El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, volvió a criticar a China por su falta de transparencia a la hora de manejar en el país el brote inicial de COVID-19, asegurando que las autoridades de Beijing “van a pagar un alto precio por lo que le hicieron a los Estados Unidos y al mundo”.
El mandatario realizó la declaración en el marco de un video publicado en su cuenta de Twitter, en el que también anticipó su voluntad de lograr la autorización de emergencia del tratamiento con anticuerpos que él recibió en el hospital militar Walter Reed luego de contraer el nuevo coronavirus.
En concreto, se refería al cóctel experimental de anticuerpos policlonales de la compañía farmacéutica Regeneron. El tratamiento aún se encuentra en en estadio de ensayos clínicos. Pero el mandatario indicó que luego de oír de su existencia, él mismo sugirió recibirlo.
“Me dieron otras cosas también (Remdesivir y dexametasona) pero creo que esta fue la clave. Fue increíble. Me sentí bien de inmediato. Hace tres días ya me sentía igual de bien que hoy”, expresó Trump durante un pasaje del video.
Al anunciar los resultados preliminares positivos a finales de septiembre, representantes de Regeneron se mostraron esperanzados acerca de la posibilidad de que los datos contribuyeran a una autorización de esa naturaleza por parte de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés).
En la misma dirección se movió Eli Lilly, que de hecho este miércoles aplicó para obtener la autorización de emergencia para su tratamiento. “Nuestro equipo ha trabajado incansablemente en los últimos siete meses para descubrir y desarrollar esos potenciales tratamientos de anticuerpos”, dijo al respecto Daniel Skovronsky, director científico de la farmacéutica.
Al igual que en el caso de Regeneron, Eli Lilly determinó en un estudio que su terapia, que “combina dos anticuerpos que funcionan juntos” estaban mostrando ser eficientes en un estudio en 268 pacientes. Sus análisis mostraron que la proporción de pacientes con alta carga viral en el día siete de su enfermedad fue de 3 por ciento cuando fueron tratados con la terapia, comparada con 20,8 por ciento de los que recibieron placebo.
Además, la tasa de hospitalización y visitas de emergencia relacionadas con COVID fue del 0,9% para los pacientes tratados con terapia combinada frente al 5,8 por ciento con placebo, una reducción del riesgo relativo del 84,5 por ciento.
El entusiasmo del mandatario por el tratamiento es palpable, al punto que lo calificó como “mucho más importante para mí que la vacuna”. “Yo entré al hospital sin sentirme muy bien y a las 24 horas estaba genial, ya quería irme. Eso es lo que quiero para todos, que reciban el mismo tratamiento que el Presidente. Porque yo me siento perfecto”, expresó.
Y, en consecuencia, aseguró que haber contraído la enfermedad fue “una bendición disfrazada”. “Lo contraje, escuché sobre la droga y pedí que me la dieran. Fue sugerencia mía. Pedí que me la dieran y fue increíble como funcionó. Si no hubiera contraído la enfermedad, la estaríamos evaluando junto con otras”, dijo.
En otro pasaje de su mensaje, Trump aseguró que buscará que el Estado se haga cargo del tratamiento. “Vamos a trabajar para que lo obtengan gratis, especialmente los adultos mayores. Vamos a hacer que lleguen rápido, Hay cientos de miles de dosis que están listas”, expresó.
Fue entonces cuando realizó la crítica a Beijing. “No van a pagar por el tratamiento. No fue su culpa que esto pasara, fue la culpa de China, que va a pagar un alto precio por lo que le hizo a Estados Unidos y al mundo”, fustigó.
Las críticas a la opacidad con que el Partido Comunista manejó el brote durante finales de 2019 y principios de 2020 -negando su existencia y suprimiendo voces que la denunciaban mientras el virus se propagaba- se vio reflejada en una encuesta reciente del Pew Research Center, uno de los think tank de opinión pública más prestigiosos del mundo.
En Estados Unidos, por ejemplo, se duplicó entre 2005 y 2020 la proporción de personas que tienen una opinión algo o muy desfavorable sobre China: pasó de 35 a 73 por ciento. Apenas inferior fue el alza del rechazo en Alemania, por ejemplo, donde pasó de 37 a 71 por ciento. O en Francia, donde trepó de 42 a 70 por ciento. En otros lugares, como España, directamente se triplicó la desaprobación, que fue de 21% a 63% en el período. Y en el Reino Unido se cuadruplicó: de 16% a 74 por ciento.
Similar fue la situación en Asia, donde la cifra en Corea del Sur trepó de 31 a 76 por ciento entre 2005 y 2020; y en Japón, de 42 a 86 por ciento, mientras que en Oceanía pasó de 32 en 2017 a 81 por ciento en 2020.
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