Bajo el sol de mayo en su casa de Gladwyne, un suburbio opulento de Filadelfia, junto a la piscina, el experto recibió una llamada que le cambiaría la rutina: no más holgazanería, ahora que se había retirado, junto a su hijo menor. No más Gladwyne, siquiera, salvo los fines de semana: debió instalarse en Washington DC.

—¿Qué opinas sobre la posibilidad de montar un Proyecto Manhattan para crear una vacuna contra el COVID-19? —le preguntó Jim Greenwood, un ex congresista republicano y ex presidente de la Organización para la Innovación en Biotecnología (BIO), la organización comercial global de la industria biotecnológica.

"¿Qué opinas sobre la posibilidad de montar un Proyecto Manhattan para crear una vacuna contra el COVID-19?", le preguntó un ex congresista republicano a Moncef Slaoui para tantear el terreno para una invitación (Reuters/ Kevin Lamarque)
"¿Qué opinas sobre la posibilidad de montar un Proyecto Manhattan para crear una vacuna contra el COVID-19?", le preguntó un ex congresista republicano a Moncef Slaoui para tantear el terreno para una invitación (Reuters/ Kevin Lamarque)

—Sería excelente —opinó Slaoui, medio distraído.

—¿Podríamos hacer una vacuna en 10, ocho o incluso seis meses? ¿O es imposible? —lo presionó.

Slaoui se concentró de pronto. Le dijo, con detalle, todo lo que pensaba. “Soy un apasionado de la prevención de las epidemias”, se justificó ante Jon Cohen, a quien le contó la historia para Science Magazine.

El republicano le agradeció los pormenores y se despidió: “No se te sorprendas si te llama alguien del gobierno de Trump”.

Oh, shit —pensó Slaoui.

Diez días más tarde, una figura prominente del HHS lo invitó a la capital federal. Se reunió con varios funcionarios de la secretaría y el asesor y yerno presidencial Jared Kushner. “Mi primera pregunta fue: ‘¿Va a haber interferencias?’”, dijo Slaoui a la publicación de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS). Y luego: “¿Esto está autorizado al 100%?”. Al cabo del encuentro se quedó pensando. “Y cuatro días más tarde, el 15 de mayo, estaba en el Jardín de las Rosas con el presidente Trump, quien presentó a Slaoui como el director científico de la Operación Warp Speed”.

Aunque es demócrata y en privado criticaba al Gobierno de Donald Trump, Moncef Slaoui aceptó la dirección científica del proyecto de la vacuna por considerarlo una responsabilidad más allá de los partidos políticos (Reuters/ Dado Ruvic)
Aunque es demócrata y en privado criticaba al Gobierno de Donald Trump, Moncef Slaoui aceptó la dirección científica del proyecto de la vacuna por considerarlo una responsabilidad más allá de los partidos políticos (Reuters/ Dado Ruvic)

Con un costo estimado de USD 12.000 millones (hasta ahora, sobre un presupuesto de USD 18.000 millones) que se concentraron en ocho candidatas, la velocidad warp apuntó no solo al desarrollo sino también a la etapa no menos crucial de la distribución: se autorizaron pagos at-risk —es decir, cifras expuestas a convertirse en pérdida— para la producción de millones de dosis que podían no servir ni para compost en caso de que los ensayos clínicos revelaran que no eran efectivas, pero que debían estar listas para un despliegue masivo inmediato en caso de que los resultados fueran positivos.

Las presiones políticas

Aquel 15 de mayo Glen Gaulton, virólogo de la Escuela de Medicina de la Universidad de Pensilvania, desayunaba mirando las noticias cuando vio aparecer a su ex compañero en el laboratorio de Harvard junto a Trump. “Moncler no es el tipo de persona que aceptaría un trabajo como este si no pensara que puede obtener resultados”, pensó entonces, según le contó a The Philadelphia Inquirer. “Él entiende las vacunas desde cero, y todos los distintos medios en que se las puede desarrollar: proteínas aisladas, virus modificados, ARN, ADN”, enumeró.

“Tiene las características personales para ser líder. Es sumamente brillante. Un científico muy bueno”, siguió Gaulton. “No la clase de tipo al que se pueda engañar. No la clase de tipo al que le puedes hacer firmar cosas sin que las examine. Muy reflexivo. Muy capaz de tomar decisiones sobre la marcha. Una gran escucha. Veloz para reunir información. Tiene una pasión tremenda por la ciencia de datos y por sacar adelante los productos”.

Además de la audacia para emprender una misión casi imposible, Moncef Slaoui llevó al proyecto experiencia, talento, liderazgo y responsabilidad, evaluó un colega
Además de la audacia para emprender una misión casi imposible, Moncef Slaoui llevó al proyecto experiencia, talento, liderazgo y responsabilidad, evaluó un colega

Según USA Today, esas características contribuyeron a que a Slaoui “lo atrajera la idea de aceptar una misión casi imposible con la perspectiva de ayudar a la humanidad”, y en particular “porque mucha gente pensaba que no se podía hacer”. Con elegancia, el propio Slaoui aludió a las dificultades: el cronograma de Trump era “muy creíble, aunque en extremo desafiante”, dijo.

Con dos condiciones —cero interferencia política y cero burocracia que lo retrasara— el experto asumió la dirección científica de Warp Speed. Eso le valió críticas por la falta de transparencia de sus decisiones y por las presiones posibles de un presidente que buscaba su reelección el 3 de noviembre.

“No creo que eso sea correcto”, se defendió ante Science. “Si una vacuna [muestra pruebas de seguridad y eficacia] el 25 de octubre, su aprobación [para el uso de emergencia] se debería solicitar el 25 de octubre. Si lo muestra el 17 de noviembre, se debería hacer el 17 de noviembre. Si es el 31 de diciembre, pues el 31 de diciembre. Esto tiene que estar protegido de la política. No puedo controlar lo que la gente dice —el presidente dice cosas, otra gente dirá cosas— pero, créeme, no habrá autorización para el uso de emergencia si no es lo que corresponde”.

Conflictos de intereses

Otras críticas se centraron en que, además de científico, Slaoui es inversor en firmas de biotecnología. Se jubiló hace tres años, a los 58, porque hizo notables apuestas financieras a lo largo de su vida, y retiene acciones de GSK. En el momento de su nombramiento integraba la junta de Moderna, una de las empresas que se benefició de los fondos federales para la investigación de su vacuna de ARN contra el SARS-CoV-2, que finalmente mostró casi un 95% de eficacia.

El ex ejecutivo de GlaxoSmithKline fue criticado por el conflicto de intereses que representaban sus inversiones en firmas de biotecnología, entre ellas Moderna, donde integraba la junta  (Reuters/ Kevin Lamarque)
El ex ejecutivo de GlaxoSmithKline fue criticado por el conflicto de intereses que representaban sus inversiones en firmas de biotecnología, entre ellas Moderna, donde integraba la junta (Reuters/ Kevin Lamarque)

A diferencia de las drogas, las vacunas no tienen vencimiento en sus patentes, y mientras estuvo en GSK Slaoui participó en el desarrollo de varias: contra la malaria, contra el cáncer de útero, contra la gastroenteritis infantil y contra el ébola. Y desde que se fue de GSK invirtió —como socio en la firma de capital de riesgo Medicxi, con sede en Suiza— en numerosas startups de biotecnología, algunas de las cuales buscaban también una vacuna contra el coronavirus.

“El doctor Slaoui tiene una red amplia de intereses financieros”, le escribieron 11 senadores demócratas, entre ellos Elizabeth Warren y Bob Menendez. Eso equivalía a “conflictos de intereses potenciales”, por lo cual consideraban que el científico debía “renunciar” a todos sus puestos en juntas de compañías farmacológicas y biotecnológicas, además de “revelar” sus lazos con cualquiera que estuviera trabajando en productos vinculados al COVID-19.

Otro problema, denunciaron grupos activistas como Public Citizen y Lower Drug Prices Now, fue que Slaoui no se integró a la Operación Warp Speed como un empleado del gobierno, lo cual lo hubiera sujeto a limitaciones éticas, sino como contratista externo con el salario simbólico de USD 1, más un extra de USD 1.000.

Una vez que la FDA autorice las vacunas, la Operación Warp Speed garantizará que las dosis lleguen a los lugares de inmunización en 24 horas, dijo Slaoui
Una vez que la FDA autorice las vacunas, la Operación Warp Speed garantizará que las dosis lleguen a los lugares de inmunización en 24 horas, dijo Slaoui

Slaoui renunció a la junta de Moderna el 15 de mayo, cuando asumió la dirección científica del proyecto de Trump, y se deshizo de sus 137.168 acciones el 20. Como su inversión en esos días aumentó, debido a los anuncios de buenos resultados preliminares, se comprometió a donar el dinero extra a la investigación del cáncer, informó Kaiser Health News. También dejó de ser asesor de Brii Biosciences (una firma que tiene importantes inversiones chinas) pero mantuvo, con anuencia del HHS, sus 500.000 acciones de GSK, que equivalen a casi USD 10 millones.

De muerte de una hermana a la obsesión por las vacunas

Los recovecos de la política han acompañado a Slaoui desde que nació, en Agadir, Marruecos, el 22 de julio de 1959, en una familia musulmana que se oponía a la ocupación francesa. Su padre pasó dos años en la cárcel por su actividad política antes de que él naciera, y en ese momento una de sus hijas murió a los seis meses de tos ferina. Para la pertussis ya existía una vacuna; sin embargo, no llegaba a los territorios colonizados y sumidos en la pobreza.

Esa tragedia marcó a fuego a la familia: de los cuatro hijos sobrevivientes, tres se dedicaron a la medicina. Entre ellos, Moncef, quien desde la biología se concentró en el universo de la prevención de enfermedades. “Tanto para mi padre como para mi madre el objetivo número uno era la educación”, los recordó Slaoui ante USA Today, “porque conlleva la equidad, los valores, la voluntad de ayudar a los demás”.

Los Slaoui son de Marruecos y quedaron marcados por la muerte de una bebé por una enfermedad prevenible con una vacuna: tres de los  cuatro hijos sobrevivientes, entre ellos Moncef, se dedicaron a la medicina (AP/Susan Walsh)
Los Slaoui son de Marruecos y quedaron marcados por la muerte de una bebé por una enfermedad prevenible con una vacuna: tres de los cuatro hijos sobrevivientes, entre ellos Moncef, se dedicaron a la medicina (AP/Susan Walsh)

Luego de la independencia de Marruecos, en 1956, su padre se convirtió en empresario del rubro de la irrigación. La familia prosperó y se mudó a Casablanca, donde todavía vive la madre del científico; el padre murió cuando él era un adolescente. Heredó de él el interés por la política y fue un activista anti monárquico.

“Como mi familia es influyente, no terminé en la cárcel”, dijo a USA Today. “Pero me dije que no era una manera eficaz de ayudar, porque podía terminarse muy rápidamente”. Tenía 17 años cuando pensó que mejor sería buscar otra forma de “provocar impacto social” y viajó a Europa para cursar sus estudios universitarios. Por un azar —un problema en la inscripción— no se quedó en Francia, y terminó por estudiar en Bélgica.

El único factor impredecible

Tras doctorarse en biología molecular e inmunología, bajo la dirección de tesis de Jacques Urbain, llegó a los Estados Unidos para realizar cursos la Escuela de Medicina de Harvard y en la de Tufts; luego realizó un post-doc sobre la gripe, enseñó en la Universidad de Mons de Bélgica y estudió administración en el Instituto Internacional de Desarrollo de Gestión (IMD) de Lausana, Suiza. Su novia de aquel entonces, que trabajaba en SmithKline (que luego se integraría a GSK), lo animó a presentarse para un puesto en la empresa farmacológica.

Nunca perdió el contacto con Europa. Como le basta con dormir menos de cinco horas cada día, se despierta a las 3 de la mañana y sale a caminar, trotar o andar en bicicleta, mientras habla por teléfono por cuestiones de trabajo con gente en Suiza, en Bélgica, en Francia. “Durante una llamada camino rápido, y cuando corto, corro”, dijo a USA Today. Toda su vida ha hecho ejercicio, y siempre el mismo tipo: algo que puede practicar se encuentre donde se encuentre. “Es increíblemente poderoso para mí”, dijo.

En Washington DC, por supuesto, mantuvo esa rutina, y pronto también se ajustó a la de volver al trabajo: el equipo, dijo, se alineó maravillosamente en muy poco tiempo. “Nadie tiene una agenda propia”, celebró: todos empujaron en la misma dirección para conseguir una vacuna segura y efectiva a velocidad warp.

Moncef Slaoui fue presentado en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca (en la foto, con Donald Trump y Anthony Fauci) como co-director de Operación Warp Speed (Shutterstock)
Moncef Slaoui fue presentado en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca (en la foto, con Donald Trump y Anthony Fauci) como co-director de Operación Warp Speed (Shutterstock)

Ayudó, admitió, la capacidad casi sin límite de un estado con los bolsillos llenos. En una ocasión, un tren que llevaba una bomba de inyección a Moderna, una pieza clave para la vacuna que la biotech investigaba, quedó trabado en las vías. Mientras los trabajadores del ferrocarril intentaban reparar el desperfecto, el Departamento de Defensa envió un avión para que recogiera la bomba y la depositara en el laboratorio. “Esa prioridad permite que las compañías se muevan más rápido y su trabajo aumente en escala mucho más de lo que hubiera pasado de otro modo”, dijo Slaoui, que en el campo privado nunca había visto algo así.

La experiencia, la intuición, el liderazgo, la capacidad de tomar decisiones: todo eso lo ayudó en estos meses vertiginosos. Y aun cuando la FDA otorgue su autorización, al equipo le quedan, todavía, muchas cuestiones por resolver: el transporte es la primera de ellas, ya que las vacunas de ARN, como son las de Pfizer y Moderna, requieren una cadena de frío a temperaturas de –80°C, mucho más bajas que la de, por ejemplo, AstraZeneca y Oxford.

Pero hay un factor que lo preocupa más. No depende de la estructura molecular del coronavirus, ignora la ley de las aceleraciones de Isaac Newton. Pertenece a la selva sensible de la psicología humana. Con más del 94% de eficacia, las vacunas que podrían ser aprobadas son “un sueño” y “la posibilidad de controlar esta pandemia”, en palabras de Slaoui, pero solo si las personas aceptan vacunarse.

En septiembre, el 51% de los estadounidenses quería vacunarse, y el 49% no, según Pew Research Center.

La voluntad popular parece ser único elemento que podría quitarle a la Operación Warp Speed el merecimiento de una comparación con la saga del Enterprise. “Nos preocupa mucho, mucho, que la gente no se vacune”, concluyó Slaoui.

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