Por cuarto año consecutivo, la Universidad de Harvard encabeza el ranking de las mejores instituciones de educación superior de los Estados Unidos, que confeccionan conjuntamente The Wall Street Journal y Times Higher Education. La secunda su vecina de la ciudad de Cambridge, en el área metropolitana de Boston, el Massachusetts Institute of Technology (MIT). En tercer lugar está Yale, la tradicional universidad de New Haven, Connecticut.
Completan el top ten la Universidad de Stanford, ubicada en las afueras de San Francisco, en California; Brown, de Providence, Rhode Island; Duke, de Durham, Carolina del Norte; el California Institute of Technology, de Pasadena; Princeton, en New Jersey; Cornell, de Ithaca, Nueva York; y la Northwestern University, de Evanston, Illinois.
El ranking revela el peso de la historia en la educación superior estadounidense, ya que la mitad de las que aparecen en el top ten pertenecen al grupo de las ocho universidades más tradicionales y elitistas del país, conocidas como la Ivy League (compuesta por Harvard, Yale, Brown, Cornell, Princeton, Columbia, el Dartmouth College y la Universidad de Pennsylvania). Las tres restantes se ubican entre las 15 mejores.
Todas estas universidades líderes –Ivy League o no– son privadas. Para encontrar una institución pública en el listado hay que ir hasta el puesto 23: la Universidad de Michigan, en Ann Arbor. Hay una razón bastante obvia: las diferencias de presupuesto son abismales. Si bien el dinero no garantiza calidad educativa, es indispensable para atraer a las mayores eminencias y ofrecer a los estudiantes la mejor infraestructura.
“Las métricas utilizadas en torno a los recursos académicos, la deuda de los estudiantes graduados, la diversidad de la facultad y el salario de los graduados ciertamente favorecen a las instituciones que reciben grandes donaciones”, dijo Lynn Pasquerella, presidente de la Asociación de Colegios y Universidades Americanas, consultado The Wall Street Journal.
Esos son algunos de los indicadores contemplados por los expertos que elaboran el ranking de The Wall Street Journal y Times Higher Education. En total son 15 factores, divididos en cuatro categorías principales. Pero no todos tienen el mismo peso en el índice final.
El 40% del puntaje se explica por los resultados de los estudiantes, incluyendo los salarios y la deuda de los graduados. El 30% proviene de los recursos académicos, incluyendo cuánto invierte la institución en materia educativa. El 20% corresponde al compromiso de los alumnos, que alude a si estos están preparados para usar en el mundo real los conocimientos adquiridos en la universidad. Por último, el 10% restante se asigna al ambiente en el que se desarrolla la experiencia académica, lo que contempla la diversidad del cuerpo estudiantil y del personal docente.
El ranking de este año fue diferente a todos los anteriores por la irrupción de la pandemia de COVID-19, que cambió radicalmente la dinámica educativa, al forzar a todos los estudiantes a cursar desde sus casas. “Este es un año increíblemente difícil para establecer cualquier tipo de vara sobre la educación superior. Hay tantas cosas en movimiento, que es muy difícil de determinar lo que pasó hace dos segundos y lo que va a pasar dentro de dos segundos”, dijo Ted Mitchell, presidente del Consejo Americano de Educación, al WSJ.
De todos modos, la gran mayoría de los indicadores sobre la base de los cuales se establecieron los puntajes y las posiciones en el ranking fueron tomados en marzo o antes, de modo que la pandemia no alteró sustantivamente el proceso. Pero sí es posible que haya un impacto en el ranking del año próximo. En ese sentido, es posible que sea necesario incluir otras consideraciones, como la calidad de la enseñanza a distancia o las prácticas sanitarias y de seguridad de cada universidad.
MÁS SOBRE ESTE TEMA: