WASHINGTON DC - “Nos vemos en el cielo, con Jesús”. La propuesta de Ioanis, un rumano nacionalizado estadounidense que blandía una gigantesca cruz amarilla frente a la Casa Blanca, no era seguramente algo para aceptar de inmediato, aunque había algo positivo en la variopinta masa de de gente frente a la sede del poder en Estados Unidos: los pro Trump y los anti Trump estaban codo con codo. Y no pasaba nada.
Fue en las primeras horas del escrutinio, cuando nadie tenía aún claro cuántos votos estaba obteniendo Donald Trump y cuántos Joe Biden en la elección presidencial. Un par de miles de personas se reunieron frente a la verja que impide el paso a la plaza Lafayette, que hasta hace unos meses era el escenario de manifestaciones y el punto obligado para turistas interesados en admirar la Casa Blanca. Tras los disturbios que estallaron en las efervescentes semanas del “Black Lives Matter”, la plaza Lafayette se cerró y la Casa Blanca pasó a convertirse en una atracción turística para ver de lejos, muy de lejos.
Música, mucha música. Debate, mucho debate. Disfraces, bastantes disfraces. Y gritos, muchos gritos en la noche que todos ellos esperaban desde hacía meses, o incluso años.
Ioanis, de 43 años, no quería hablar de política con Infobae, solo de Jesús. “Claro que voté hoy, pero no importan los candidatos. Hay uno a favor de asesinar niños. Y hay otro que no”. No tenía mucho más que añadir: su voto había sido para Trump.
A cinco metros de Ioanis estaba Nadine Seiler, una mujer afroamericana de 50 años que contribuía a sostener una gigantesca bandera con un mensaje inequívoco: “Trump miente todo el tiempo”.
“Voy a estar aquí todas las noches hasta que tengamos el resultado, hasta que gane Joe Biden”, dijo la mujer a Infobae. “Va a pasar tiempo hasta que sepamos quién ganó. Y es bueno que esto sea pacifico, aunque es la primera vez que el diablo va a presidir los Estados Unidos”, ironizó.
El “diablo” es Biden para muchos de los trumpistas que se manifestaban frente a la Casa Blanca en una noche muy fresca, pero no helada como las anteriores. Y Biden, como a lo largo de la campaña, estaba en un segundo plano respecto de Trump. Si el presidente ocupó el primer plano en los últimos meses, para bien o para mal, frente a la plaza Lafayette sucedía algo parecido: la gente se definía por estar a favor o en contra de Trump.
En la calle 16, que desemboca en esa verja que oficia ahora de imán para los que quieren y detestan al presidente de los Estados Unidos, muchos edificios estaban cubiertos de paneles de madera prensada. De hecho, no hay restaurante, bar, comercio, banco u oficina que no haya recurrido a esa protección en los últimos días en el centro de Washington DC.
Peter Newsham, el jefe de Policía de Washington DC, dijo el lunes que sus hombres están preparados para un posible estallido de violencia. La situación de alarma ante disturbios se repite en muchas otras ciudades del país.
“La Policía no dispersa manifestaciones, las facilita. Pero las manifestaciones no deben ser confundidas con conductas criminales que amenacen o dañen a las personas a la propiedad, como ocurrió durante los disturbios de este verano. Si se enfrenta a comportamientos violentos y destructivos, la Policía entrara en acción”, escribió Newsham en la carta.
No entró en acción frente a la Casa Blanca, no al menos en las primeras horas. Para lo que estaba en juego y tras las tensiones de una extenuante y agresiva campaña electoral, lo que se veía en la confluencia de la calle 16 y la H era promisorio: nadie molestaba o agredía al otro por pensar diferente. Quedaba abierto lo que sucedería avanzando la noche, una vez que se fueran confirmando resultados y un ganador de las elecciones.
Una pareja con un altavoz y vestida con los colores de la bandera de Estados Unidos insistía en el triunfo de Biden. ¿Por qué, por qué tan seguros? “Hace cuatro años pronostiqué que Hillary perdería. Esta vez digo que Trump va a perder. Nunca digo quién va a ganar, soy bueno para detectar perdedores”.
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