El Senado de los Estados Unidos confirmó este lunes por la noche a Amy Coney Barrett como nueva jueza de la Corte Suprema.
Con 52 votos a favor y 48 en contra, la vasta mayoría de los legisladores votó de acuerdo a su orientación partidaria. La única excepción fue la de la republicana Susan Collins (Maine) quien enfrenta una dura elección en noviembre en un estado predominantemente demócrata.
Barrett, nominada solo 30 días antes, es la primera magistrada en la historia moderna en ser confirmada en una votación partidaria. El hecho es ilustrativo de la manera en que la polarización del escenario político ha alcanzado todos los aspectos de la vida institucional del país.
El partido republicano, liderado por el presidente Donald Trump, ve la confirmación como una gran victoria a solo ocho días de las elecciones presidenciales. De hecho, la Casa Blanca anunció inmediatamente después de la votación que se llevará a cabo la ceremonia de juramentación en sus jardines.
Barrett se convierte en el tercer nombramiento de Donald Trump para el máximo tribunal en sus cuatro años de mandato, luego de Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh. Con su adición, la mayoría conservadora pasa a tener seis escaños, contra tres de aquellos de ideología progresista.
La tendencia podría mantenerse durante una generación, considerando que los puestos en la Corte Suprema son vitalicios y los tres jueces nombrados por Trump tienen 55 años o menos.
Trump celebró este lunes la entrada de la jueza conservadora Amy Coney Barrett a la Corte Suprema como un “día trascendental para Estados Unidos”.
“Es un día trascendental para Estados Unidos, para la constitución estadounidense y para un estado de derecho justo e imparcial”, indicó el mandatario en el jardín de la Casa Blanca antes de que Barrett jurara como jueza ante el magistrado del máximo tribunal Clarence Thomas.
La ideología de Barrett es diametralmente opuesta a la de Ruth Bader Ginsburg, cuya vacante pasa a ocupar. Ginsburg, feminista e ícono del movimiento progresista, falleció en septiembre a los 87 años luego de una larga batalla contra el cáncer.
Los demócratas advirtieron que Barrett puede votar para desarticular el Obamacare, una reforma de salud que ha ayudado a millones de estadounidenses a obtener un seguro médico.
Barrett es católica practicante y se opone al derecho al aborto, uno de los temas claves dentro de la polarización cultural que domina la actualidad de Estados Unidos. Una de sus conferencias, impartidas a estudiantes en Notre Dame, se utiliza con frecuencia para criticar a Barrett en este sentido.
La magistrada se presenta a sí misma como un “tipo diferente de abogada”, y considera que una “carrera legal no es más que un medio para un fin...y ese fin es la construcción del reino de dios”.
La Corte Suprema debe de hecho examinar el 10 de noviembre un recurso contra la ley emblemática del ex presidente demócrata, sobre la cual la jueza expresó sus reservas en el pasado.
Tras pasar la infancia en Nueva Orleans, en el sur conservador, se convirtió en una de las mejores estudiantes de la escuela de derecho de Notre Dame en Indiana, institución en la que enseñó durante 15 años.
Al comienzo de su carrera como abogada, trabajó como secretaria del renombrado juez conservador de la Corte Suprema Antonin Scalia y adoptó su filosofía “originalista” que entiende la Constitución tal como estaba destinada a ser leída en el momento de su redacción, en contraposición a la interpretación más progresista.
En la corte federal de apelaciones de Chicago, la jueza adoptó posiciones a favor del derecho a portar armas y desfavorables para los migrantes y mujeres que pretenden abortar.
La designación se llevó a cabo en el marco de una disputa entre ambos partidos acerca de la ética de la decisión. El Partido Demócrata se pronunció en contra de manera enfática, recordando que en 2016 sus contrapartes -liderados por el jefe de la bancada Mitch McConnell- evitaron que el entonces presidente Barack Obama nombrara a Merrick Garland para ocupar la banca dejada por Antonin Scalia luego de su muerte.
En ese momento los Republicanos argumentaron que, considerando que era un año electoral, el pueblo estadounidense debía decidir quien fuera el presidente que nominara al próximo juez de la corte. No obstante, aseguraron que este año la situación es diferente, algo que enfureció al partido demócrata. Distintas encuestas mostraron que una mayoría de los electores está a favor de que sea el próximo presidente quien realice la nominación.
La decisión llevó a que los analistas no descarten la posibilidad de que Biden, de ganar las elecciones, aumente el número de jueces de la corte para imponer una mayoría progresista. El líder demócrata del Senado, Chuck Schumer, dijo a sus colegas que “nada está fuera de la mesa” si los republicanos reemplazan a Ginsburg y los demócratas toman la Casa Blanca y el Senado en noviembre.
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