Por estos días, la mayoría de los reflectores de la prensa estadounidense internacional se centra en las conferencias de prensa de Sean Conley, el médico personal de Donald Trump de 2018 y quien supervisa el tratamiento que el presidente estadounidense recibe para combatir el coronavirus.
En las primeras horas, la participación de este comandante de la Marina de 40 años ya se vio envuelta de polémica, ya que el domingo admitió que no había dado datos correctos sobre el estado de salud del mandatario.
Según los registros de licencias médicas de Virginia, Conley se graduó de la Facultad de Medicina Osteopática de Filadelfia en 2006. En lugar de tener un título de doctor en medicina (M.D.), Conley es un doctor en medicina osteopática (D.O.), lo que significa que es un médico totalmente licenciado pero que, según la Asociación Osteopática Americana, se centra más holísticamente en el tratamiento de la “persona completa”. Es el primer médico con este título en lograr el puesto en la Casa Blanca.
Conley hizo una residencia en medicina de emergencia en el Centro Médico Naval de Portsmouth, Virginia, y trabajó en un hospital de trauma de la OTAN en el aeródromo de Kandahar en Afganistán. Es el médico de Trump desde 2018, cuando su antecesor, Ronny L. Jackson, fue nominado como secretario de Asuntos para Veteranos, cargo que no consiguió por acusaciones en su contra.
La controversia de su tiempo en el cargo ocurrió en mayo, cuando Conley le prescribió a Trump un tratamiento de dos semanas de hidroxicloroquina, un medicamento contra la malaria, para protegerse del coronavirus después de que dos empleados de la Casa Blanca dieran positivo. Estudios científicos han concluido que ese fármaco, que Trump defendió durante mucho tiempo, no consigue resultados positivos ni para tratar ni para prevenir el COVID-19.
No se requiere que un experto en traumas esté al tanto de los virus respiratorios, pero la decisión de internar a Trump en el hospital militar Walter Reed significó que Conley pase a estar respaldado por un equipo de expertos en cuidados intensivos que se especializan en enfermedades pulmonares e infecciosas.
Una vez hospitalizado, los partes médicos fueron objeto de máximo escrutinio. El viernes, indicó que el presidente se encontraba en franca mejoría. Pero luego el jefe de gabinete, Mark Meadows, dio un panorama muy distinto: dijo que los signos vitales del presidente en las últimas 24 horas habían sido “muy preocupantes” y que las siguientes 48 horas serían críticas.
El domingo, admitió que había informado el viernes y sábado un panorama distinto al real. “No quise dar información que pueda cambiar el curso de la enfermedad en otra dirección”, señaló, dando a entender que un panorama negativo hubiese irritado al paciente.
Conley también sumó a la confusión al sugerir que Trump había sido diagnosticado el miércoles, no el jueves, según había informado la cuenta oficial, pero luego dijo que se había equivocado al hablar de “horas” cuando quería referirse a “jornadas”.
Dado que Trump es comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y, sobre todo, su paciente, Conley se vería obligado a seguir sus deseos y respetar la confidencialidad. Sin embargo, el médico también está obligado a adherirse al Código Uniforme de Justicia Militar, que prohíbe la mentira.
En tanto, analistas advierten que su admisión de que trató de dar una descripción optimista de la condición de Trump puede llevar al público a cuestionar la futura información que él o los otros médicos proporcionen.
(Con información de AP)
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