(WASHINGTON DC)- Si se entra a cualquier librería de Washington, Hillary Clinton es víctima de una conspiración. Si se entra a su cuenta de Instagram, la ex secretaria de Estado disfruta haciendo un podcast. Y si se mira a la campaña de Joe Biden, la esposa de Bill Clinton no aparece.
¿Qué es de la vida de la mujer que hace cuatro años rozó algo histórico, la presidencia de los Estados Unidos? La mujer que, de hecho, logró tres millones de votos más que Donald Trump, aunque no alcanzó la mayoría en el Colegio Electoral. En circunstancias normales debería aparecer con frecuencia en la campaña de Joe Biden, en circunstancias normales debería vérsela con frecuencia en televisión argumentando a favor del candidato demócrata. Sin embargo, Hillary no está. ¿Hillary se fue?
No, pero está guardada en una tercera línea. Durante la convención demócrata, que a diferencia de la republicana fue casi totalmente virtual, Clinton hizo desde su casa un emotivo alegato a favor de Biden y hasta se burló de sí misma al insistir en que hay que ir a votar y no quedarse en casa, como muchos hicieron en 2016: “Créanme, Joe y Kamala podrían ganar por tres millones de votos y así y todo perder. Tómenlo como de quien viene...”.
Barack Obama, que este miércoles recorre Pennsylvania en apoyo a Biden, sigue siendo un gran activo para el Partido Demócrata. Hillary Clinton, a la que amigos y enemigos le reconocen su capacidad y lo muy buena secretaria de Estado que fue, no parece serlo tanto. ¿Intervendrá en el tramo final de la campaña? Improbable, porque la sola mención de su nombre activa los instintos más fuertes del ala dura del Partido Republicano.
Así, hay una pregunta que intranquiliza a los demócratas: ¿puede pasarle a Biden lo mismo que a Hillary? ¿Puede el Partido Demócrata, otra vez, sentirse en la Casa Blanca y ver luego que el que entra a ella es un republicano? La idea extendida es que no, que esta vez se está ante un panorama muy distinto. Aunque el “Washington Post” puso en estos días el dedo en la llaga: “Biden aventaja a Trump. También lo hacía Hillary. Para los demócratas, un preocupante déjà vu”.
“Hay algunas cosas que son diferentes a 2016”, cree de todos modos Karen Tramontano, que fue vicejefa de gabinete durante la presidencia de Bill Clinton. “Todos los demócratas tenemos el síndrome de estrés post-traumático de 2016. Le tememos a las encuestas, que no te cuentan en realidad a quién se va a votar, sino apenas lo que la gente piensa en el momento en que se la está encuestando”.
“Otro tema es que en aquella elección, los números de Hillary eran buenos, pero sus números negativos y los de Trump también eran muy fuertes. Por varias razones, poca gente fue a votar. Esta vez votará mucha gente. Y el otro tema fue la interferencia rusa y cómo la prensa manejó ese tema, en especial la carta de James Comey”.
Cuando Tramontano menciona a Infobae de “la carta de Comey” se refiere a la que el entonces director del FBI le envió al Congreso el 28 de octubre. Allí revelaba que Clinton había utilizado su cuenta privada de correo electrónico para intercambiar mails en su función de jefa de la diplomacia del país. “Hillary Clinton sería probablemente presidenta” si no se hubiese enviado esa carta, concluyó en su momento el sitio FiveThirtyEight.com.
“Y así y todo, Trump ganó por una diferencia de solo 181.000 votos en el Colegio Electoral y perdió por tres millones en el voto popular”, destaca Tramontano. “Y hay una diferencia más”, añade. “Los votantes blancos y los pensionistas están abandonando a Trump, que con ellos les ganó a Hillary hace cuatro años. Creo que sí, que estamos en una situación diferente a la de 2016”.
Más allá de las diferencias entre esta y aquella elección, la leyenda de que a Clinton se la persiguió con una saña inédita volvió en estas semanas en las que las librerías rebosan de libros dedicados a analizar la política y sus personajes. Tramontano está convencida de esa persecución, y un periodista, Michael D’Antonio, le dedicó un libro al tema.
“La cacería de Hillary” tiene 352 páginas que parten de una premisa -Hillary es víctima de una cacería que comenzó hace 40 años- y confluyen en una conclusión: “La elección de 2016 solo puede entenderse en el contexto de una respuesta primaria y primitiva de aquellos sencillamente incapaces de imaginar a una mujer como jefa”. Hillary reaccionó al libro diciendo que D’Antonio “encontró los recibos de la vasta conspiración de la ultraderecha”.
El Washington Post publicó una reseña del libro a fines de julio en la que definió a los Clinton como “los chivos expiatorios perfectos para los excesos caricaturescos de la generación del baby boom”. Joe Klein, autor de la reseña y de un libro sobre la campaña electoral de Bill Clinton en 1992, “Primary Colors”, que se convirtió en película, va más lejos: “Representan la permisividad -sexual para él, feminista para ella- que aterrorizaba y tentaba a sus oponentes”.
Klein rescata un pasaje del libro de D’Antonio en el que habla Dale Bumpers, un demócrata fuertemente de izquierda, y que conoce a los Clinton desde sus inicios en Arkansas: “Clinton debería estar muy agradecido... pero nunca lo está. Nunca se puede hacer lo suficiente por él y Hillary... Son las personas más maniáticas y obsesionadas que he conocido en mi vida, y tal vez las más insensibles a los sentimientos de los demás. Todo se centra en ellos y en sus ambiciones. Es precisamente la razón por la que Bill fue derrotado [en la elección a la gobernación de Arkansas] en 1980. La gente sintió, y correctamente, que estaban siendo manipulados”.
Clinton se tomaría sobrada revancha instalándose en la Casa Blanca de 1993 a 2001, pero la pregunta que muchos se hacen es si su esposa, una mujer de gran vuelo propio e indudable capacidad, pagó por los pecados de su esposo en aquellos turbulentos ’90 que incluyeron el escándalo sexual con Monica Lewinsky.
“Hay un tema importante en la política que es lo querible que pueda ser una persona. Eso es muy importante”, destaca a Infobae Juan Cruz, integrante del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca durante parte del gobierno de Trump. “Y Hillary genera sentimientos fuertes, eso es así. Biden es lo opuesto. Es querible. Lleva en esta ciudad más de 40 años y en ese período de tiempo se destacó por ser una persona con la que puedes trabajar. Ella es ácida, él no. Él es capaz de llegar a acuerdos con los republicanos, que es un talento que se ha perdido en esta ciudad”.
Cruz reconoce que no puede ver “ni en pintura” a la ex secretaria de Estado, pero admite que fue una gran funcionaria. “Viendo lo que vi en la administración de Obama y leyendo lo que contaron Robert Gates y León Panetta, dos personas que respeto muchísimo, ellos hablaban de ella con mucho respeto. Ella como secretaria de Estado era una voz sensata que la gente escuchaba. Fue muy efectiva en su cargo, hay que respetar las posiciones que tomó, fue una persona de pensamientos bien claros en las crisis”.
¿Y entonces? ¿Por qué una persona tan capaz despierta las pasiones que despierta? “Hay un sector republicano que realmente la odia. Yo no la aguanto, pero no la odio. Y hay que decir que a ella le adjudican todos los males, lo que le falta es que le salgan cuernos y colmillos”.
Pese a esa obsesión de parte de la derecha estadounidense con Hillary, Cruz cree que los mayores problemas de la ex primera dama pasan por sus decisiones. “Si ella simplemente se hubiera disculpado (por los mails), que aún no lo hizo, la gente lo hubiera aceptado. Si ella se hubiese disculpado la habrían incorporado a esta campaña de Biden. Pero no, está afuera, todos reconocen que ella es tóxica”.
Tramontano es todo lo opuesto a Cruz: tiene un alto respeto por Hillary Clinton. Pero coincide con el republicano y con D’Antonio en que fue sometida a una persecución.
“Los republicanos se dedicaron por más de 20 años a vilipendiar a Hillary, que recién se dio cuenta de la dimensión de eso una vez que estuvo en la carrera electoral. La diferencia entre ella y Biden es que a él lo quieren en los dos sectores de la política. Nadie invirtió millones de dólares en minar su imagen. La campaña negativa en su contra, eso de llamarlo ‘Joe el dormilón’ o de acusarlo de corrupción es algo que no prende, sencillamente porque no hay detrás una campaña de años como la que hubo contra Hillary. Cuando surgió aquella carta de James Comey había una base para construir el caso. Se había creado la tormenta perfecta”.
“Pero pensemos en Hillary trabajando en los ’90 en la Casa Blanca en el tema del seguro de salud y varios otros. Si ves lo que dicen las cartas de pedido de donaciones para el Partido Republicano, incluso hoy en el 90 por ciento de ellas se menciona a Hillary. Dijera lo que dijera, si era Hillary estaban en su contra. ¿El seguro de salud es un derecho? No. ¿Los derechos de las mujeres son derechos humanos? No. ¿Igualdad, igual pago por igual trabajo? No”.
Y mientras votantes y analistas se preguntan si Biden es el Hillary de 2020, ¿qué hace Hillary a sus 72 años? Se la ve feliz en su cuenta de Instagram, donde promociona la última entrevista de su podcast. ¿Con quién? La campeona mundial de natación Diana Nyad. ¿El tema? La resiliencia. Mientras CNN la incluye en su serie documental “Primeras damas”, por esos mismos días posteó una foto de hace décadas en la que se la ve joven, feliz y sonriente junto a un Bill Clinton en idéntico estado: “Cuarenta y cinco años. Nunca un momento aburrido, y sigues siendo mi mejor amigo. Te amo, Bill”.
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