A medida que distintas localidades de los Estados Unidos comenzaron las clases presenciales luego de meses de pausa por la pandemia de COVID-19 y las vacaciones del verano boreal, en muchas escuelas se sumó un rito a la llegada de los estudiantes: tomarles la temperatura. Sin embargo, diversos grupos médicos han insistido en lo poco práctico de la medida para detectar el nuevo coronavirus.
En primer lugar, muchos niños —y muchos adultos— no presentan fiebre aunque estén contagiados del SARS-CoV-2, porque son asintomáticos o porque presentan malestares leves que no desatan una reacción inmunológica tan fuerte. Un estudio del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) estadounidense analizó a casi 300 niños con COVID-19 diagnosticado por una prueba y encontró que el 56% tenía fiebre, mientras que el 44% no. A eso se debe que su guía actual para la reapertura de escuelas no recomiende la temperatura como un síntoma a tener en cuenta, como tampoco lo hizo la Asociación Nacional de Pediatría (AAP).
Por otra parte, lo que se considera temperatura normal varía de una persona a otra, según factores como la edad y el género, entre otros; el ritmo circadiano individual también es un elemento que cambia la medición.
“En algunos casos, los padres toman la temperatura de sus hijos con tanta frecuencia que los médicos dicen que están diagnosticando más casos de síndrome de fiebre periódica de lo habitual”, informó The Wall Street Journal (WSJ). Se trata de trastornos inflamatorios de diversos orígenes, por los cuales los niños presentan fiebre y otros síntomas que nada tienen que ver con la infección del coronavirus. “En otros casos los médicos se han quedado perplejos porque algunos padres les dijeron que sus hijos, por lo demás sanos, han tenido temperaturas bajas durante meses”.
Jonathan S. Hausmann, especialista en reumatología en el Hospital de Niños de Boston y responsable de una clínica dedicada a enfermedades de inflamación autónoma, contó al medio que como las personas controlan más de cerca los cambios en la temperatura de sus hijos, están apareciendo muchos casos de niños que antes no habían sido diagnosticado con el síndrome de fiebre periódica.
Si antes de la pandemia los padres podían atribuir la fiebre a otras infecciones virales, ahora se identifican muchos más casos: “No es que hayan más, sino que los padres notan más las fiebres periódicas”, explicó.
Beth Gottlieb, titular de reumatología pediátrica en el Centro Médico Cohen para Niños de New Hyde Park observó un incremento, sobre todo, del síndrome de Marshall: fiebre, úlceras orales (estomatitis aftosa), dolor de garganta (faringitis) e inflamación de los ganglios (adenitis). También llamado PFAPA, este cuadro suele afectar a niños menores de cinco años. “Por lo general no vemos muchos casos, acaso uno por mes. He tenido seis en el último mes o dos meses", detalló.
Gottlieb también ha tenido más consultas de padres que notaron que sus niños presentaban regularmente temperaturas más bajas de lo normal. “Si por lo demás la criatura está normal y feliz, conviene dejar de tomarle la temperatura. Tal vez es su rango normal, según las horas del día”.
En todo caso, pensar que se hace lo suficiente para limitar la transmisión del COVID-19 “simplemente porque comprobamos la temperatura de los niños, es una de esas cosas que creemos que potencialmente ha creado una falsa impresión de seguridad en las escuelas”, sintetizó Nathaniel Beers, pediatra del Hospital Nacional de Niños de Washington y uno de los profesionales a cargo del comité que creó las guías del CDC para regresar a las clases presenciales.
¿Existe la temperatura normal?
Para los médicos, una temperatura normal es de 37ºC o 98,6 Fahrenheit y se considera fiebre cualquier cifra por encima de 38ºC o 100,4 Fahrenheit. El criterio se funda en un estudio de 1868, realizado por el investigador alemán Carl Reinhold August Wunderlich, que en el plazo de 150 años de progreso científico, naturalmente, fue cuestionado en más de una ocasión.
Philip Mackowiak, profesor emérito de la Escuela de Medicina de la Universidad de Maryland, publicó trabajos en los que demostró que la temperatura promedio de las personas puede ser un poco más baja y puede variar según el género, la edad y la hora del día. “Wunderlich tenía una base de datos enorme, pero no publicó sus cálculos”, dijo Mackowiak a WSJ. “Sus termómetros se calibraban más arriba que los actuales. Y sin embargo todavía recurrimos a sus cifras como un límite de los rangos febriles”.
Muchos estudios hablan de 36,8ºC como temperatura normal, y para la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria hay fiebre cuando la temperatura medida en la axila es superior a 37,2ºC, con una variación de normalidad, en un adulto sano, de 36,5ºC a 37,5ºC según las horas del día. Según Mackowiak, una persona normal puede llegar a 37,7ºC, o 99,9 Fahrenheit, al anochecer.
"De manera similar, un estudio de 2018 publicado en la revista Journal of General Internal Medicine reunió las temperaturas orales de 329 participantes mediante una aplicación para teléfonos inteligentes y encontró que el promedio era de 37,6ºC o 97,7 Fahrenheit, con variaciones a lo largo del día y según el sexo y la edad, por lo cual en algunos casos había que considerar fiebre una medición de 37,5ºC o 97,5 Fahrenheit.
Todos estos estudios, sin embargo, tienen una desventaja al evaluar la cuestión de las escuelas: se han realizado en base a adultos, con lo cual no son confiables para hablar de la temperatura promedio en los niños, advirtió al periódico financiero Julie Parsonnet, quien se especializa en enfermedades infecciosas en la Universidad de Stanford.
Además de estas dudas, durante la pandemia se observó que algunos termómetros, sobre todo los de que evitan el contacto con la persona que se mide, que se popularizaron para reducir el contagio de SARS-CoV-2, son imprecisos. “Los más exactos son los orales, dijeron los expertos, que se deberían usar solo en los hogares”, según WSJ.
Los que van en el oído presentan más riesgo de errores porque la cera que se acumula en el canal puede afectar su precisión, explicó Beers, y los que se acercan a la frente pueden arrojar cifras inexactas por el flujo sanguíneo en el área. La temperatura que se toma en las axilas suele dar mediciones más bajas de lo real. Por último, los termómetros no duran toda la vida: conviene comprobar cada tanto si todavía funcionan bien o hay que reemplazarlos.
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