Hasta el lunes 5 de octubre, cuando el gobernador de California, Gavin Newsom, lo postuló como candidato a la Corte Suprema del estado, Martin Jenkins nunca había hablado de su sexualidad en ámbitos públicos, y en ellos se ha movido aun desde antes de comenzar su carrera judicial, cuando era defensor lateral del equipo de fútbol americano Seattle Seahawks. El juez —un hombre de 66 años, demócrata moderado, afroamericano y católico— incluso le había contado muy tardíamente a su propio padre que era gay.
Pero la nominación para el tribunal supremo del estado más poblado de los Estados Unidos le resultó una oportunidad para alentar a otros. “El camino hacia la aceptación propia ha sido realmente difícil”, dijo a Law.com. “Y he comprendido que la gente pasa por distintas formas de ese desafío. Todos necesitamos ver el camino por delante”, agregó. Y si bien el camino puede tener numerosos recodos, para él los acontecimientos del lunes representaron "la máxima aceptación propia”.
Hace varios años que el nombre de Jenkins resuena en California para la Suprema Corte. Si el procedimiento de confirmación lo consagra como sucesor de Ming Chin, magistrado que se retiró el 31 de agosto de 2020, la instancia judicial máxima del estado quedará conformada por dos magistrados afroamericanos, dos asiático americanos, uno latino, una mujer blanca y un hombre blanco.
“El juez Jenkins es alguien ampliamente respetado entre abogados y juristas, activo en su comunidad de Oakland y en su fe, y un hombre decente hasta la médula”, dijo Newsom en su comunicado oficial. “Es un miembro central de mi equipo —agregó, ya que Jenkins es asesor desde 2019— que posee brillantez y humildad en igual medida”.
Según Los Angeles Times, el magistrado “le debe la mayor parte de su carrera judicial a los republicanos, a pesar de su identificación demócrata”. Es, en general, menos liberal que el jurista demócrata promedio en el estado. Eso se advierte en una de sus contribuciones de importancia a la jurisprudencia estadounidense, la Doctrina Jenkins-Laporte, que define los límites del derecho de autor y de contrato en la autorización del uso de obras digitales, por caso.
El ex gobernador republicano George Deukmejian lo nombró en los Tribunales Municipales del Condado de Alameda y otro mandatario republicano, Pete Wilson, lo llevó al Tribunal Superior de ese mismo distrito. Y luego de 11 años como juez federal en San Francisco —un cargo para el cual lo eligió un demócrata reconocido, el presidente Bill Clinton—, un tercer gobernador republicano, Arnold Schwarzenegger, lo llevó al Tribunal de Apelaciones con sede en San Francisco, en 2008. Dejó ese estrado para trabajar con Newsom.
Y nunca, en todo ese camino, dijo una palabra sobre su vida privada. “No ha sido fácil”, comentó a la prensa tras su nominación a la Corte Suprema estatal. “No llegué aquí a pesar de la lucha. Llegué aquí gracias a la lucha”. E instó a los jóvenes que enfrentan conflictos similares a vivir “una vida de autenticidad”. Si bien no se ve como modelo a seguir —sus padres, dijo, ocupan esa categoría en su mente— acepta que “ser el primero en algo conlleva una responsabilidad”, y en caso de lograr la confirmación sería el primer magistrado gay en el tribunal superior. “Creo que la mejor manera de cumplirla es realizar el trabajo en el máximo nivel que uno pueda”.
The Advocate, una de las revistas pioneras de la comunidad LGBTQ, publicó un perfil basado en el diálogo más personal que probablemente Jenkins ha tenido hasta ahora con la prensa. El editor John Casey describió al magistrado —"Marty, para sus conocidos"— como “un hijo de California y de dos padres muy especiales”. Dos personas que lucharon para que las marcas que los años Jim Crow, el tiempo de segregación legal en los estados sureños, de donde es originaria la familia, impactaran lo menos posible en el hijo.
Al crecer en San Francisco, Jenkins “ayudó a su padre en su segundo empleo, como encargado de limpieza de edificios de oficinas e iglesias”, mientras estudiaba para abrirse paso en la carrera exitosa que haría como abogado de derechos civiles, durante la presidencia de Ronald Reagan, cuando se ocupó de casos de violencia racista y abusos policiales, y luego juez.
Casey le hizo “la pregunta obvia”, como calificó: “¿Qué se siente ser la primera persona LGBTQ nominada a la Corte Suprema de California?”. Desde su casa en Oakland, Jenkins reflexionó sobre ese "concepto interesante”, según evaluó a su vez: “Hubo otros, antes que yo, calificados, que no fueron identificados como tales o no resultaron elegidos. Ser el primero, y además ser un hombre afroamericano, es una gran responsabilidad. Creo que sé cómo se siente ser parte de una minoría, así que mi plan es realizar el trabajo lo mejor que pueda. Ojalá pueda tener la capacidad de proyectar luz sobre las posibilidades de personas que se parecen a mí o que tienen la misma orientación que yo”.
Jenkins contó al editor de The Advocate que de los muchos “puentes que se cruza en la vida”, su sexualidad fue uno. “Nunca le dije a mi mamá. Éramos muy unidos. Pero solo se lo dije a mi papá antes de su muerte, y fue una conversación difícil”.
Lo pasó a buscar por la casa donde la familia había vivido durante más de 50 años y demoró el asunto todo lo que pudo: fueron a comer, fueron a caminar, regresaron. Entonces el padre le dijo que lo notaba un poco distraído. ¿Acaso le pasaba algo?
—Tengo algo para decirte. Quiero que sepas quién soy, y que soy gay.
El padre se quedó mirándolo, sin comprender.
—¿Lo que tu generación llamaba “homosexual”? —intentó Jenkins.
—¿Hace cuánto lo sabes? —le preguntó el padre, mientras se acercaba a él.
—Desde la escuela secundaria.
—¡Ojalá me lo hubieras dicho entonces! No debe de haber sido fácil para ti. Yo te amo, eres mi hijo. Nada que tú hagas o te constituya me haría amarte menos.
Esa conversación abrió un periodo de mucha reflexión en la vida de Jenkins. Había ocultado que era gay en la NFL, en la universidad, en su carrera. “Crecí en una familia que durante generaciones creyó que lo que pasa en la casa se queda en la casa", explicó a The Advocate. Así que, naturalmente, soy muy reservado". Pensó en por qué había elegido la vocación judicial, algo muy público y a la vez constreñido por las reglas éticas de la imparcialidad.
Casi al mismo tiempo la muerte de un amigo gay lo hizo reconsiderar los ámbitos a los que debía aplicar ese criterio de represión del deseo. Jenkins iba a leerle poesía, mientras este otro abogado pasaba sus últimos días en cuidados paliativos. Y pocos días antes del final el amigo lo interrumpió y le dijo: “Si yo pudiera desearte algo, sería que comenzaras a vivir tu vida”. Jenkins no pudo evitar las lágrimas, ni pensar en el sentido de esas palabras en los labios de alguien que, literalmente, estaba terminando la suya.
Hoy, a los 66 años, no solo ha hecho público que es gay sino que disfruta de una relación llena de amor. “Es un hombre maravilloso”, dijo el juez a Casey, sobre su pareja. “Y cuando por fin pude reconocer con autenticidad quién era yo, él apareció como por un milagro. Tarde en la vida, me enamoré por primera vez. Me reprimí durante tanto tiempo... Ahora soy feliz”.
¿Cómo se ajustó ese amor a sus creencias católicas? Casey le citó a un amigo fallecido, el padre Angelo, quien le dijo, cuando el periodista le contó que era gay, que dios lo amaba tal como era. “Sí, la conciliación de la fe puede ser uno de los aspectos más desafiantes de mi trabajo y, personalmente, en lo que respecta a mi sexualidad. Pero también me esfuerzo en ese plano. He sido católico practicante toda la vida, y realmente creo en el dios del amor, y en que dios me ama como soy ahora”.
De manera similar, a la hora de cumplir su deber como juez este graduado de las universidades de Santa Clara y San Francisco “no tiene casos favoritos”, aseguró el sitio de la segunda, donde es profesor. “El derecho es un rompecabezas”, explicó. “Los mejores días son aquellos en los que recibo un caso sobre cuyo tema no se ha escrito mucho, y tengo que descubrir el camino. Por ejemplo, cuando se trata de cuestiones de políticas, ¿qué quisieron decir realmente los legisladores? Creo que la ley nunca debería estar demasiado disociada del sentido común”.
Por eso la jurista Saundra Brown Armstrong ha destacado que Jenkins es “un juez pensante”, que toma decisiones “con la mente abierta y el temperamento ecuánime, de una manera cortés, paciente y compasiva". Sin intereses personales ni narcisismo que interfieran en su análisis, “sus sentencias se basan precisamente en su perspectiva del derecho y de los hechos”, lo cual permite que “no lo aceche ni lo inmovilice el miedo a equivocarse, ni quede preso de una sensación de corrección inmutable”, agregó Armstrong. “Lo que le importa es lograr resultados que sean justos”.
Si la Comisión de Nombramientos Judiciales lo confirma, Jenkins sería, además del primer magistrado abiertamente gay de la Corte Suprema de California, el tercero afroamericano en la historia. Aunque todavía no se sabe cuándo se realizarán las audiencias, es posible que no demoren demasiado y Jenkins pueda asumir en noviembre.
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