Forma parte del condado de Whatcom, en el estado de Washington, extremo noroccidental de los Estados Unidos. Pero lo separan del resto del país 15 kilómetros de agua, a través del estrecho de Georgia. Si fuera una isla no tendría nada de particular, pero es la punta de la península Tsawwassen, ubicada en el sudoeste de Canadá.
No hay en el mundo muchos casos como Point Roberts. Si alguno de sus 1.300 habitantes quiere salir de ese territorio de 12 kilómetros cuadrados para visitar otra parte del condado o del estado tiene que cruzar dos puestos fronterizos: uno para entrar a Canadá y otro para reingresar a los Estados Unidos, a unos 40 kilómetros de distancia por carretera. Como no hay un servicio de ferry, las únicas alternativas son contratar una lancha o una avioneta privadas, algo demasiado costoso para la mayoría de los vecinos de Point Bob, como le dicen ellos.
Vancouver, la tercera ciudad canadiense, está a la misma distancia que la frontera estadounidense, pero Seattle, la principal urbe de Washington, está a 220 kilómetros. Por eso, Point Roberts tiene un vínculo más fluido con Canadá que con el resto de los Estados Unidos. Así que el cierre de la frontera decretado el 21 de marzo para evitar la propagación del coronavirus tuvo un fuerte impacto en la vida de esta localidad. Por un lado, fue una suerte que le permitió no tener ni un solo contagio, a pesar de formar parte del país con más muertos e infectados del mundo. Por otro, fue una desgracia, que dejó a sus habitantes aislados y quebrados, ya que la economía local depende casi exclusivamente del flujo de canadienses que cruzan para hacer compras o descansar en sus casas de fin de semana.
Una comunidad entre dos países
Distintas comunidades nativas del continente americano visitaban circunstancialmente Point Roberts antes de la llegada de los europeos. Principalmente, para pescar. El explorador español Francisco de Eliza la divisó en 1791 y la bautizó Isla de Zepeda. No se había dado cuenta de que era una península.
Una expedición liderada al año siguiente por Dionisio Alcalá Galiano y Cayetano Valdes corrigió el error y la renombró Punta Cepeda. Pero fue George Vancouver, oficial de la Marina Real Británica, el que le dio su nombre definitivo en el periplo que realizó entre 1791 y 1795, en la que recorrió y cartografió buena parte de la costa noroeste del continente americano. Point Bob es un homenaje al oficial Henry Roberts, que había sido el jefe de Vancouver.
Hasta mediados del siglo XIX, formaba parte del Territorio de Oregon, compuesto por lo que hoy es la provincia canadiense de la Columbia Británica y los estados de Washington, Oregon e Idaho. En ese momento, era una región mayormente deshabitada, sin dueño definido y disputada por diversas potencias. En 1846, Estados Unidos y el Reino Unido firmaron el Tratado de Oregon, por el cual, todo lo que estaba al norte del paralelo 49 pasó a ser británico —luego canadiense—, y lo que estaba al sur pasó a ser estadounidense.
El acuerdo incluyó una excepción: aunque una parte de la isla de Vancouver —no confundir con la ciudad— está al sur del paralelo 49, se la consideró íntegramente británica, para que no quedara partida. El mismo problema ocurría con la península Tsawwassen, pero no se incluyó ninguna aclaración, así que quedó dividida y Point Roberts se convirtió en un territorio estadounidense.
“Point Roberts es una anomalía geográfica, resultado de la imposición de un límite geométrico rígido en una costa irregular. El límite internacional se fijó en el paralelo 49 mucho antes de que se asentaran los colonos europeos en la zona y se dispusiera de estudios precisos. Cuando los topógrafos llegaron finalmente al Océano Pacífico y descubrieron que Point Roberts se extendía al sur de la frontera, la mayoría de la gente, incluido el ministro de relaciones exteriores británico, supuso que los Estados Unidos renunciarían a su reclamación de este pequeño trozo de tierra. No fue así. El conflicto fue finalmente mediado por el emperador de Alemania”, explicó Mark D. Bjelland, profesor de geografía y estudios ambientales de la Universidad Calvin, consultado por Infobae.
Hasta la actualidad persisten las discusiones sobre si fue un descuido o una decisión calculada. Mark Swenson es miembro del comité que dirige el Centro de Historia de Point Roberts y escribió el libro Point Roberts Backstory (“El trasfondo de Point Roberts”). Además de ser un historiador local, conoce el lugar como pocos: su familia vive allí desde hace cuatro generaciones.
“Point Roberts es parte de los Estados Unidos porque se consideró un punto estratégico en la región”, dijo Swenson a Infobae. “Tanto por sus aguas, por las enormes carreras de salmones, como por el hecho de tener un territorio estadounidense cerca de la desembocadura del río Fraser. Los Estados Unidos enviaron a la marina a explorar la región cinco años antes de que se firmara el tratado. La Armada pasó ocho días completos mapeando Point Roberts y sabía que seleccionar el paralelo 49 como frontera crearía un exclave”.
Estados Unidos estableció una base militar allí en 1859, considerando que el lugar podía ser importante por razones geopolíticas. Sin embargo, nunca llegó a ocuparla con personal ni con equipamiento y con los años fue perdiendo interés para el Ejército, que abandonó la base en 1892. El poblamiento comenzó, muy lentamente, hacia fin de siglo, con el establecimiento de grupos de pescadores y de algunas personas interesadas en desarrollar la ganadería. Entre ellos había familias de origen islandés, que emigraron desde la Columbia Británica.
No obstante, la pesca, la ganadería y la agricultura resultaron menos rentables de lo que se esperaba. Muchos emprendimientos se terminaron y hubo un éxodo importante. Recién a partir de la mitad del siglo XX Point Bob empezó a desarrollar su fisonomía actual.
“Pertenecer a los Estados Unidos, pero estar geográficamente unido a Canadá definitivamente frenó el desarrollo de Point Roberts —dijo Bjelland—. En el lado canadiense de la frontera se encuentra el suburbio totalmente desarrollado de Tsawwassen, mientras que el lado estadounidense es más rural. Point Roberts tiene grandes áreas de bosque y un ritmo de vida lento. Cuando mi familia vivía allí, a menudo veíamos a los vecinos pasar a caballo. Su geografía única crea tanto oportunidades como dificultades. La frontera aísla, pero también permite que haya nichos especiales para ciertos individuos y negocios selectos. Los estadounidenses con permiso para trabajar en Canadá pueden aprovechar los costos de vivienda mucho más bajos y cruzar para trabajar. Varios negocios atienden específicamente a los canadienses vendiendo cerveza, vino y gasolina estadounidenses baratos, u ofreciendo buzones para compras online”.
En 1953, Washington habilitó a extranjeros a comprar terrenos en el estado, y muchos canadienses aprovecharon los bajísimos precios para construir casas de verano disfrutando de los paisajes y de la tranquilidad del lugar. En 1959, la construcción de un túnel en el sur de Vancouver facilitó enormemente a sus habitantes el acceso al sur de la península, incentivando aún más la llegada de ciudadanos canadienses, que en poco tiempo pasaron a ser dueños de la mayoría de las propiedades de Point Roberts.
“Entre 1966 y 1986, la Columbia Británica prohibió la venta de alcohol los domingos, por lo que miles de canadienses crecieron visitando Point Roberts los domingos para beber cerveza y ver fútbol en enormes tabernas con capacidad para 1.000 personas. El territorio se ha mantenido rural, con muy baja criminalidad y propiedades baratas, un gran contraste con la concurrida área metropolitana de Vancouver. Un punto destacado es que tenemos fuegos artificiales tanto en el Día de Canadá como en el Día de la Independencia de los Estados Unidos”, contó Swenson.
La comunidad se convirtió en un híbrido entre los dos países, pero muy dependiente de Canadá en términos económicos. De hecho, los comercios aceptan dólares canadienses y los precios de las gasolineras —mucho más bajos en Estados Unidos que en Canadá— están en litros, no en galones. “A pesar de que generamos muchos ingresos fiscales para el estado de Washington, este no nos devuelve el favor con servicios. Por ejemplo, solo hay una escuela hasta tercer grado, y no hay servicio de ferry”, dijo el historiador.
En los meses de verano, la población puede llegar a cuadruplicarse por la gran cantidad de personas que llega para descansar. Si bien hay puestos fronterizos, hay tramos en los que cualquier podría pasar caminando de un país a otro sin ninguna dificultad, aunque no lo hacen para evitar problemas.
Point Roberts después del coronavirus
Los habitantes de Point Roberts se enorgullecen desde hace tiempo de vivir en uno de los lugares más seguros de todo el país, ya que prácticamente no hay delitos. Con la pandemia sumaron una nueva razón para jactarse: no tener casos de coronavirus. Aunque el aislamiento que lo hizo posible se transformó en un problema dramático, sin una solución previsible.
Bennett Blaustein vive en Point Roberts desde hace siete años. Hace poco fue elegido como presidente del Distrito de Parques y Recreación de la localidad, trabajo que conjuga con la producción de Point Roberts TV, cuyos programas se emiten por YouTube.
“El aislamiento no ha sido un problema para mí y mi esposa”, contó Blaustein en diálogo con Infobae. “Fue y sigue siendo un alivio que tengamos cero casos de COVID aquí en Point y nos sentimos muy afortunados de tener un fuerte programa de testeos, en el que más de 500 de nuestros 1.300 habitantes se han sometido voluntariamente a pruebas. Pero hay un gran segmento de la población local que siempre ha viajado ida y vuelta a Canadá y al resto de Washington para hacer compras, cenar o visitar a amigos y familiares, y ellos tienden a ser quienes más han sentido la separación”.
Desde el 21 de marzo, cuando se cerró la frontera, solo se puede entrar a Canadá para ir hasta el resto de los Estados Unidos sin salir del auto. Pero para eso hay que obtener una habilitación especial, que solo se concede por razones esenciales, como trabajar en ciertas profesiones o para hacer una consulta médica. Y para todas esas cosas hay que hacer 40 kilómetros, cuando normalmente se podía conseguir cualquiera de ellas a pocas cuadras de haber ingresado a Canadá.
Como en Point Bob solo hay escuelas hasta tercer grado y no hay centros deportivos, muchas familias llevan a sus hijos a escuelas canadienses. Así que todos esos niños se quedaron sin clases, y hay decenas de deportistas que no pueden practicar sus disciplinas desde hace casi seis meses.
“A pesar del cierre de la frontera, nosotros podemos viajar todos los días a nuestra oficina en Blaine, Washington, a través de Canadá, porque somos considerados esenciales por trabajar en un periódico”, dijo a Infobae Patrick Grubb, director del All Point Bulletin, el principal medio de prensa de Point Roberts. “La mayoría de la gente, por supuesto, no tiene esta libertad y ha sido más difícil para ellos. Necesitan una razón esencial para cruzar, como ir al médico, al dentista, al veterinario o la farmacia. Hay bastantes personas que no han salido de Point Roberts desde que se cerró la frontera. Los funcionarios locales, estatales y federales han estado trabajando para que Canadá adopte un enfoque más flexible, pero no han tenido éxito hasta la fecha”.
Lo más desesperante es lo que está sucediendo con los pequeños comercios que viven casi exclusivamente de lo que compran los canadienses. La cancelación de la temporada estival, con la que algunos viven todo el año, ya había sido un golpe terrible. Pero hay bares y restaurantes que normalmente tienen clientela los 12 meses y que se vieron obligados a cerrar.
Todos estos factores hacen que muchas familias evalúen seriamente mudarse. La perspectiva de que esta situación se prolongue por lo que resta del año vuelve inviable para algunas de ellas quedarse en Point Roberts. Las consecuencias para la comunidad pueden ser devastadoras y, tal vez, irreversibles.
“Somos una comunidad que depende de nuestra población estival para generar ingresos suficientes para el resto del año —afirmó Blaustein—. Pasamos de 1.300 en invierno a casi 6.000 personas durante el verano, y sin este negocio extra vamos a perder algunos de nuestros establecimientos locales que no tienen las reservas de efectivo para sobrevivir. La ocupación de nuestro puerto ha bajado a un poco más del 20% de su capacidad y está a la venta, así como el campo de golf, que está cerrado. Solo dos restaurantes abrieron esta temporada y por tres días a la semana, con horario limitado. Nuestra cafetería está trabajando un 80% menos de lo normal y puede que no sobreviva”.
Esto no solo afecta a los estadounidenses que viven en Point Bob. También lo sufren los canadienses que tienen propiedades allí, aunque no sean residentes. Pueden entrar a Estados Unidos, pero cuando regresan tienen que hacer 14 días de cuarentena, algo que la mayoría no se puede permitir.
El domingo pasado, un grupo de propietarios realizó una protesta ante las autoridades canadienses, para pedir que los dejen ver cómo están sus casas sin tener que encerrarse al volver. Pero el gobierno de Justin Trudeau extendió hasta el 21 de septiembre el cierre fronterizo y todo indica que lo va a seguir prorrogando por mucho tiempo más, con el argumento de que el virus sigue circulando a gran escala.
Muchas familias quedaron divididas. Hay montones de casos de padres que viven en Point Roberts e hijos que se mudaron a Canadá, pero a pocos kilómetros y ahora ya no pueden encontrarse. Lo mismo pasa con hermanos y amigos de toda la vida.
Para compensar que ya no pueden estar juntos en el mismo lugar, se reúnen en las zonas limítrofes en las que no haya ninguna división. Cada uno se sienta de su lado y al menos pueden pasar una tarde conversando, siempre que mantengan dos metros de distancia y nadie avance más de la cuenta.
“No me sorprendería si la frontera permanece cerrada hasta mediados de 2021 o más tarde. Creo que no hay voluntad política en Canadá para abrirla en un futuro próximo y, de hecho, existe la voluntad de mantenerla cerrada debido a los actos anticanadienses del gobierno de Donald Trump. La imposición de aranceles sobre el aluminio, la madera blanda y otros productos ha creado muy mala predisposición hacia los Estados Unidos”, dijo Grubb.
La locura alrededor de la pandemia exacerbó la xenofobia. Algunos de los habitantes de Point Roberts que cruzan la frontera están siendo hostigados por personas que los acusan de llevar el virus a Canadá. Al identificarlos por las patentes de sus vehículos, les gritan cosas ofensivas, como si fueran culpables de algo.
“El viaje sin escalas a través de la Columbia Británica hacia el continente ahora viene con frecuentes gestos de enojo de los canadienses cuando ven las matrículas de Washington en nuestros autos. Esto es triste porque hemos sido vecinos amistosos durante muchos años. Se teme que cuanto más tiempo esté cerrada la frontera, más profundo será el resentimiento. Si esto se extiende hasta bien entrado 2021, puede que muchos tengan que irse, ya que hay muy pocos trabajos locales, los negocios que tenemos en su mayoría atienden a los canadienses y muchos están al borde del cierre”, se lamentó Swenson.
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