— ¿Al cumplirse 3 años del atentado terrorista que mató a 8 personas y lesionó a otras 12 (incluidos un grupo de amigos argentinos) la primera pregunta es como se encuentran los familiares de las víctimas directas?
— Ana Evans y sus hijos Martín (15), Julia (12) y Emilia (6) han tramitado estos años con mucha entereza y dignidad. No son gente que haya buscado revictimizarse, ni se ha enceguecido con el odio y el resentimiento. Hernán era alguien muy importante en la familia: cumplía un rol muy activo como esposo, padre, profesional, deportista, estando siempre cerca de los suyos. Su muerte fue un golpe tremendamente duro. Ana tuvo que ocuparse de todo y lo hizo muy bien: pudo sostener la educación de sus hijos, algo muy relevante en estos casos, y darles una perspectiva de futuro basada, en el respeto, la alegría y el amor. Todo un triunfo. Recordemos, que la Argentina no tiene un programa de apoyo a las víctimas de terrorismo, a pesar de la experiencia trágica de los atentados de 1992 y 1994. Los funcionarios que tienen alguna sensibilidad para solidarizarse con casos como este, se pueden contar con una mano. Los programas de Derechos Humanos no tienen ningún interés en estos temas. Por eso ha sido muy bueno todo lo que han aportado quienes brindaron su apoyo y compromiso desde la sociedad civil: instituciones educativas, organizaciones no gubernamentales, clubes, etc. La comunidad judía organizada (el Congreso Judío Latinoamericano, la Fundación Simon Wiesenthal, la DAIA) se interesó desde el primer momento por los familiares de las víctimas, sin importar si ellos eran o no miembros de su colectividad. Las redes de solidaridad cumplen una gran función en esta Argentina de franca decadencia institucional. Un segundo triunfo.
-¿Cuáles son las expectativas sobre el juicio que se sigue al terrorista en la justicia estadounidense?
-La familia Evans-Mendoza espera que el juicio se realice cuanto antes. El mismo iba a realizarse en abril de este año y esta peste maldita ha alterado el cronograma de juicios en Nueva York. Esta semana la Oficina de Apoyo a las Víctimas nos avisó que todavía no se ha fijado una nueva fecha. Obviamente, tiene la expectativa de que se realice un juicio justo y se condene al extremista que provocó tantas muertes y tanto daño a gente inocente.
-¿Tengo entendido que Usted como profesional se manifestó a favor de la pena de muerte en caso que Sayfullo Saypov sea encontrado culpable? ¿Qué aprendizaje deja este caso de terrorismo?
-El atacante se encuentra imputado de la comisión de delitos tipificados en el Título 18 del Código Penal de los Estados Unidos: 8 homicidios dolosos, 12 tentativas de homicidios, ser soporte personal y material del Estado Islámico, entre otros. En la legislación federal de los Estados Unidos quienes son responsables de estos delitos pueden recibir la pena de muerte. Así lo solicitó el Jefe de la Fiscalía del V Distrito de Nueva York, siendo esta solicitud confirmada por el Procurador General de los Estados Unidos. Como abogado no puedo más que estar de acuerdo con el cumplimiento de estos estándares normativos, que los jueces deberán atender. Y así nos pronunciamos.
-¿Cuál sería la finalidad que cumple, a su entender, la pena de muerte?
-El castigo penal, incluida la pena de muerte, es una represalia racional a un autor culpable de un delito. Su fundamento deriva del propio acto criminal que niega los deberes que le cabe obedecer como ciudadano. Y su función se dirige exclusivamente a confirmar que las normas del Estado continúan siendo aptas para garantizar espacios de libertad para los ciudadanos. Toda idea de que el castigo, cualquiera sea su tipo y dimensión, sirve para algún fin externo al hecho delictivo cometido (disuasión, prevención, corrección, etc.) es falsa de toda falsedad. ¿Acaso un soldado de ISIS se detendría frente a la amenaza de la pena? La cuestión terrorista sirve para mostrar la precariedad y confusión sobre el sentido de la pena y otros muchos aspectos recogidos en las teorías y prácticas penales dominantes, organizadas bajo la lógica liberal-progresista.
-¿Cuál sería otro aspecto que la cuestión terrorista pone en crisis?
-Los liberal-progresistas siguen insistiendo que el crimen es un “conflicto social” y que la justicia penal tiene algo que ver con “administrar” y/o “resolver” este tipo de conflictos. Otra falacia que distorsiona toda la función de jueces y fiscales, convirtiéndolos en agentes asistenciales y desresponsabilizándolos de su tarea de restituir la vigencia del derecho. Un terrorista de la calaña de Saypov, quien -una vez afincado en los Estados Unidos, dónde recibió una Green Card, pudo trabajar y cuidar de su familia-, decide radicalizarse y capacitarse con los protocolos del Estado Islámico, ¿con quién tendría un conflicto? Cuando alquila un camión de Home Depot, cruza el puente que separa New Jersey de Manhattan y atropella a personas inocentes que circulaban por la bicisenda de la zona de Tribeca, seguro que no estaba expresando un conflicto de ningún orden. Por el contrario, la cuestión terroristas deja en claro que un crimen es esencialmente un acto ético de repudio personal a la ley general que rige la vida social. Su acción criminal es una manifestación de libertad negativa. Hay que tener bien en cuenta esto al momento de juzgar a este tipo de extremistas. Acá no hay ni privación, ni alienación. Su acto traduce un ética personal que procura desconocer la máxima “no matarás” e imponer una nueva del estilo “matar alevosamente a otro es válido”. Es evidente que a partir de ese momento esta norma le aplica a él mismo: o sea cualquiera queda habilitado para matarlo. Por eso se trata de una ética aparente, precaria, fallida. El castigo decreta el fracaso de este proyecto de vida errático, evitando que la ley personal del terrorista prospere. Me pregunto muchas veces si asesinos como éste no desean, al final de cuentas, la muerte; si no la reclaman como “su” derecho. Parecería racional concedérselo como una última confirmación de que se lo ha tratado hasta el final como un ciudadano (y no como un perro).
-¿Usted confía en la justicia estadounidense?
-No es tarea de un abogado organizar su actividad profesional en base a sentimientos tales como “confianza en la justicia penal”, no importa donde se encuentre radicada. Después que Saypov chocó por última vez su camión, se bajó gritando Al·lahu-àkbar con dos pistolas de juguete. El hecho de que el policía de Nueva York, en vez de descargarle un cargador completo, lo redujera de modo muy preciso, nos permitió tener la chance de juzgarlo. Eso ya es digno de destacar. A partir de allí, los funcionarios del FBI y de la Fiscalía Federal que intervinieron en la instrucción del caso demostraron seriedad y apego a las normas. Todo esto es positivo. Ahora necesitamos el juicio. En conclusión, quedó plenamente demostrado que el delito del atacante que mató a Hernán Mendoza y sus amigos, se llame “acto inspirado en ISIS” (el Estado Islamico celebró este atentado en su Revista Al Naba) o como quiera denominarse, fue ostensiblemente un delito de terrorismo que merece el máximo de pena posible. Además de esto, estoy interesado en que se investigue cualquier soporte financiero, personal o espiritual que se le haya prestado a Saypov en su proceso de radicalización. La teoría de los “Lobos solitarios” es muy engañosa. La experiencia demuestra que no son lobos -los extremistas son mucho más dañinos que los lobos más rabiosos-, ni son solitarios -siempre hay algún otro extremista radicalizado para confirmar y bendecir esta utopía de la “libertad vacía”, para usar una expresión de Hegel.
-Por último, ¿nuestras autoridades tienen algo que aprender de este hecho que cobró vidas de ciudadanos argentinos? ¿O de la actuación de la justicia americana?
Este hecho permite ver que, en esta sociedad global, Los voceros de la violencia siempre encuentran audiencias dispuestas a aceptar y hacer valer las proclamas de caos y odio, sin que estas tengan que conservar necesariamente el ropaje original del extremismo islamista de base religiosa. Insisto con que la crisis de la Argentina, antes que económica y política, es de orden ético: en la etapa posdictatorial nos llenamos la boca hablando de derechos humanos, pero generamos un país con el 50% de pobres. Mientras los dirigentes claudicaban en la misión de proteger a los ciudadanos, la sociedad civil se fue cansando, fue perdiendo parte de su valentía, se replegó a los intereses privados. Éste es un contexto favorable para que los discursos extremistas se hagan carne en grupos violentos. No hay que esperar un gran estallido. La prepotencia física en la calle, el desconocimiento de mi propiedad, el avasallamiento de derechos básicos, con políticos cada vez más ambiguos y jueces asustados indican que la violencia encuentra mejores posibilidad para expresarse. Pero aquí estamos, todavía de pie, haciendo una entrevista y esperando un juicio condenatorio a un asesino. No todo está perdido.
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