WASHINGTON DC - De las paredes brotan los rostros de Ghandi, Nelson Mandela, Martin Luther King, Rigoberta Menchú y John Lennon. De la pantalla gigante emerge todo un debate vicepresidencial, y en las mesas solo hay sonrisas: todos son demócratas absolutamente convencidos de que Kamala Harris se impuso con claridad a Mike Pence.
“Es que dudo que encuentres un votante republicano aquí. Si hay uno, seguramente se esconda”, dice Andy Shallal a Infobae. Shallal es un estadounidense-iraquí de 64 años que es dueño del bar en el que un grupo de ciudadanos se reunió a seguir el debate. “Busboys and Poets” abrió en 2005 en una de las esquinas más “progresistas” de Washington DC, la de la calle V y la avenida 14. Por allí han pasado Barack Obama, Naomi Klein, Larry King, Angela Davis y Howard Dean, entre otros, pero en esta casi veraniega noche de miércoles no hay famosos, solo estadounidenses preocupados por la elección presidencial del 3 de noviembre.
“(Donald) Trump está dominando todo el ciclo noticioso, es interesante poder ver esto”, dice a Infobae Matthew Fenmark, un vendedor de 27 años que es afiliado demócrata y confía en un cambio de gobierno: “Nuestra reputación en el mundo viene siendo mala desde hace bastante tiempo”.
Cuando Susan Page, la moderadora, propone “un debate intenso, pero cívico”, la sala asiente con un pequeño suspiro: todos tienen bien presente el descontrolado debate de la semana previa entre Trump y su contrincante Joe Biden.
Si a Harris y Pence los separan dos pantallas de plexiglás, en el bar también las hay en un sector, separando los diferentes “boxes”, aunque hay una diferencia con la barrera transparente que se ve en televisión: las del bar incluye el símbolo de la paz.
Aunque Pence es educado, e incluso amable con Harris, no hay un gramo de simpatía posible en el local para el republicano. Y cuando la demócrata dice que se vacunará si lo dicen los científicos, pero no si lo dice Trump, estalla el aplauso mayor de la noche. Las risas aparecen cuando la candidata utiliza a Abraham Lincoln para criticar la decisión del presidente de presentar una nominación para la vacante en el Tribunal Supremo.
Pero la noche es suave, no hay pasiones desatadas, en parte porque el debate no las genera, en parte porque el Covid-19 forzó a que sean pocas las mesas que se ocupan.
“Esto es muy diferente a lo que solía ser. Recuerdo 2008, en la campaña que llevó a Barack Obama a la presidencia. Fue una locura, teníamos el local repleto y gente en las calles siguiendo el debate. Demasiado, incluso”, admite Shallal, que llegó en 1966 a los Estados Unidos y es una celebridad del progresismo local: en 2005 dio el discurso que contraprogramaba la asunción de George W. Bush para su segundo período, y nueve años más tarde se presentó en las primarias como candidato a alcalde. Quedó quinto y obtuvo el 3,3 por ciento.
Es por eso que el bar es solo una parte de un local que incluye también restaurante, librería y sala de espectáculos. Abundan los libros sobre antirracismo, sobre feminismo, sobre política. “Es que este es un lugar muy político, la gente viene aquí esperando hablar de política. Y estos cuatro años fueron, en ese sentido, interesantes, porque la presencia de Donald Trump en la Casa Blanca generó muchísimo debate”.
Termina el debate y todos se ven felices. Un rato después, la CNN da como ganadora a Harris, con un 59 por ciento contra 38 de Pence. Está claro que los encuestadores no pasaron por el “Busboys and Poets”.
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