WASHINGTON DC.- La política es cruel, no es lo mismo ganar que perder. Lo está viviendo en carne propia el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Enojado y golpeado por lo que se perfila como una posible derrota ante el demócrata Joe Biden, comienza a ver cómo el Partido Republicano sale del letargo de los últimos años y lo critica.
“Una fuente de acceso directo al presidente me dice que el presidente está golpeado, es consciente de lo que está pasando. Se da cuenta de que las cosas no van bien”, dijo en la noche del lunes Dana Bash, corresponsal política de CNN y muy buena conocedora de los entresijos de la Casa Blanca.
“Ese es el ánimo del presidente. Pero puede cambiar si cambia la tendencia de los votos”, añadió Bash.
El problema para Trump es que la tendencia de los votos difícilmente cambie a su favor, porque se está produciendo lo que ya se sabía que sucedería: en aquellos estados en los que los votos por correo se cuentan al final del proceso, Biden está recortando diferencias con fuerzas y, como sucedió en la mañana del miércoles en Michigan y Wisconsin, ganando estados que el martes estaban en manos del presidente. En otros, como Georgia y Pensilvania, Biden le está respirando en la nuca a Trump.
Trump, que a diferencia de Biden no se hizo ver a lo largo del miércoles, hizo saber su molestia a varios gobernadores republicanos, entre ellos, los de Arizona y Georgia, dos estados claves.
“Creo que lo que está haciendo es expresar su frustración”, comentó Bash, que incidió también en el golpe que significó para el presidente que Fox News, la cadena noticiosa que lo respaldó en toda su presidencia, diera ya el martes el estado de Arizona como ganado por Biden. CNN, sumamente crítica de Trump, seguía manteniendo el resultado abierto en el final de la noche del miércoles.
Según el New York Times, Jared Kushner, yerno y asesor estrella del presidente, llamó a Rupert Murdoch, dueño de Fox, para saber por qué la cadena dio Arizona por ganada para Trump. Avanzada la noche del miércoles, en la Casa Blanca se creía que era posible revertir el resultado en el estado del oeste, aunque reconocían que si Trump caía en Georgia la elección estaba acabada.
Que Arizona, histórico dominio del fallecido senador John McCain, rival de Barack Obama en la elección de 2008, esté contribuyendo al triunfo de Biden es una ironía, pero no una casualidad: Trump fue muy crítico de McCain, un héroe de guerra reconocido por todo el espectro político del país, incluso después de que muriera en 2018. Cindy McCain, viuda del fallecido senador, dijo en septiembre que solo un candidato representaba “los valores estadounidenses”, y que ese candidato era Biden.
Pese a que sus asesores le insistieron a Trump para que buscara un acercamiento a los McCain (“son unos perdedores”, dijo) e hiciera campaña en Arizona, el presidente se negó. Varios medios estadounidenses definieron la casi segura victoria de Biden en Arizona como “la venganza de McCain”. Muchos republicanos de Arizona anunciaron que votarían por Biden. Así, los 11 votos de Arizona en el Colegio Electoral serán para un demócrata, algo impensable hasta hace poco. Esos votos de Arizona permiten que Biden sume 264, a seis de los 270 que le garantizan las llaves de la Casa Blanca.
En medio de lo que se perfila como una derrota de Trump, algunos republicanos comenzaron a levantar la voz. Lo hizo Mitch McConnell, el líder de la mayoría republicana en el Senado, al ser preguntado por la aparición de Trump en la madrugada del miércoles declarándose ganador, denunciando fraude y su intención de recurrir a la Corte Suprema.
“Una cosa es decir que ganaste la elección y otra es terminar el recuento”, comentó McConnell. Fue una forma sutil, pero clara, de rechazar la afirmación del presidente de que se dejara de contar votos por haber sido emitidos, aseguró, fuera de término.
Chris Christie, ex gobernador de Nueva Jersey, aliado del presidente y su sparring para los debates con Biden, fue claro: “No hay base para decir lo que se dijo esta noche. No la hay. Hay que contar todos los votos”.
“Hay que dejar que se desarrolle el proceso antes de decir que ha sido manipulado. Al decirlo prematuramente redujo su propia credibilidad, así que creo que es básicamente una decisión estratégica mala, una mala decisión política, no la clase de decisión que esperas de alguien que tiene la posición que él tiene”.
Con la seria posibilidad de que no logre la reelección, Trump escuchará más voces como las de McConnell y Christie. En el Partido Republicano habrá primado el silencio en estos años, pero hay registro de lo que se hizo y se dijo.
“Nunca respetaron instituciones de la democracia que no los beneficiaran”, dijo un senador republicano a Político pidiendo que su nombre se mantenga en el anonimato. “La belleza del federalismo es que los Estados tienen sus propios reglas, y la idea de que el presidente pueda decidir por sobre esas reglas para beneficiarse es exactamente la antítesis de aquello en lo que los republicanos solíamos creer”.
El Lincoln Project, un grupo de republicanos que trabajó activamente contra la reelección de Trump, difundió en medio de los recuentos del miércoles un aviso televisivo con una pregunta envenenada: “Si Trump gana otros cuatro años en la Casa Blanca, ¿sobrevivirá el Partido Republicano?”.
Días antes de las elecciones se difundió el audio de una conversación de Kushner con el legendario periodista Bob Woodward. En ella decía que Trump había hecho una “adquisición hostil” del Partido Republicano y criticaba a varias de sus figuras.
Trump gobernó por sobre el partido. Se vio en sus cuatro años en la Casa Blanca, también en la convención republicana y en la campaña: no participaron figuras históricas del partido, ni siquiera el ex presidente George Bush, y tampoco se presentó una plataforma. Para bien o para mal, el partido y la apuesta era Trump.
Esa ventaja, la de mandar sin contestación y haciendo valer el poder de la presidencia, se le vuelve en contra a Trump en estas horas de peligro político, porque su grupo más cercano en la Casa Blanca está más aislado aún de lo habitual del resto del partido. Él mismo lo dijo el martes en medio de la elección: “Perder no es fácil”. Las próximas horas y días dirán si es así.
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