GREENVILLE, Delaware (EEUU) - De repente comenzaron a sonar aplausos y a escucharse pequeños gritos. De repente, tres kilómetros más allá, los agentes del servicio secreto se multiplicaron entre los bosques y las mansiones de la zona. Era un sábado luminoso y primaveral en el otoño de Greenville, la “patria chica” de Joe Biden, pero ya estaba claro que no, que no era un sábado más.
“¡Es nuestro Joe, es nuestro Joe!”, repetían muchos en el centro comercial que es el eje de Greenville, un suburbio de Wilmington, en el estado de Delaware, donde el próximo presidente de los Estados Unidos vive desde hace décadas. En los teléfonos móviles se confirmaba la noticia, Biden sumaba los electores suficientes para convertirse en el sucesor de Donald Trump. La mayoría de los rostros se abandonaron a una alegría franca.
“Sabes, conozco a Joe desde hace más de 30 años. No siempre he estado de acuerdo con él, pero es un hombre decente. Sé que será bueno para nuestra nación”. La frase es de Richard, un ex ejecutivo de DuPont, la compañía que domina el Estado. Lo que dijo Richard a Infobae se repitió en una y otra conversación: todos hablaron de un Biden cercano. Y del alivio que sentían, por su victoria, sí, pero sobre todo por el hecho de que por fin hubiera claridad respecto del futuro de su país.
Esa claridad era evidente en medio de los pinos de Greenville, que más que un pueblo es un enorme bosque salpicado de mansiones. Si a las tres de la tarde del viernes, ante el avance del recuento que ponía a Biden a las puertas de la Casa Blanca, esos bosques se habían llenado de agentes del servicio secreto, el sábado la proporción era aún mayor.
“¡Vivo a media milla de lo de Joe y ya no puedo llegar a mi casa! El servicio secreto me obliga a hacer un rodeo por otro camino”, dice Richard sin atisbo de molestia. Cuando Infobae llega a la zona queda claro que Richard no exagera.
“No sabría decirte cuántos agentes somos, y si lo supiera tampoco te lo podría decir”, explicó a Infobae Richard, miembro del servicio secreto y a cargo del primer retén que filtra el acceso a la calle en la que se ubica la casa del próximo presidente. Antes de llegar a Richard lo que hay es una patrulla policial del condado. A diferencia del viernes, hoy la tensión era mucho menor.
Richard fue parte del equipo del servicio secreto que acompañó a Trump durante su visita a Buenos Aires por la Cumbre del G-20, y ya había estado en la capital argentina anteriormente con el vicepresidente Mike Pence: “Hermosa ciudad, y muy impresionante el cementerio de la Recoleta”.
El día es tan brillante y la temperatura primaveral es tan inusual en pleno noviembre, que todas las mesas al aire libre están ocupadas en el centro comercial de Greenville. Por ahí pasa Ginger, ex fotógrafa del Wilmington Star-News, el periódico local, una mujer que también conoce muy bien al ex vicepresidente y futuro presidente. La charla es junto a Janssen’s Market, el lugar al que todos van cuando quieren encontrar la mejor comida. También Biden.
“Viene mucho a este supermercado, lo he visto muchas veces. Y lo vi hablando con Jill en el ‘Brew Ha Ha!’, al día siguiente de lo de Charlottesville y estoy seguro de que fue el momento en que le dijo que se iba a presentar para la presidencia”.
El “Brew Ha Ha!” es un café un tanto “hipster”, pero también muy popular en la zona. Y cuando Ginger habla de “lo de Charlottesville” se refiere a la marcha del Ku Klux Klan en 2017 en esa ciudad de Virginia, que terminó con la muerte de una persona que participaba en una contramarcha y una frase del presidente Trump que indignó a muchos, entre ellos Biden: “Hay buena gente en los dos lados”.
Biden, en efecto, dijo más de una vez que aquel momento marcó un punto de inflexión para él. Y Ginger, que viste una camiseta con el logo de campaña electoral de Biden, es pura devoción por el ex senador demócrata.
“Una vez que tuve un accidente me llamó al hospital para ver cómo estaba, y días después me hizo otra llamada. Creo que Biden va a intentar unirnos. No solo estamos profundamente divididos, sino que ambos grupos tienen casi el mismo tamaño. Va a intentar que esos amigos y familiares que se separaron durante la era Trump vuelvan a unirse, porque las relaciones son más importantes que la política”.
Esa idea, la de la unión, la de calmar la piel de una nación que viene ardiendo en la disputa política, fue repetida una y otra vez. Lisa se acercó a bordo de una camioneta con su madre al primer retén en la calle de Biden y le explicó a Infobae por qué: “Solo vinimos a decirle a Joe Biden que lo amamos y que rezamos por él. Lo que más me gusta es su calma, espero que nos saque de la pandemia y que nos vuelva a unir”.
¿Y el hecho de tener con Kamala Harris por primera vez en la historia a una vicepresidenta mujer? “Las dos lloramos, estamos muy emocionadas con tener por primera vez una mujer en la vicepresidencia”.
“Es un hombre muy cercano, tengo muchos amigos que lo conocen y ninguno de ellos me ha hablado mal de él”, asegura Alexia, camarera en uno de los cafés de la zona.
La alegría del mediodía del sábado contrastaba con la relativa indiferencia de la noche del viernes. Biden debía dar un discurso clave en el Chase Center, el centro de convenciones en Wilmington donde se instaló la campaña demócrata. Biden debía dar allí un discurso en horario “prime time”, el de máxima audiencia. Se suponía que era a las ocho de la noche, pero terminó hablando poco antes de las once. Su audiencia, una sucesión de autos en un aparcamiento, era reflejo de los extraños momentos que viven Estados Unidos y el mundo. El nuevo mundo del COVID-19.
Resultaba lógico pensar que sus vecinos estarían pendientes de lo que dijera Biden. Lógico, pero equivocado. Ni en “Buckley’s Tavern” ni en “BBC”, dos sitios muy populares para comer y beber algo en Greenville, se vería el discurso de Biden. Los televisores mostraban fútbol americano y golf femenino. En la noche de este sábado, Biden volvería a hablar, ya confirmado como próximo presidente.
“No queremos molestar a nuestros clientes con política, queremos que se sientan cómodos, porque aquí viene gente de todas las ideas”, explicaron en “Buckley’s”. “Tenemos una regla”, explicaron en “BBC”, donde se concentra la gente joven de la zona. “Ni política ni religión: y eso que el duelo es buen amigo de Joe. Pero Joe seguro que lo entendería”.
Más allá de los televisores que ignoraban un momento cumbre en la vida de su ciudadano más ilustre, Greenville y Wilmington son “Bidenlandia”. La estación de tren se llama “Joe Biden”, y en la autopista, antes de llegar a la ciudad, el “Joe Biden Welcome Center”.
Cathy trabaja allí y se toma con algo de risa la omnipresencia de Biden en el Estado, uno de los más pequeños y ricos de la Unión. “Creo que hubiera sido mejor que no le cambiaran el nombre hace dos o tres años. Esto se llamaba ‘Delaware Welcome Center’, eso era mucho más claro'”.
El día de la confirmación de Biden como presidente es el mismo en que, 48 años atrás, fue elegido por primera vez como senador por Delaware. Fue en 1972, el año en que su primera esposa y su hija murieron un accidente, arrolladas por un camión mientras iban a comprar el árbol de Navidad. Biden juró como senador en el hospital donde estaban internados sus dos hijos.
Valerie BIden Owens, hermana del nuevo presidente, se acercó a los reporteros hoy en Wilmington. Todos tenían en la memoria aquel momento, pero también la alegría de este sábado, casi medio siglo después: “Es maravilloso. Es algo maravilloso para nosotros, pero creo que incluso mejor para los Estados Unidos”.
Tan imbricados están el uno con el otro, que Delaware es sinónimo de Joseph Robinette Biden jr., tal el nombre completo del próximo inquilino de la Casa Blanca. Sus fotos aparecen en diversos comercios de la ciudad, porque en todos lados estuvo, en todos lados lo conocen.
También lo conoce Melissa, que junto a un grupo de amigas y amigos conversa en la galería junto a Janssen’s Market. Son siete, y con mayor o menor entusiasmo por el demócrata ninguno está molesto por el triunfo de Biden. Más bien están aliviados.
“Estoy muy feliz de que haya ganado la presidencia, se ha rodeado de buena gente, sé que va a trabajar mucho. Más que nada creo que es la persona adecuada para el momento. Porque más allá de algunas cosas que haya hecho el presidente Trump, su personalidad es la de un abusador. y nadie quiere ser abusado. Estoy feliz de que Joe sea el presidente”, dijo Melissa a Infobae.
A pocos metros, Richard sigue leyendo el “New York Times”, que ofrece historias tan interesantes como desactualizadas ya. Conoce tanto a Biden que se atreve a decir lo que pasa en estos momentos por la cabeza del nuevo presidente de los Estados Unidos: “Estoy seguro de que tuvo problemas anoche para dormirse. ¡Es un ser humano! Pero por lo que sé se estuvo preparando desde hace tiempo, no va a esperar al 20 de enero para tener claro qué hacer con el país”.
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